EN PRESENCIA DE UN CONTRAGOBIERNO

OPINIÓN

La sospecha de salvar de la cárcel a Cristina Fernández de Kirchner, era cierta

Por Carlos Mira

La situación de la Argentina empeora minuto a minuto. El tiempo que falta de aquí hasta las elecciones de medio término parece una eternidad si uno tiene en cuenta la cantidad de problemas irresueltos que se acumulan y la manifiesta ineptitud del gobierno para enfrentarlos.

Cuando uno constata esa realidad, cae en la conclusión de que la fundada sospecha de que la postulación del FDT al gobierno en mayo de 2019 no tenía que ver con mejorar la situación del país y hacer algo por la Argentina sino solamente alcanzar el gobierno para, desde allí, intentar salvar de la cárcel a Cristina Fernández de Kirchner, era completamente acertada y cierta.

En ese momento, como en todo el resto de su vida, a Cristina Fernández no le interesó otra cosa que ella misma y utilizó al país para satisfacer esos deseos personales, primero de emperatriz millonaria y luego de impune personaje que lograba salir airosa de sus crímenes valiéndose nuevamente de la apropiación del Estado.

El problema es que la señora pudo haber cometido un ligero error de cálculo. Seguramente ella supuso que la liberación de sus causas, ni bien asumido el gobierno iba a ser mucho más rápida de lo que terminó siendo.

De hecho la única causa de la que logró liberarse era la que, efectivamente, desde el comienzo, menos posibilidades tenía de avanzar de acuerdo a los juristas más calificados, dada la naturaleza no-justiciable de su fondo: me refiero a la causa conocida como “dólar futuro”.

En todas las demás -incluida la del pacto de impunidad con Irán, cuyo inentendible sobreseimiento en la etapa de instrucción que impedía la elevación a juicio, fue apelado- es tanta la acumulación de evidencia de toda índole que las esperanzas de que, siendo el dueño del poder en la Argentina, todo se facilita no funcionaron al ritmo deseado por la comandante.

Este último dato, aun con todas las reservas que naturalmente podrían enumerarse, rescata a parte de la Justicia argentina que dio muestras de que al menos tiene la vergüenza suficiente como para no archivar causas en donde la prueba desborda, más allá de quién sea el dueño del poder ejecutivo.

Bastante han hecho no llegando a sentencias definitivas cuando tienen todo para dictarlas. Pero al menos no han tenido la cara de piedra suficientemente dura como para archivarlas.

Seguramente a eso apostó la señora. Se creyó tanto sus delirios de emperatriz que nunca dudó de que la estrategia era conseguir volver al gobierno: una vez allí todo sería pan comido.

Pero el gobierno se ganó en diciembre de 2019 y, a casi dos años, la comandante sigue tan en el banquillo como estaba antes de ser vicepresidente. Pero con un agravante: como para lo único que ganaron el gobierno fue para liberarla a ella, no tenían la menor idea de qué hacer con los múltiples frentes de problemas que el país tenía, de modo que la situación se deterioró notablemente.

Para colmo la pandemia encendió los afiebrados sueños de algunos marginales de la coalición que creyeron ver allí la oportunidad para perfeccionar el plan de una Argentina regimentada, sometida a todo tipo de restricciones, prohibiciones y aislamientos, perfil con el que ellos sueñan desde hace más de 50 años.

La profundización de ese intento (que sirvió entre otras cosas -y para los que no lo tenían del todo claro- para demostrar la total inutilidad de Alberto Fernández y su completa sumisión al programa de liberación de la emperatriz) fundió más de 100 mil empresas, dejó a cientos de miles sin trabajo, forzó un éxodo de argentinos nunca antes visto y multiplicó la escasez, la pobreza y las necesidades de nuevos pobres que cayeron en esa condición desde una clase media cada vez más atacada con impuestos, con regulaciones y con prohibiciones de trabajar.

Como si fuera poco, el gobierno dejó más en claro aún su alianza con la delincuencia y el narcotráfico al dar marcha atrás con la mayoría (por no decir todas) las iniciativas del gobierno anterior para atacar esos flagelos. Liberó delincuentes peligrosos, derogó disposiciones que tenían que ver con la lucha contra la droga y, por último, se alió con el enemigo de la nación que busca una secesión del territorio argentino en el Sur, brindándole ayuda y socorro, tanto en el país como en el exterior al propio tiempo que deja librados a su suerte a los miles de argentinos atacados en sus propiedades, en su integridad física y en su seguridad familiar, dejándolos expuestos a los ataques de estos facinerosos que roban, saquean e incendian todo lo que encuentran a su paso.

Es muy difícil encontrar tantas pruebas de lo que me animaría a definir como un “contragobierno”, es decir un gobierno cuyo principal objetivo es perjudicar el país que gobierna. Y el del FDT es un “contragobierno” porque es un gobierno cuya finalidad es gobernar para Cristina Fernández de Kirchner, no para la Argentina. Todas las medidas que adopta son tomadas en la creencia de que eso mantendrá a la señora en el gobierno y que eso, a su vez, contribuirá a la declaración de inocencia en las múltiples causas que enfrenta.

Libera delincuentes porque supone que a los argentinos les cae simpática esa postura cool de ser blando con el delito asumiendo que suscriben la teoría de que ellos son “víctimas de la sociedad capitalista que los margina y los conmina a delinquir”. Pero esa teoría es rechazada visceralmente por la inmensa mayoría social.

Amenaza con no pagar la deuda (el último chiste que blandieron los cantitos de La Cámpora) porque supone que el argentino adscribe a esa teoría de que el mundo conspira contra el país. Pero lo cierto es que esa estupidez es atendida cada vez por menos oídos.

Brinda apoyo a un grupo terrorista que tiene en vilo a la Patagonia porque supone que el argentino es “revolucionario” y simpatiza con la violencia. Pero los hechos demuestran que esa es una postura minoritaria dentro incluso del propio gobierno.

Es decir, la señora parece haber perdido la brújula de lo que podría mantenerla en el poder. Ha malinterpretado las señales de la sociedad y por ende aplica teorías equivocadas que, en lugar de mantenerla en el lugar que ella cree podría ayudarla a zafar de la cárcel, la alejan de él y la ponen frente a peligros aún más severos.

¿Qué hará entonces un ser desquiciado como ha demostrado ser Cristina Fernández de Kirchner? (Porque no se puede ser otra cosa cuando se aspira a someter a todo un país a las voluntades de su ombligo)

De la respuesta a esa pregunta depende el futuro de millones. Y las especulaciones que podrían hacerse para responderla no son precisamente edificantes si uno parte de la base de que la señora ha sido capaz de organizar una fuerza electoral con la sola finalidad de especular con la idea de que un gobierno propio la pondría felizmente a disfrutar de su fortuna robada lejos del alcance del escarmiento.



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