MENSAJE NAVIDEÑO DEL EDITOR

EDITORIAL

Empecemos por la honestidad, en cada beso, en cada abrazo


Por Walter R. Quinteros

Se perfectamente, tanto como ustedes, que en el orden actual que nos toca vivir, el espíritu navideño no cotiza en alza. La presión que nos mete el poder mantener ciertas costumbres, como la de celebrar la Nochebuena con una cena distinta, como los acostumbrados regalos a nuestros niños y seres queridos, hace que el gasto en lo económico sea mayor.

La otra presión, indisimulable, pasa por el miedo al contagio de este virus y sus variantes.

La pandemia nos ha modificado, nos cambió el paisaje cotidiano, nos llenó de preocupaciones.
Hay más sillas vacías. Y hay más bolsillos vacíos.

Si yo fuese un Sacerdote católico, les hablaría cosas como que: "Este tiempo de Navidad, nos trae antiguos sentimientos de paz, de amor, de esperanzas, de fraternidad". 

Pero no soy cura, soy un pecador más del montón.

Desde mi humilde puesto en esta cancha donde jugamos el partido por la copa de la Felicidad, me toca el lugar de alentarlos, aunque estemos viviendo tiempos complejos y difíciles. Porque muchachos, compañeros en esto de pelearla día a día, sabemos todos que en estos días debemos animarnos a creer que todo es distinto. Pongamos entonces un poquito de Fe. 

Un poquito, con eso nos alcanza.

Mi colega y amigo Gustavo Arjona me decía ayer que hay una buena noticia. 
"Lo que debe interesarnos es que Dios se hizo uno de nosotros. Ha nacido el Salvador". 

Puede que usted no sea creyente, pero lo mismo, solo por hoy, vamos a celebrar y festejar la Navidad.

Se perfectamente, tanto como ustedes, que todavía conviven con nosotros, la exclusión y la pobreza, y eso es por las contínuas mentiras de nuestros políticos. 

Que todavía hay familias que buscan trabajo y no lo encuentran. 

Que hay familias que comen una sola vez al día y que, por esa situación, no tienen acceso a obtener una casa y unos servicios dignos.

Desde mi lugar —el de un pecador más que camina por estas callecitas—, me animo a pedirles que entonces, como sea, celebremos y festejemos esta Navidad con alegría, pero pidiendo desde nuestros corazones, la gracia que Dios haga que multipliquemos nuestros esfuerzos en ser solidarios. 

Pero que también les pidamos a los señores responsables —o sea, a nuestros gobernantes—, que sepan diagramar y cumplimentar grandes proyectos de desarrollo para que todos se sientan incluidos, para que todos podamos tener nuestras necesidades básicas sastifechas. 

Se perfectamente, tanto como ustedes, que todavía no somos capaces de escucharnos y de hablarnos sincera y cordialmente. 

Somos así, no tenemos la voluntad ni la grandeza de buscar la verdad, la de no lastimarnos, la de no herirnos con palabras o frases que nos dividen y nos distancian cada vez más. 

En este nuevo orden donde vivimos hay muchos gritos que no sabemos escuchar. Hay muchas miserias que no somos capaces de ver. Hay una grieta que ampliamos cada vez más. 

Se trata de festejar la Navidad, porque la Navidad puede cambiar nuestros corazones, nuestros oídos, nuestros ojos, nuestras actitudes. Y Dios quiera, principalmente, las actitudes de nuestros políticos.

Se perfectamente, tanto como ustedes, que a nosotros los simples ciudadanos, se nos hace imposible erradicar tanta violencia y tantas agresiones. Tanta intolerancia y tanta impaciencia.

Y quien esto escribe y —ustedes lo saben perfectamente—, es uno de los excluídos y censurados por este gobierno local intolerante a la verdad. Pero eso, no me quita solidaridad.

Por eso les pido que empecemos por la sinceridad, por la franqueza.

Y nos brindemos con honestidad cada vez que estrechemos una mano, en cada beso, en cada abrazo, para así, resolver nuestros problemas desde la amistad, y buscando siempre la verdad.

Si yo fuese un Pastor evangélico, les hablaría cosas como que "En estos tiempos, somos sorprendidos y aturdidos por las malas noticias. Y parecemos dominados por las fuerzas del mal, la violencia y las injusticias en nuestra sociedad y en el mundo". 

Pero no soy Pastor, soy un pecador más del montón.

Solo me queda por decirles que: El Salvador, el Mesías y Señor, ha venido al mundo para rescatarnos, y está junto a nosotros para darnos el valor suficiente, a fin de seguir trabajando con amor, compromiso y esperanza por una justicia mayor, para la superación de la pobreza, por la inclusión, y la vigencia plena de nuestros derechos. 

La vigencia plena de nuestros derechos, eso quería decirles. Si, como lee, quería decirles eso, aunque creo que ustedes saben tan perfectamente como yo, —que apenas soy un pecador más, que camina por las callecitas de esta ciudad con buenas intenciones—, siempre he luchado por ello y lo hice desde mi puesto. La escritura y la palabra.

Y quería decirles queridos amigos que Navidad no se trata de comer por comer, de beber por beber para celebrar, para festejar. Navidad se trata de encontrarnos con sinceridad, con fraternidad, con honestidad en cada beso, en cada mano estrechada, en cada abrazo. 

Buscando en esas reconciliaciones, en esos actos que hablan tan bien de las relaciones humanas, la verdad.

Porque en estos días que nos toca vivir, en que el espíritu navideño no cotiza en alza, Dios estará entre nosotros. Y de eso, este pecador da Fe. 

Tengan todos ustedes, amigos lectores, una muy Feliz Navidad. Un muy próspero Año Nuevo. Que Dios permita que en cada hogar y en cada uno de ustedes, reine la alegría y la paz.

La Gaceta Liberal se despide por vacaciones, hasta los primeros días de enero.

Y eso, también es una buena noticia.

Perdón por tan poco.





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