GORILAS

OPINIÓN

El movimiento nacional, que expresaron el radicalismo, el peronismo y todos los sectores que lograron asumir su patriotismo, está hoy ausente tanto en el Gobierno como en la oposición

Por Julio Bárbaro

Duele y lastima que la riqueza histórica y cultural del movimiento nacional desde FORJA al retorno del General termine deformada por los restos del fracasado marxismo y guerrillerismo setentista. Son cipayos sin patria ni bandera que sólo buscan destruir nuestra identidad y dejarnos sin rumbo ni destino, como terminaron sus opacos seguidores. Son gorilas, como todo el conjunto de personajes enfermos de elegancia que se creen superiores y están siempre dispuestos a echarle la culpa al pobre por existir y no respetar al vencedor. La soberbia suele crecer de manera inversa a la disminución del talento. No se limita a un bando, el odio es un mal abarcador que invade al mundo sin prisa, pero sin pausa. Los hay de izquierda y de derechas, marxistas o liberales, creyentes o ateos, eso sí, siempre engreídos y con clientela aplaudidora. Los hay en versión Trump o Bolsonaro o en familia Maduro u Ortega. Usualmente los vemos acusando al otro de no ejercer la democracia y la libertad. Unos imaginan mapuches libertarios y los otros denuncian populistas delictivos. Denunciar es de jardín de infantes, siempre la culpa la tuvo el otro, eso viene incluido en el ADN de la codicia.

“Gorila” es una palabra inventada para definir a los enemigos del peronismo. En la actualidad, para mi gusto y el de muchos, define a buena parte del conglomerado gobernante que usurpa memoria y doctrina de un pensamiento al que no conocen ni respetan. El movimiento nacional -que en rigor supieron expresar el radicalismo, el peronismo y todos los sectores que lograron asumir su patriotismo-, ese espacio político y social, esa indiscutible expresión de síntesis superadora está hoy ausente tanto en el gobierno como en la oposición.

Un país sin un proyecto a mediano plazo, sin una idea de integración en el mundo y esencialmente sin una propuesta productiva que permita dar trabajo a sus ciudadanos, está más cerca de ser una colonia que una nación. Si hay dos autores que deformaron la historia y le faltaron el respeto al General Perón, ellos son y no casualmente, los elegidos como ideólogos por el kirchnerismo. El “Ezeiza” de Horacio Verbitzky y “El presidente que no fue” de Miguel Bonasso son un intento mediocre y maledicente de rescatar la demencia de la guerrilla en plena democracia contra la voluntad de un pueblo que se expresaba en el abrazo de Perón con Balbín, en una democracia que superaba entre ambos más del ochenta por ciento de los votantes. Será entonces cuando ellos, la guerrilla, deciden asesinar a José Rucci, creyendo encontrar en las armas la representación y el afecto popular que jamás lograrían.

Nada más gorila que llamarse “La Cámpora”, asumiendo el fracaso de un personaje menor cuya única virtud era la lealtad degradada en obediencia y la incomprensión de su lugar en esa coyuntura lo llevó a un estrepitoso fracaso. Y el gran error de Cámpora fue enamorarse de la juventud guerrillera, sector al que la democracia necesitaba integrar a la política y a pesar de recibir un espacio enorme de poder seguían imaginando que la verdad sólo estaba en la boca del fusil. “Imberbes” fue el término que el General eligió para expulsarlos, habrá deseado que comprendan la historia pero Fidel Castro les había destruido su escasa capacidad de comprensión.

No hay casualidades, durante la dictadura tanto los Kirchner como sus amigos se negaron al menor compromiso con los derechos humanos. Mientras la violencia se enseñoreaba con las persecuciones y las desapariciones, la gran mayoría de estos actores estaba en la acumulación de riquezas sin solidaridad con los perseguidos ni cuestionamiento a la atroz dictadura. Será luego, cuando encuentren en el dolor de los deudos una noble causa que la llevarán al absurdo de terminar reivindicando la patética ideología de los desaparecidos.

La guerrilla eligió la violencia en democracia, asesinó en ese tiempo y terminó siendo más útil a las necesidades de la misma dictadura que a su pueblo, al que nunca supo comprender. Atacar un cuartel en Formosa, honrar y beneficiar a sus caídos y además olvidar el patriotismo de sus humildes soldados es una definición exagerada de su idea del poder y la justicia. Para ellos, en su triste y gris dogmatismo, sólo existen las víctimas de la dictadura, manera nada sutil de esquivar su propia responsabilidad sobre demasiados asesinatos en plena democracia. Nunca pidieron perdón ni asumieron una imprescindible autocrítica porque para ellos no hay más derechos humanos que los propios, nos intentan imponer la criminal idea de que ellos asesinaban munidos de una responsabilidad histórica. Lo triste es que otros sectores políticos no son conscientes de la gravedad de permitir esa deformación del pasado. No es un problema sólo del peronismo, es de toda la sociedad, donde una guerrilla suicida y fracasada logró sembrar una concepción de su protagonismo destructiva para nuestra propia identidad. Tanto la deformación de los derechos humanos para reivindicar la guerrilla sobre la misma democracia como la ideología de género y la imposición de la teoría del enemigo, todas ellas son contrarias al pensamiento peronista y dañinas contra la misma concepción de unidad nacional.

Imponen la pertenencia como cárcel, una prisión con barrotes de dogmas, decir “todes o treinta mil”, ya es grave, claro que “terrorismo de Estado” implica la reivindicación del privado, de la violencia guerrillera, como si siendo estatistas dejaran de serlo cuando ellos matan, asesinan, asignan su grotesca visión del pasado que deja al presente sin futuro. Del otro lado nos dicen “inversión extranjera”, como si sólo vendiendo patrimonio se pudiera generar riqueza. Se trata de un “gorilismo” con nombre de “Cámpora” y también el uso del peronismo para recaudar votos ajenos. Además, está el sindicalismo poderoso que nunca se ocupó de reivindicar su pensamiento ni siquiera de defender la memoria de José Rucci. Y recordemos también a los liberales que no se involucraron en los “derechos humanos” porque no estaba en el manual de los asesores bien pagos. La dirigencia votando en el Parlamento solo para resaltar el ego dejando al desnudo que les queda demasiado grande imaginar el logro trascendente de un proyecto colectivo.

Las ambiciones, las codicias, las prebendas a la luz de una sociedad que necesita dignidad, madurez, talento, coherencia, abundan en defectos que nos siguen hundiendo y carecen de una mirada que nos devuelva la esperanza. Necesitamos que nos permitan soñar con un destino colectivo y nos ofenden con la insolencia de sus negocios individuales. No es pesimismo, solo es la cruel imagen de la realidad. Pareciera que el radicalismo tiene la vitalidad necesaria para extirpar su dependencia y necesita dividirse para lograrlo. Esperemos que el peronismo haga lo mismo, el kirchnerismo y el macrismo son dos versiones de la grieta que no tienen salida. Recuperar la política implica volver a debatir ideas y no intereses, las ideas incluyen un proyecto colectivo. Los intereses están a la vista y solo siguen incrementando deuda y desocupación. No necesitamos buenos administradores de la decadencia, volvamos a la política, el economicismo y los violentos son dos callejones sin salida. Nuestra cultura se depreció aún más que nuestra integración social, salir del marxismo decadente y del materialismo economicista es imprescindible para volver a ser patria, pensar por encima de las limitaciones ideológicas, no hay otra salida. No habrá dos demonios como expresa el presidente, pero sí dos fracasos, la dictadura y la guerrilla. La política es la búsqueda de síntesis que requiere cuestionar y superar ambas.

(Infobae)

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