FUE SIN QUERER QUERIENDO

 OPINIÓN

Capitanich lanzó una convocatoria "amplia, plural y democrática a los partidos políticos con representación parlamentaria con el objetivo de construir un programa de consenso político, económico y social"

Por Sergio Schneider

CHACO- En este mismo mes Capitanich había formulado una propuesta de pacto político, económico y social pensada para el orden nacional, que no tuvo mayor repercusión en los medios fuera del Chaco ni tampoco mereció algún rebote en la dirigencia, ni siquiera en la del propio oficialismo. Pudo haber sido porque todavía estaba fresco el impacto de la derrota del Frente de Todos a nivel país, porque nadie quiso inflar al gobernador chaqueño en un escenario en el que los egos mandan o porque la realidad argentina siempre tiene urgencias esperando en fila.

Más allá de eso, la iniciativa tenía algunos elementos interesantes y podía tomarse como un borrador a partir del cual discutir ese acuerdo que se mantiene como una gran deuda pendiente de los actores centrales que ha tenido la democracia argentina en estos 38 años de recorrido. Pese a esa cuenta sin saldar, un pacto no parece estar en los planes inmediatos de las grandes fuerzas.

La desconfianza recíproca es grande, y las agresiones y descalificaciones de los últimos años, previsiblemente potenciadas por la campaña electoral, ayudaron a que las diferencias políticas se convirtieran en brechas insalvables.



Vientos internos

La situación dentro de la coalición gobernante y de la que ganó los comicios tampoco ayuda, sino todo lo contrario.

La conformación del FdT anticipaba lo que se observa hoy: un mosaico armado en 2019 desde la necesidad electoral más pura, que podría haber funcionado sin ruidos en un contexto de economía próspera y marcha política sin sobresaltos, pero que se convirtió en bolsa de gatos a partir del agravamiento de la crisis y del fracaso en las urnas. El éxito siempre disimula los desacuerdos; las contrariedades los vuelven insoslayables.

En el caso de Juntos por el Cambio, la necesidad de recuperar protagonismo y abrir perspectivas rumbo a 2023 generó un proceso interno inteligente, que fue capaz de contener las discrepancias sin dar lugar a enfrentamientos traumáticos. Pero ahora que los comicios quedaron atrás, asoma con fuerza la puja por los espacios que se definirán en 2023. Es una carrera que atraviesa de manera vertical a todos los niveles y que comienza con la vacante por la candidatura presidencial. ¿Se podrá en 2022 dar un pacto, más allá de la economía y de las confrontaciones ?

Es difícil imaginarlo, porque tanto el oficialismo como la oposición naturalizaron -y transmitieron esa cultura a la sociedad- la idea de que la imposición de un proyecto político en una sociedad determinada requiere de la destrucción de los otros que haya en danza. El Chaco también fue viéndose en ese espejo, y este año la campaña quedó marcada con el signo de ese estilo.

Ya lo hemos marcado en este mismo espacio: el oficialismo provincial y su oposición dejaron pasar los momentos más convenientes para un entendimiento, a finales de 2020 o principios de 2021, cuando la pelea por los votos todavía estaba lejos y la salida del peor tramo de la pandemia favorecía un clima político diferente. Para entonces, como también hemos contado antes, había gestiones oficiosas de algunos dirigentes empujando el acuerdo. Pero las cosas no avanzaron.

Otro tiempo

Ahora que Capitanich plantea una propuesta de alcance provincial, hay varias consideraciones para hacer. Una es que el propio gobernador debe reconocer que buena parte de sus discursos de campaña no ayudaron a crear el ambiente más favorable al fin que se plantea ahora. La ya célebre utilización de la parábola bíblica de la "oveja perdida" fue un caso extremo de radicalización, asociando al peronismo con la bondad cristiana y a la oposición con los valores más malignos.

Y sobre ese eje giraron otros mensajes que pretendían convertir al voto por el gobierno en el único aprobado por Dios, el único que defendía los intereses de la nación y de la provincia. Desde ese punto de vista, el radicalismo y sus aliados podrían sentirse con el derecho a rechazar la invitación, con el argumento de que el verdadero pensamiento de Capitanich sobre las demás fuerzas ya fue expresado antes de las elecciones y que esto de ahora es solo una apertura de paraguas frente a las dificultades que se podrían avecinar o una movida políticamente correcta para reposicionarse en un escenario que se mantiene incierto.

Sin embargo, la realidad del Chaco -una de las más precarias de la Argentina- hace que cualquier oportunidad de aliviarla se convierta en carga pública para quienes tienen la posibilidad de ayudar que algo así se concrete. Si el objetivo mayor que declaran todos los dirigentes es el bienestar general, por encima de los intereses sectoriales, es en ocasiones como ésta en que ello puede quedar demostrado. A la vez, los términos expresados durante la campaña obligan al gobernador a que el ofrecimiento sea en verdad amplio y signifique un punto de inflexión en la convivencia política provincial. No hay razones objetivas para que unos y otros se miren a sí mismos como los únicos capacitados para lograr el desarrollo del Chaco. Hasta ahora solamente han demostrado una capacidad muy parecida para sumirlo en índices de atraso que nos destacan a nivel nacional. Suficiente para saber que las diferencias no son tantas como a veces nos quieren hacer creer.

Renovar la esperanza

En cualquier caso, hay algo que expresó Capitanich en su propuesta de pacto nacional que es cierto: hay que recuperar el sentido de grandeza. Es algo que los ciudadanos no vemos desde hace muchísimo. Por el contrario, nos hemos cansado de escuchar hablar de acciones por "los intereses superiores" que eran simples maniobras de posicionamiento personal.

En lo que atañe a la oposición, una actitud de generosidad para con el bien común demanda dejar las aspiraciones de desbancar al peronismo en 2023 guardadas en los escritorios -hasta que sea el momento de volver a la faena proselitista- y hacer lo posible para que hoy la posibilidad de un acuerdo se plasme y tenga resultados tangibles, efectuando aportes técnicos y políticos que fortalezcan la iniciativa.

En cuanto al gobierno, le corresponden las mayores responsabilidades, ya que tiene la obligación de volver creíble su propuesta. Si de lo que habla es de amplitud y de diversidad, el día a día de las conversaciones deberá tener esos dos rasgos distintivos. Será necesaria una gran dosis de humildad, esa que los años en el poder esmerilaron, para aceptar que el camino debería ir haciéndose al andar y que nadie es el propietario de la verdad.

El hipotético momento en que Capitanich y Leandro Zdero (como principal figura actual de Juntos por el Cambio) se vean las caras y se den la mano podrá ser el punto de partida de algo verdaderamente importante o una foto más que nadie recordará dentro de un año y medio. "Fue sin querer queriendo", le podría decir el gobernador al dirigente radical, para referirse a todo lo que exclamó desde las tribunas antes del 14 de noviembre.

El diputado haría bien en poner el foco en lo trascendente, y buscar la manera de comprobar si la propuesta del acuerdo es auténtica o no. La más eficaz sería hacer todo lo posible para que prospere.

En su texto para el "pacto argentino", Capitanich había planteado la necesidad de "promover el sentido común dejando de lado ciertos prejuicios y la exacerbación de ideologías reduccionistas en un mundo complejo". Si asume que es una de las mejores autocríticas que puede hacer hoy el sector al que pertenece, hay chances de que el proyecto funcione. Ojalá suceda.

(NORTE)

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