LAS PARADOJAS DE LA JUSTICIA Y DE LA POLÍTICA

OPINIÓN
Resulta francamente increíble que se tome como natural que un juez sea rápidamente identificado por su filiación política

Por Carlos Mira

Resulta francamente increíble que se tome como natural que un juez sea rápidamente identificado por su filiación política. El peronismo kirchnerista ha transformado en algo habitual que a los jueces se los conozca por la pertenencia a la agrupación Justicia Legítima (que, dicho sea de paso, es un nombre que transmite la idea de que hay una Justicia “no-legitima” que es toda aquella que se integra con jueces que no provengan de sus propias filas) cuando en realidad la tarea de un juez (y tanto más aquellos de la Justicia Federal que tienen directo entendimiento en temas que tienen como protagonistas a funcionarios políticos) debe ser, antes que nada, el mantenimiento de la equidistancia de las partes en disputa y la absoluta imparcialidad respecto de los integrantes de la litis.

De lo contrario, una logia cualquiera podría copar la Justicia con sus miembros y cuando un integrante de la Orden estuviera en problemas un juez “hermano” podría salvarlo con independencia de las pruebas del proceso.

Es lo que el peronismo kirchnerista ha conseguido en varios de los juicios en curso contra la vicepresidente, sus hijos y los demás integrantes de la banda que ella preside.

Fíjense hasta dónde llega el colmo del ridículo que muchos de los que defendemos la limpieza de los procesos debemos “alegrarnos” porque un rancio kirchnerista ha sido designado en la presidencia de la Cámara de Casación Penal, ya que eso asegura que el otro candidato -el juez Daniel Petrone, integrante de la Sala 1 de la Cámara- se mantenga en su lugar y, en principio, garantice la apertura a juicio oral de las causas de Los Sauces-Hotesur en las que el grotesco de los jueces Obligado y Grümberg (también de Justicia Legítima) había sobreseído a todos los procesados.

Sucede que es una tradición que cuando un juez es designado presidente de la Cámara de Casación Penal -habiendo sido hasta ese momento juez de Sala- se corra del lugar que ocupaba hasta ese momento para dedicarse exclusivamente a los protocolos de la presidencia. Si Petrone hubiera sido designado y, con ello, hubiera dejado su asiento en la Sala 1, el kirchnerismo se habría lanzado sin miramientos para ocupar ese lugar con un integrante de su logia y así absolver a la más grande delincuente pública que ha conocido este país, junto con su esposo fallecido, naturalmente.

Los jueces Obligado y Grümberg firmaron su brulote sin terminar de producir las pruebas que ellos mismos habían pedido, apurados porque Grümberg debía dejar su interinato en los días siguientes.

Tampoco le prestaron atención al peritaje que probaba, más allá de toda duda razonable, que el dinero que recibía Báez por las liquidaciones de obra pública era transferido luego a las cuentas particulares de la familia Kirchner. Se trata de más de 25 transferencias con esa misma ruta, luego de que Báez recibía los pagos.

El ex cajero de banco recibió adjudicaciones en ese período por más de 46 mil millones de pesos que, si se toma la valuación promedio del dólar de aquellos años (aproximadamente $5 por cada dólar), la conversión asciende a 9 mil doscientos millones de dólares. Solo, repito, por la obra pública (básicamente vial) a Báez. Los sobreprecios de ese dinero eran luego transferidos a las cuentas de los Kirchner, que los blanqueaban contra inexistentes gastos en los hoteles.

La operación está escrita en los libros más elementales del lavado, pero increíblemente, en la Argentina un núcleo duro del 30% de la población (precisamente la franja social que ha sido más perjudicada por el saqueo, porque con esa montaña de recursos realmente se podría haber mejorado su condición social) sigue, no solo votando a la banda de delincuentes, sino idolatrándolos como si fueran dioses cuando en realidad les han arruinado la vida y la oportunidad para salir de su miseria, quizás para siempre.

Este robo descomunal (porque hasta en eso tuvieron suerte los Kirchner) coincidió con una explosión mundial en los precios de los commodities que la Argentina vendía y con una excepcional bonanza en materia de tasas de interés. Todo lo cual contribuyó a que se generaran excedentes que los Kirchner -en lugar de volcarlos a la multiplicación de la inversión para que eso hiciera despegar a la Argentina, con nuevas industrias, nuevos empleos y mejores salarios- se los robaron. Las principales víctimas del robo son hoy el bastión impenetrable en el que esa familia de mafiosos sigue anclando su poder. Sinceramente, increíble.

Las paradojas de la Justicia (que uno deba alegrarse porque un kirchnerista sea elegido presidente de un cuerpo) y de la política en la Argentina (que los ladrones más conspicuos de la historia sean sostenidos en el poder por quienes fueron sus víctimas más pobres) constituyen fenómenos extraños que seguramente cuesta encontrar repetidos en otras latitudes.

Quizás sea por eso que el país sigue constituyendo una isla incomprensible en el concierto de las naciones.

(The Post)

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