EDITORIAL
Sin vergüenzas
Por Walter R. Quinteros
1) Gabriela
Gabriela Carla Cerruti es la portavoz del Gobierno, con rango de ministra, encabezando la Unidad de Comunicación de Gestión Presidencial.
Dice Wikipedia que desde 1983, alternó sus estudios y la actividad docente con la de periodismo realizando diversas colaboraciones, primero para diferentes medios de La Plata y de la Ciudad de Buenos Aires y luego, en 1985 ingresó como redactora en la agencia Noticias Argentinas y en el año 1987 como cronista en el semanario Somos, El Periodista y Página/12.
El periodista Carlos Mira, la señala como una persona que utilizó su trabajo para destilar el odio acumulado quién sabe en qué lecturas, quién sabe en qué ideas trasnochadas, quién sabe con qué padrinos profesionales (aunque algunos conocen muy bien al principal de ellos, algo así como el Capitán del odio nacional, Horacio Verbitzky). Poque perteneció a aquel grupo de periodistas de Página 12 que, de la mano de Jorge Lanata, comenzó a contar lo que era la corrupción del gobierno de Menem -una especie de jardín de infantes comparado con el obsceno delirio del robo kirchnerista- y a sentar las bases de un periódico que luego se convertiría, con sus nuevos dueños sindicalistas, en un ariete ideológico del autoritarismo y de la penetración izquierdista, liderada naturalmente por Verbitzky.
Engreída, creyendo que estaba por encima de la media de otros periodistas —cuando en realidad su formación hacía agua por todos lados— pretendía mantener un trato distante, como dando a entender que ella estaba a otra altura. Pero Verbitsky la cobijó y la protegió.
Gabriela Cerruti, este jueves intentó dar una clase de periodismo público a una colega del diario La Nación sobre cómo publicar los datos revelados por una fuente. Pese a que Cecilia Devanna le confirmó que la información obtenida de una alta fuente del Departamento de Estado de los EEUU en el sentido de que la administración del Presidente Biden estaba muy molesta por los dichos del presidente Fernández en su gira por Rusia y China (en donde negó la ayuda norteamericana y en donde abjuró de lo que él llamó “dependencia” de los EEUU, promoviendo la entrega del país a los brazos rusos y chinos) estaba confirmada por dos fuentes independientes, motivo por el cual, justamente, había sido publicada, ella insistió —como si no hubiera escuchado lo que acababan de explicarle—, en dar una clase magistral sobre el camino de confirmación de una noticia.
Bien vale aclarar también que esos tecnicismos —señala Mira—, con los que muchos periodistas pretenden hacer pasar su trabajo como si fuera el de un genial científico, son también relativos: si el periodista habló con la mismísima fuente protagonista de la noticia (en este caso por ejemplo con el Secretario de Estado o con el Subsecretario para Asuntos Hemisféricos) la necesidad del double check se minimiza ostensiblemente toda vez que el colega habló de modo directo (aunque fuera en off) con quien hace que un hecho sea noticia…
En otros términos, lo que se le explicaba a Gabriela Cerruti que aquí se habló con la “noticia”. ¿Con quién se supone que se debe confirmar si una noticia es cierta, cuando la fuente es la “noticia” en sí misma?
Dejando de lado ese "tecnicismo" olvidado por Cerruti, ella debería saber que la protección de las fuentes periodísticas tiene estatura constitucional. Y que tratar de que la periodista de LA NACIÓN diga quién era la persona del Departamento de Estado con la que había hablado, supone una ignorancia de la profesión de quién dice haber trabajado mucho tiempo en ella.
Jorge Liotti, el periodista que consiguió la información que se transformó en primera plana del diario La Nación, es un periodista serio, un caballero, un hombre formado en las mejores tradiciones del periodismo. Suponer que alguien de la trayectoria de Liotti tenga que escuchar las gansadas de una imberbe desubicada como Cerruti sería como admitir que los disvalores se han impuesto definitivamente en la Argentina.
A Cecilia Devanna, periodista de La Nación, le dijo “Con muchos años de carrera en el periodismo, esta novedad argentina de tomar una opinión de una persona que no se notifica y hacerlo tapa de un diario es toda una novedad, y agregó Gabriela Cerruti: "Generalmente cuando el Departamento de Estado de un país tiene que decir algo, nos enteramos todos” —supo recriminar sin dar respuesta a la incógnita planteada por Devanna—.
El periodista Nicolás Sanz nos señala que Cerruti tuvo un traspié con la utilización de las fuentes en "off the record", incumpliendo ese pacto de palabra con el represor Alfredo Astiz.
Veamos, porque como siempre decimos, archivo mata relato:
La recordada entrevista que Cerruti le supo hacer al marino Astiz, y que fuera publicada en la revista Tres Puntos, demuestra la relevancia que tienen las fuentes en off, como así también la importancia de cumplir con ese trato no firmado.
Ella pareció haber olvidado que este tipo de fuente es fundamental en el ejercicio del periodismo, porque revela cuestiones muchas veces profundas, truculentas y/o relevantes que de otra manera no se podrían conocer, ya que se pide la estricta reserva de identidad.
Pero lo que no sabemos a ciencia cierta, por qué tanto enojo de Cerruti por una pregunta cuando suena lógico que el Gobierno estadounidense esté atento a los movimientos del Gobierno argentino. ¿No fue el presidente Alberto Fernández quien ofreció a Argentina como puerta de entrada a Latinoamérica para Rusia?
La respuesta de la experiodista, hoy portavoz del presidente, es triste. El papel que juega es triste. Dicho sea de paso, se jacta de su paso por el periodismo pero hoy debe tapar los escándalos de un Gobierno que no deja de dispararse en el pie, como sucedió cuando la titular del Programa de Atención Medica Integral (PAMI) Luana Volnovich viajó al caribe con el número dos de ese organismo. Al ser consultada sobre el tema solo se limitó a responder que el tema “está terminado, pasemos a los temas que realmente le importan a la gente”. ¿Qué sabe ella lo que realmente le interesa a la gente?
Con esa respuesta demostró, no tener empatía, sino un grave grado de autoritarismo, algo así como “yo le voy a decir a la gente qué debe importarle y qué no”.
Cerruti se olvida de un hecho fundamental, así como lo hizo respecto de las fuentes en off con el periodismo: que los funcionarios públicos tienen que dar explicaciones de sus movimientos por un algo elemental —que sus sueldos se los paga el contribuyente, usted, yo—.
Ya lo dice Mariano Moreno en su Gaceta allá por 1810: "El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal".
Suena entonces lógico que deba responder, como portavoz del presidente, a cualquier pregunta que le plantea el periodismo.
2) Alberto
Alberto Ángel Fernández, es el presidente de la Nación Argentina desde el 10 de diciembre de 2019. Dice Wikipedia que es abogado, profesor y político.
Como presidente, "ha tuiteado y retuiteado un tuit" que manifestaba: “Excelente Cerruti acá explicando técnicamente por qué el periodismo mainstream (tendencia o moda popular) argentino es una vergüenza nacional”.
Ese es Alberto Fernández, nuestro presidente, el que dijo que el periodismo es una “vergüenza nacional”.
Busquen, amigos lectores, los "archivos mata relatos" de Alberto Fernández, todos, desde sus duras críticas en contra de su jefa Cristina Kirchner allá por el 2015, pasando por la heladera llena y de ahí en adelante. Pifie tras pifie.
Pero vamos a una nota del periodista Nicolás Sanz: "Desde Tribuna de Periodistas se han contado innumerables veces cómo 'apretaba' mientras ostentaba el cargo de jefe de Gabinete del ex presidente Néstor Kirchner, e incluso se lo ha podido ver, en plena carrera para llegar a la presidencia, apretando y humillando a puntuales periodistas. Es una práctica común de este Gobierno 'apuñalar' a la prensa, acaso como si fuera algo insignificante, nada valioso. Sin embargo, para su desagrado, el periodismo funciona como un cuarto poder y en democracia le será imposible acallar las voces críticas".
Y, el periodista Christian Sanz nos recordaba allá por mayo del 2019, que Alberto Fernández lo amenazó: "Yo te puedo hacer mierda", como respuesta a sus notas críticas sobre el expresidente de la Nación (Néstor Kirchner) y publicadas en Tribuna de Periodistas. Acto seguido, dice que "le ofrecía algo de pauta oficial a los efectos de moderarme".
"Me consta —dice Christian Sanz— que muchos otros colegas debieron vivir la misma situación. La editorial Perfil estuvo a la cabeza de la patriada y todos los demás fueron domesticados gracias a la eficacia del látigo de Alberto... y la millonaria pauta estatal, claro".
Al efecto, nos señala que el presupuesto para publicidad oficial era en 2003 de 46 millones pesos y diez años más tarde, kirchnerato mediante, trepó a la friolera de ¡1.760 millones!
"Hasta ese momento, solo unos pocos periodistas mostrábamos escándalos de la talla de la evaporación de los fondos de Santa Cruz, Skanska, sobreprecios en Planificación, narcotráfico en aviones de Southern Winds, vínculos de Aníbal Fernández con el tráfico de estupefacientes y otros que obligaban a Alberto Fernández a 'apretar' al periodismo".
Pero bueno, lo que quería decirles es que no se de dónde sacó eso que nosotros "nos sentimos muy identificados con todo lo que fue el trayecto de la Revolución hasta el presente, que ha puesto a China en el lugar central que ocupa en el mundo".
¿Usted cree que yo, justamente yo, me siento identificado con el régimen chino? ¡Ay, presidente, presidente!
Conclusión
Gabriela es nuestra "vergüenza nacional".
Alberto es nuestra "vergüenza internacional".
Lo que nos da vergüenza a todos, es que desde EE.UU. —debemos recordar—, hemos recibido vacunas "donadas" cuando no llegaban las "compradas" a Rusia. Lo que nos da vergüenza, es que tanto este presidente como un largo rosario de funcionarios, fueron a pedirle a EE.UU. que nos apoye para llegar a un acuerdo con el FMI, y que ahora, como contrapartida a la gauchada, les abra la puerta a Rusia y a China. Así quedamos ante el mundo, como unos bipolares totales, por no poner otra cosa.
Uno, diciendo y desdiciendo, la otra justificando lo injustificable.
Mire, yo voy a ser concreto en esto: Nos llenaron de desocupación y pobreza, pobreza infantil, que es la peor. Nuestros chicos, los alumnos, son los menos preparados. Y así podríamos seguir con una lista interminable. Pero ahora, hoy, nos llenaron de vergüenza.
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