¿Y SI ES EL FINAL DEL PERONISMO?

OPINIÓN  

Con estos números a la vista la pregunta no es tan absurda

Por Osvaldo Bazán

¿Y si lo que pasa dentro de 20 días es que cerca del 70% de los argentinos dirá que no quiere peronismo en ninguna de sus formas, ni capitalista, ni anticapitalista, ni represor ni garantista, ni dialoguista ni dictatorial?

¿Qué pasa?

¿Qué pasa si los argentinos dicen?: “Ya está; duró demasiado el cuento de hadas del general que se encandila por la estrella cinematográfica y toda la parafernalia infantil y demagógica con el que convirtieron un país del primer mundo como debería ser éste, en una extensa villa miseria con manchones de capitalismo, derechos humanos y república”

¿Es el fin del peronismo? Qué sé yo.

Al peronismo, como a las novelas, cada tanto alguien le decreta su final y ahí siguen ambos, agonizando.

Lo que sí puede decirse es que jamás antes esta pregunta tenía algún sentido y ahora sí lo tiene.

¿Es el fin del peronismo? ¿Y si queda reducido a un grupo testimonial, sin fuerza ni poder?

En las elecciones presidenciales de 2011 se presentaron tres candidatos peronistas: Cristina Fernández (que consiguió el 54,11% de los votos), Alberto Rodríguez Sáa (7,96%) y Eduardo Duhalde (5,86 %).

El peronismo logró el 67,93 % de los votos.

Sí, aunque suene increíble, sólo diez años atrás, casi el 70 % del país votó por los nietos del general admirador de Mussolini, amigo de Franco y de Stroessner.

En las elecciones del 2015, las fuerzas de diversas vertientes peronistas que se presentaron para competir en primera vuelta por el puesto de presidente fueron tres: Daniel Scioli (37,08%), Sergio Massa (21,34%) y Adolfo Rodríguez Sáa (1,64%).

Sumados, consiguieron el 60,06 % de los votos.

En las elecciones del 2019, dos fuerzas de origen peronista se presentaron para competir en primera vuelta: Alberto Fernández (48,24%) y Roberto Lavagna (6,14%).

Sumados: 54,38 % de los votos.

La caída en las presidenciales ha sido constante.

En las elecciones legislativas todo se complica porque entran a jugar las diversas vertientes provinciales. Para simplificar, en 2017, digamos que sumados los votos de Unidad Ciudadana (con Cristina Kirchner a la cabeza, 19,81%), más los del Frente Justicialista (del PJ “puro”, 13,71%) y la alianza 1 País (con Sergio Massa, 5,71%), sin contar la miríada de fracciones divididas y enfrentadas con las que se presentó el único partido que festeja el día de la lealtad, alcanzó el 39,23 %.

Con estos números a la vista la pregunta no es tan absurda. Y el sólo hecho de que la pregunta no sea tan absurda muestra un panorama totalmente virgen.

¿Y si ahora pasa? ¿Y si esta vez, sí?

¿Estamos viendo derretirse ante nuestros ojos al movimiento que le dio sustento económico y cultural al país durante casi 70 años?

El peronismo nos formó, a favor o en contra. Pero nada es eterno en el terreno de las ideas, en las maneras de ver el mundo, en las formas de habitarlo.

¿Ya ocurrió que un sistema político muy arraigado, que decodifica, construye, ordena un país, las relaciones entre sus poderes y sus habitantes, cambiara y ese cambio fuera para siempre?

Sí, claro, ya ocurrió. Y fuimos contemporáneos. Y fuimos protagonistas.

En 1982 los militares llevaban 6 años en el poder.

Un poder que era total. Un poder sobre la vida y las pertenencias de los habitantes. Un poder sentado en el terror.

En 1982, Galtieri llenó la Plaza de Mayo con manifestantes a su favor. En 1983 se iba para siempre el último militar de la Casa Rosada.

Si alguien en marzo del ’82 hubiera dicho que nunca más habría militares en el poder, pocos le hubieran creído.

Durante 53 años, los golpes militares se habían convertido en moneda corriente, la salida habitual, lo esperable, la costumbre.

Hoy es inimaginable. Un argentino tiene que tener más de 38 años para haber vivido bajo un gobierno militar.

Hay más.

Cuando comenzó este siglo, hace nada, decirle a alguien “homosexual” era un insulto. Veníamos de dos mil años de humillación, discriminación y dolor.

Hoy el insulto es decir “homofóbico”. Para muchos, ese cambio vital nos mejoró la vida 100%.

¿Qué sucedió para que esa evolución se realizara? Todo empieza hablando. Todo empieza perdiendo el miedo.

No casualmente la homosexualidad era un “pecado nefando”. Nefando es aquello de lo que no se puede hablar. El cono de silencio de dos mil años impidió a millones de personas en la historia de la humanidad contarse a sí mismos; mostrarse como lo que eran: gente común, ni mejor ni peor, con otras ansias amatorias.

Y entonces, cuando finalmente salió la verdad a la luz, las sociedades se enteraron: no eran monstruos degenerados. Se normalizó la relación entre todos y acá estamos, más tranquilos, más libres.

Con el peronismo ha pasado algo parecido. Se ha roto la espiral de silencio.

No sólo en los cómodos salones citadinos. Es el pibe que se le planta a la profesora en La Matanza; es la chica que sale a enfrentar a Gildo Insfrán; es -finalmente- el comunicado de la COPAL (Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios) diciendo lo que nunca los empresarios le dicen al gobierno peronista, por miedo o complicidad.

Paradójicamente, no son las voces tradicionalmente autorizadas las que rompieron la muralla del silencio cómplice.

Hoy, la conversación pública la manejan referentes de música habitualmente marginada como El Dipy o L-Gante. Se cuentan con los dedos de una mano los integrantes del ámbito académico, intelectual o artístico que levantaron su voz, por ejemplo, para pedir que los chicos tuvieran clases presenciales

Casi no hubo escritores, científicos, músicos, intelectuales que hablaran de los casos Solange, Lara, Magalí, Abigail, por nombrar sólo algunos.

A ellos también se les viene la noche.

Despreciar el llanto de la sociedad a la que pertenecen, subidos al pony de la superioridad moral es algo que pagarán muy caro, más de lo que ahora pueden ver.

¡Ay, rock nacional, qué pena enorme verte tan domesticado!

Cuando las sociedades se desilusionan, es muy difícil volver a enamorarlas. Cuando las sociedades abren los ojos, difícilmente vuelvan atrás.

Los cambios existen. La vida continúa.

También es cierto que nada es para siempre y que la democracia y la libertad nunca están ganadas eternamente. Lo aprendieron con dolor los venezolanos, quizás los habitantes de uno de los pocos países que decidió suicidarse.

Pero cuando no da para más, no da para más. Y el peronismo en el poder, cree gran parte de la población, no da para más.

Todo, en la semana que termina, habla de un poder en descomposición; un helado al sol; la nostalgia de haber sido, el dolor de ya no ser.

¿Qué defiende una facción política cuyos fanáticos son capaces de pisar las piedras del dolor?

Militantes posesos rompiendo las fotos de una chica que murió sin poder cumplir su último deseo, por una orden desacertada del partido del que son militantes.

¿Qué futuro tiene un partido así? ¿Qué pretende de los ciudadanos? ¿Para qué sirve?

La tibia excusa de un (1) funcionario, eso de que sólo fueron dos personas, es ofensiva.

Todos vimos todo. Es lo que no terminan de entender. Todos vemos todo.

Esa blasfemia al dolor popular fue la segunda.

La primera, la que abrió la puerta a ésta, fue la de la administración cuando secuestró las piedras originales y las encerró, de manera inconsulta, en la Casa Rosada.

En la misma semana, el que hasta ayer era presentado como salvación, el sr. tucumano que se quedó con malas artes con la mayor empresa de aceitunas del país, fue a New York en un avión que fue comprado como avión sanitario pero que según la Ministra de la Verdad, es un avión que no es sanitario, sólo puede ser equipado como tal y lo usó, pobre sr., sólo porque no había ningún pedido en Tucumán para ser usado.

Todo el mundo sabe que las urgencias sanitarias se planificaran con una semana de anticipación. También dijo que no había pasajes y que salía más barato el avión privado que los de línea. O sea, mintió tres veces en una sola frase, buen score para ser una debutante.

En New York, “el hiperkinético” -como quisieron instalar algunos comunicadores deseosos de cambiar su auto este año- se reunió con representantes de empresas norteamericanas y los invitó a venir a conocer las maravillas argentinas, mire que es lindo mi país, paisano. Nadie le avisó que los representantes con los que se reunió, eran los argentinos que trabajan para aquellas empresas. Les quiso explicar qué significaba el escudo del partido justicialista. Sic.

Al final, si ya había tantos funcionarios para hacer papelones, ¿para qué hacía falta uno más? Volvió con las manos vacías. Él, su esposa no sabemos, porque también viajó. Siempre hay buenas ofertas en Macy’s.

Bueno, pero fue allá a decir que queríamos arreglar con el Fondo mientras acá, el partido de la administración que lo mandó, hizo una marcha para decir que no pensaba arreglar con el Fondo. El que dicen que es presidente andaba dando vueltas en el helicóptero a ver qué decían en el acto; si lo elogiaban iba, si lo criticaban, no iba. Se tuvo que pegar la vuelta.

En ninguno de los tres actos de la lealtad lo elogiaron, pobre hombre.

Eso sí, la Ministra de la Verdad dijo que jamás había tenido pensado ir. Que todos supiéramos que sí, que había salido y que al final se arrepintió, es un detalle que no te debe arruinar una conferencia de prensa.

En la misma semana intentaron imponer una lista de precios para bajar la inflación. Eso ya de por sí es chusco pero el jaleo que armaron; lo oscuro de las decisiones; lo incoherente de las medidas sólo sirvió para medir el grado de ineficacia de la administración.

Paula Español, la perniciosa ex Secretaria de Comercio estaba dele hacer trompita porque la sacaron del cargo así que agarró y se llevó la compu con toda la información oficial a su casa; entonces el pernicioso actual Secretario de Comercio, Roberto Feletti tuvo que usar una lista hecha en el gobierno de Mauricio Macri, en donde figuraban productos que ya ni se fabrican.

Así que ahora ni la Montain Dew, ni los caramelos MuMú, ni la Colonia Pibes podrán aumentar de precios. Deben seguir nominado en australes.

De los 1.373 productos de la lista que dio el gobierno, el 48% del total está discontinuado, el 17% ya está en el plan Precios Cuidados y el 13 son una categoría difusa porque no están en todo el país.

O sea, entre los discontinuados y los que no se consiguen en todo el país el 62% de la lista no tiene sentido.

Hay que recordar que Paula Español, que no quiso pasar los datos, continúa en otro departamento de la misma administración para tomar dimensión de lo roto que está todo.

Se ponen palos en las respectivas ruedas. Se odian entre todos con mucha prolijidad y constancia.

El único objetivo de la movida de Feletti es decir “la inflación es el otro”. Acaban de descubrir que a la gente le molesta que los precios sean inalcanzables entonces han decidido luchar duramente. No para bajar los precios sino para que se crea que la culpa la tienen los empresarios.

Y listo. Lo importante es el yo no fui.

Ver a Alejandro Gandulfo, jefe de gabinete de Quilmes, a Cecilia Soler, Secretaria de Desarrollo Urbano y Obras Públicas de Quilmes, a Gaspar De Stéfano, Secretario de Seguridad y Ordenamiento Urbano de Quilmes y a Mayra Mendoza, intendenta de Quilmes recorriendo las góndolas para comprobar que el Procenex fragancia lavandina en botella de 900 cuesta efectivamente $103,75 sería para reírse de ellos, sino fuera que aún está caliente el cuerpito de Lucas Cancino, acuchillado cuando salía de su casa para ir a la escuela.

¿Y si las viejas formas dejaron de funcionar?

¿Y si estiraron tanto de la cuerda de la paciencia ciudadana, que se estiró como el elástico de un calzón viejo y se cayó? (Estoy comparando al peronismo con un calzón viejo, por si no quedó claro)

La administración está tan perdida, tan ensimismada y alienada que nada de lo que haga enamora, entusiasma o seduce.

En el medio del caos, agarrado a esa libretita de almacenero con que lo obligaron a salir por los barrios, aparece la pareja de Fabiola a escribir en una nota pésimamente redactada, que de la seguridad se encargue Magoya, que él está posando con la guitarra para una estatua formoseña.

Y sale el malón viejos vinagres a decir que los mapuches son la esencia de la patria, la voz censurada del subsuelo coso, olvidándose de contar el detalle que la gente de la que se habla no sólo no es mapuche ni nada.

Ahí están las fotos de Fernando Jones Huala saltimbanqueando como flogger debajo de su flequillo en las escaleras del Shopping Abasto en Buenos Aires, al lado de Cumbio. Rara manera de luchar contra el huinca.

Una versión benévola podría decir que no saben manejar el conflicto del sur y algo quizás haya de cierto: nunca hay que olvidar que son terriblemente ineptos. Otra versión seguramente tendrá en cuenta el valor económico de las tierras en disputa.

Todo se les fue de las manos porque nunca se prepararon para nada.

¿Cómo pensaron que llegamos a ser el país número 11 en muertos por millón de habitantes por Covid?

¿Cómo crearon esta catástrofe de nenes que no saben relacionarse, que tienen dificultades para comunicarse, con chicos que en tercer grado no saben leer y en séptimo no entienden qué leen?

Fueron años de tomar el Estado por asalto para beneficio propio. Nos quedamos sin Estado, sólo quedaron los asaltantes.

No, no es cierto que si parece que se pelean sólo se están reproduciendo. Se están peleando porque es lo que pasa cuando quedan las últimas migajas.

El tema es que les quedan dos años y tendrán que cumplirlos hasta el final. ¿Qué serán? ¿Los que arreglen con el Fondo o los que lo vituperan? ¿Los que apoyan a los maputruchos o los que piden represión?

¿Qué pasa si los argentinos en 20 días le decimos chau al peronismo?

¿Qué pasa si finalmente superamos el clientelismo, la demagogia, el autoritarismo?

¿Seremos capaces de ser mejores?

Algunas señales dicen que sí. De tanto tropezar en la misma piedra ¿habremos aprendido?

El futuro tiene una ventaja: no está hecho. Vamos para allá, quizás esta vez sea verdad.

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