EDITORIAL
Soy el elector que entra a un cuarto oscuro / con mi memoria llena de falsas promesas / de esas caritas impresas / en las boletas
Soy el elector que ya no tiene paciencia para escuchar,
sus largos discursos ni sus estúpidos planes económicos.
A usted le digo, que vive de la política.
Porque soy uno de los votantes
que venían gritándoles
que no tengo la más mínima esperanza
en ninguno de ustedes.
Ni en los que gobiernan ahora,
ni en los que gobernaron antes.
Soy el que espera que me escuchen,
mientras ustedes se acomodan en las listas
para ocupar las sillas vacantes.
De hecho, ustedes mismos dicen y dicen que nos “escuchan” todo el tiempo.
Que no necesitan salir a pararnos en la calle.
Que se las saben a todas, se la saben.
Soy el elector que sabe que ni idea tienen
que la clave es escuchar al votante.
Y soy el que se pregunta
¿No disimulan que nos estarán escuchando demasiado?
Soy aquel elector que recuerda, y en un despacho público,
confiado a un funcionario,
mientras esperaba que el buen señor
termine su cafecito y la lectura del diario.
Soy el elector que explicaba
su desesperada urgencia por una audiencia.
Soy el elector que, cuando por fin entraba,
parecía estar pidiéndoles un favor,
mientras ustedes juegaban con platita ajena.
Soy el elector que les dice
que todo lo que deberían haber hecho,
era solo una pequeña gentileza sencilla,
tratarme con algo más de cortesía.
Soy el elector que se entristece
al ver y escuchar sus cómicos discursos de todo orden,
para pedirme de nuevo, el voto que necesitan.
Soy el elector que le dice
A usted, político de porquería.
Que nunca jamás,
"jamás de los jamases",
los votaría.
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