EL ANOTADOR SIN IDEAS

OPINIÓN

Triste, solitario y final

Por Pablo Rossi 

Alberto Fernández se ha transformado en un anotador sin ideas. Triste, solitario y final. Te quedan dos años, Alberto. ¿En qué te has o te han convertido? ¿En qué has convertido la autoridad, la institución y la investidura presidencial? ¿Será ese el anotador del Frente de Todos?

¿Sabes lo que tenés que anotar, Alberto, en tu anotador vacío? 40% de pobres, 50% de inflación, 1600 puntos básicos de riesgo país, 54,3% de pobreza infantil, 7 de cada 10 jóvenes no comprenden textos, miles abandonan la Argentina por día. Qué perdido que estás, Alberto.

Antes, dice el sociólogo Juan Carlos Torre, los políticos al menos sabían cuál era su rol. ¿Cuál era el rol? Marcar un rumbo. Se mostraban como políticos primus inter pares para decirle a un grupo a dónde estaba el futuro. El líder muestra al grupo que lo elige el sendero hacia el futuro.

Podía equivocarse o estar más o menos errado. Era entender por dónde iba el mundo y tratar de encajar con él. Los líderes argentinos acertaron y la pifiaron. Obviamente que tenemos nuestro balance negativo en el total. Pero al menos se interpretaba que la función política era la de mostrar horizonte.

Hoy, no sé si fue la pandemia de ideas o si se descerebraron de pronto. Ayer les decía zombies electorales. Comenzó a darse como una tendencia entre los políticos actuales y ahora se da como una certeza. Creen que cumplen su rol cuando escuchan. ¿Desde cuándo escuchar se había transformado en una virtud para hacer política?

Escuchar escuchamos todos. El político debía conducir, debía señalar, debía establecer el rumbo. Raúl Alfonsín y Carlos Menem también fallaron. Es cierto. Pero no en algo tan básico como estar dando lástima en el Conurbano bonaerense con una libretita vacía.

Vacía porque el presidente no sabe que anotar y porque él está vacío de ideas. No sabe a dónde va ni cómo gobernar este país. No sabe siquiera como ponerse de acuerdo con su socia. No sabe si acordar con el Fondo Monetario Internacional o hacerle caso a Cristina.

No sabe si abrir la economía o cerrarla más. No sabe si repetir la idea del kirchnerismo del que se fue y del que renegó paseándose por los canales de televisión y diciendo barbaridades de sus amigos. Y ahora indultándolos pero mezclándose y desdibujándose como el transformista que, de tantas transformaciones que hace, termina sin saber quién es.

Antes, los líderes no iban dando lástima para que la gente les diga cómo tenían que gobernar. ¿Qué está haciendo Alberto Fernández en el Conurbano? ¿Preguntándole a la gente que le hace falta? ¿Qué es esto? ¿Esta es la estatura intelectual y política de nuestros líderes?

Al menos, yo recuerdo haberme emocionado por Raúl Alfonsín, que recitaba el preámbulo. Dice Juan Carlos Torre que ser presidente es sobrevivir. Sobrevivir a tu tiempo, a la coyuntura. Es domar el potro. Tratar de mantenerse arriba de él, que es la Argentina y sus vicisitudes.

Estos líderes del pasado se equivocaban pero tenían ideas y tenían agallas. Tenían atributos. Se equivocaban, si. Algunos eran porfiados, otros era ultraideologizados. Pero, al menos, sabían a dónde iban. No tenían que andar anotando en un cuadernito el rumbo.

Traté de trazar una parábola entre los distintos tipos de liderazgos políticos de Alfonsín a esta parte. Cristina Kirchner es una líder política. Néstor Kirchner también lo fue. Eduardo Duhalde, a su manera, lo fue. Fernando de la Rúa, con todas sus vacilaciones, pecados y dudas, también.

Me da la sensación de que Alberto Fernández es una lamentable y patética involución del liderazgo político de la Argentina. Ese cuadernito, ese anotador vacío con el que va dando lástima por el Conurbano, refuerza la lamentable idea. Le quedan dos años todavía. ¿Así piensa gobernar?

(Editorial de Pablo Rossi en Hora 17 por La Nación Más)


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