EL MAÑANA LLEGÓ

OPINIÓN 

El gobierno terminó literalmente con la moneda argentina

Por Carlos Mira

La cotización del dólar blue sigue su marcha ascendente sin que nada lo detenga. No importa la dimensión de ese mercado: su importancia no radica en su volumen sino en lo que representa como medición de confianza. Su cotización que llega al momento de escribir esto a $223 es directamente proporcional a la medición del riesgo país que superó con creces la barrera de los 1900 pb.

El hecho de que uno deba aclarar que la cotización de un valor es la que se tiene al momento de que una nota se está escribiendo, da la pauta de la enorme volatilidad del mercado y de la pérdida de valor del peso minuto a minuto. Podemos estar entrando en un proceso de desmadre económico si no hay acuerdo con el Fondo y si Argentina se queda sin reservas podemos vivir un proceso hiperinflacionario.

El pésimo manejo económico del gobierno durante la cuarentena asesina de 2020 está desatando todas sus consecuencias ahora. El plan “mañana veremos” recibió una notificación que dice que el mañana llegó para cobrarse todos los desastres que han cometido.

Si se analiza la evolución del dólar desde la salida de la Convertibilidad hasta ahora notaría que los 100 pesos de diciembre de 2001 equivalen hoy a tan solo $1,20, mientras que el dólar conservó un 66%, superando largamente al plazo fijo que no llega al 40%. Subirán los alimentos, la escolaridad y todo lo que los argentinos usan para vivir en el día a día. Vamos a tener una inflación más alta que en 2021.

El gobierno terminó literalmente con la moneda argentina. Y un país sin moneda no existe, no puede vivir porque no tiene referencia de intercambio, ni de valor ni de cuenta.

La irresponsabilidad del peronismo en esta situación es completamente excluyente. Han inundado la calle con papeles que la gente corre desesperada para sacarse de encima. Los riesgos de entrar en hiperinflación están a la vuelta de la esquina.

Sin reservas líquidas el gobierno podría verse obligado a liberar el tipo de cambio a la fuerza, en un típico “ajuste a las piñas” que tiene lugar precisamente porque los cráneos que manejan el país no quisieron encauzar un ajuste ordenado.

La formidable dilapidación de riquezas queda reflejada en la caída en picada del valor de los activos argentinos que hoy no valen nada. Aun así, no hay compradores. Nadie se atreve a poner un peso en el país pese a que su patrimonio neto está regalado.

Con este nivel de desconfianza el valor del dólar blue continuará en alza y ese valor arrastrará los precios internos de la economía acercando la hiperinflación. A su vez la política de completa irrealidad tarifaria provocará una brecha aún mayor con los costos de mantenimiento de la infraestructura que, por tal motivo, continuará cayéndose a pedazos, sin inversiones y sin actualización.

El choque de esas dos realidades (un país sin moneda, pisando la hiperinflación) y la olla a presión de las tarifas, profundizará la presión sobre los subsidios y estos, a su vez, sobre el déficit fiscal, dando origen, de ese modo, a otra vuelta en la espiral de emisión y deuda.

El gobierno está en un callejón sin salida que él mismo construyó durante los días en que creía que se le había dado el paraíso que soñaba: una población encerrada, asustada y a merced de sus órdenes.

En aquellos días de 2020 con encierro, IFE, ATP y bandos quincenales que Fernández dictaba como si fuera un Virrey se gestó lo que está ocurriendo hoy. Más allá de que todas esas medidas tampoco tuvieron efecto alguno para detener la ola de contagios y muertes (la Argentina rankea muy mal en ambos a nivel mundial) lo cierto es que se tomaron sobre una base ya muy endeble y a la que había que atacar para mejorar no para empeorar, que fue lo que hicieron.

La pregunta del millón es si una crisis del tamaño del Rodrigazo o de la del 2001, puede tener consecuencias políticas como tuvieron aquellas. No hay dudas de que lo que ocurrió en 1975 con Celestino Rodrigo jugó un papel decisivo en el que meses más tarde fuera el golpe que dio inicio al Proceso de Reorganización Nacional. Y no hace falta aclarar cómo la finalización brusca de la Convertibilidad terminó con el gobierno de De La Rúa empujado por el golpismo peronista.

La diferencia con esos dos momentos salta a la vista, sin embargo. Hoy no hay plafón social para un “golpe” al estilo tradicional. Eso ya fue; el mundo no lo tolera más. Y tampoco hay lugar para un “golpe blando” porque quien siempre lo estimuló -que es el peronismo- está justamente en el gobierno ahora.

Al contrario, el peronismo está ocupado en tramar otros “golpes” como el que le tiene jurado a la Corte Suprema y que piensa empezar a instrumentar el 1 de febrero con la marcha convocada por Luis D’Elia y avalada por el presidente y por Justicia Legítima.

Esos fuegos de artificio (con muy reales que el gobierno quiera hacerlos aparecer) no son más que eso: humo. Mientras, la marcha imparable de las variables económicas que, al contrario, encuentran en esos sabotajes institucionales más combustible para seguir su camino, seguirá deteriorándose y el nivel de vida de los argentinos comunes se hundirá más.

Es difícil encontrar en la historia comparada un gobierno que haya estado dispuesto a hacer tanto daño con tal de salvar de la cárcel a una de sus figuras. Y también es difícil encontrar una figura mundial que haya estado dispuesta a incendiar su propio país con tal de salvar su pellejo.

Pero esto es lo que ha ocurrido en la Argentina. Sería bueno saber qué pasa por la mente del presidente Fernández viendo cómo todo se quema a su alrededor y siendo su nombre el que quedará grabado en uno de los momentos más dramáticos de la historia argentina. En algún momento, en la tarima de un escenario político y con la vicepresidente presente a su lado, dijo, dirigiéndose a ella que había hecho todo lo que le había mandado. Ojalá su conciencia esté preparada para soportar el peso de la responsabilidad por lo que fueron las consecuencias del encargo.

(The Post)

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