OPINIÓN
Acerca de un gran periodista llamado Daniel Enz perseguido por un insignificante funcionario llamado Sergio Urribarri
Por Christian Sanz
Hay un tipo, un colega en realidad, que sabe vestirse como Don Quijote. Y que anda por la vida peleando contra molinos de viento. Cientos de ellos. Y me sorprende, porque nunca se cansa.
Lo sigo desde hace mil años, y me consta que siempre ha enfrentado a todos los poderes de turno. Todos. Le importa un bledo la ideología o las simpatías políticas. El tipo siempre avanza con su armadura de lata.
Capaz suena anacrónico aquello de ponerse en Quijote, y avanzar con su lanza —siempre afilada, por cierto—, pero el tipo no lo entiende. Y está bueno que no lo entienda. Porque nadie más hace lo que él hace. O sí, algunos lo intentamos.
Pero no estamos tan expuestos al peligro como él, que vive ahí, en el epicentro de la catástrofe permanente, en Entre Ríos. Y no se mueve de ahí, ni quiere hacerlo. Porque es su lugar en el mundo. O eso cree él. Y lo dice a los cuatro vientos. Sin percatarse de que esos vientos agitan a su vez las aspas de los molinos que combate con tremenda valentía.
Ahora mismo, mientras estas líneas son escritas, otro tipo lo ataca de manera implacable, aunque sin argumentos. Entonces inventa injurias y calumnias por doquier. Y las publica en blogs y redes sociales. Pero nadie le cree.
Acaso porque ese tipo, llamado Sergio Urribarri, está más que desprestigiado. Uno mismo ha publicado sus vínculos con la corrupción, el narcotráfico y todo lo demás, siempre accesorio. Con pruebas que abruman.
Y lo mismo hizo el otro tipo, el colega, que se llama Daniel Enz. Que viene contando desde hace años y años las trapisondas de Urribarri, exgobernador entrerriano y actual embajador argentino en Israel y Chipre. Desde aquel secuestro de estupefacientes en un vehículo oficial de la provincia en 2014, hasta el uso y abuso del helicóptero Bell Ranger de la Policía. Pasando por las inquietantes inversiones y propiedades de su hijo.
Ello explica —aunque no justifica— la furia de Urribarri, cuya actitud lo único que ha logrado es disparar la solidaridad de referentes de la política, el arco empresario y las entidades periodísticas en favor de Enz.
Porque, como se dijo, es un tipo bien reputado, y honesto, y que no carece de coraje. Entonces, todos se han decidido a apoyarlo. Incluso este escriba, que admira a ese colega desde la memoria de los tiempos.
Vaya, de paso, una lección a los otros tipos, los Urribarris de la vida, que saben apretar a los que desnudamos sus trapisondas: si no hay curro, no hay posible revelación periodística. Así de simple.
En buen romance: no choreen. Y nosotros nos ocuparemos de los otros que sí lo hacen. ¿Se entendió?
(© Tribuna de Periodistas)
Comentarios
Publicar un comentario