ALTERADOS ES POCO

OPINIÓN

Ese parece ser el ánimo generalizado con el que se están encontrando los candidatos de las PASO

Por Marcelo Torrez

El primer turno electoral del año nos encontrará a todos los argentinos inmersos en un clima caldeado. No es novedad. El ánimo social está maltrecho, cargado de desesperanza, frustración e impotencia. Quizás la diferencia –si es que existe alguna– con otros momentos de alta crisis y sensibilidad extrema pase por un cierto grado de desinterés que todas las encuestas que se han venido haciendo en el país y en la provincia están marcando, de alguna manera: el fastidio y la impotencia generalizada por la falta de respuestas efectivas y concretas puede que se manifieste en el desinterés, en el “no me importa nada o me importa poco lo que digan, hagan y prometan porque nada va a cambiar”. Una frase hecha –pero muy extendida– que prueba la resignación. Cuál de los modelos políticos puede sacar provecho de esa situación, nadie lo sabe, aunque dispara un sinnúmero de especulaciones.

Ese parece ser el ánimo generalizado con el que se están encontrando los candidatos de las PASO –aunque lo nieguen y se crean en la obligación de dar un mensaje optimista en la campaña– porque, de lo contrario, serían boleta, y no precisamente una con su nombre dentro de un sobre, sino en el cesto de la basura. De igual manera, a los candidatos los ha dominado el desconcierto, porque pueden pasar del carnaval, el corso, el canto y la felicidad a los gestos adustos y caras serias como demostrando ser empáticos con los problemas sociales y la sociedad que el domingo necesitarán como nadie.

La dirigencia también está sensible, en extremo, en algunos casos. No es para menos. Algunos de esos dirigentes son funcionarios, directivos y candidatos y, por supuesto, el reclamo en público, el pedido de más acción, el pase de factura, la presión de unos sobre otros los termina desequilibrando.

El día de campo que organizan los empresarios y productores de ganado de Alvear, como previa a la Fiesta de la Ganadería de Zonas Áridas resultó ser el epicentro de la tensión económica y política del fin de semana, justo una semana antes de la Primarias. El sábado coincidieron en Alvear funcionarios del gobierno de Suarez, como Enrique Vaquié, y algunas de las espadas electorales más importantes del oficialismo, como Alfredo Cornejo.

El titular de la cámara de empresarios alvearenses, Andrés Vavrik, al hablar en el acto (fue el único que lo hizo) marcó tres aspectos por los cuales la actividad privada batalla desde tiempos inmemoriales, como una reforma laboral necesaria y urgente “porque nadie contrata a un empleado para despedirlo”; se quejó porque se tributan más de 150 impuestos que les impiden llevar adelante un negocio como la gente, con lo que solicitó también una reforma impositiva; y, por último, apuntó una reducción del déficit fiscal porque “nadie en su sano juicio” puede gastar más de lo que tiene o de lo que produce.

La falta de reconocimiento –por parte de Vavrik– a lo que el gobierno de Rodolfo Suarez ha hecho en beneficio de los sectores productivos de la provincia pegó fuerte en los representantes del oficialismo allí presentes, a tal punto que testigos aseguran y describen que entre Vaquié y Vavrik se produjo una refriega verbal en la cual uno defendió las críticas al Gobierno por las medidas insuficientes y el otro recriminó no haber hecho referencia al esfuerzo que la Provincia hace por ellos.

Tanto Vavrik como Vaquié negaron ese entredicho, con el agregado de que Vavrik admitió ser demasiado ampuloso y vehemente cuando habla y que esos gestos –vistos desde lejos– pudieron haber hecho pensar a los comensales que se trataba de una discusión. Lo cierto es que la mesa principal del evento, que ambos compartían, terminó por desmembrarse para que cada uno de los sentados allí pasaran a ocupar otro lugar. Todo, según parece, terminó bien y amigablemente con la mediación de Cornejo, presente en la mesa y, aparentemente, no ajeno a ese cruce algo destemplado.

El incidente, que, se remarca, es negado por los propios protagonistas, a nadie podría extrañarle en medio del estado alterado de las cosas, de todas las cosas. Un gobierno –que dice que hace lo que puede porque el resto de las soluciones dependen de la macroeconomía bajo el control de la Nación– y los empresarios –hartos de las mismas respuestas y de la existencia de los mismos problemas que se repiten por mucho tiempo por supuesto sin ser corregidos– conforman y explican el clima y contexto del momento.

El economista Esteban Domeck desde su consultora y sus cuentas en las redes sociales suele agitar el panorama crítico que se sufre en Argentina. Fue quien varios meses atrás sistematizó y enumeró la cantidad de impuestos, gravámenes y tasas que se tributan en Argentina y que impiden cualquier mínimo desarrollo privado que se precie. También por esa situación se espanta la inversión y, si a eso se suman las restricciones para los que dependen de la exportación de sus productos –porque por allí logran la sustentabilidad del negocio que representan y encaran– no puede ser todo menos que explosivo.

El mismo Domeck sistematizó, desde su cuenta de Twitter, lo que se paga de impuestos cada vez que los argentinos compran, por caso, estos productos: aceite: 42%, yerba: 39,3%, naranjas: 38,3%, carne: 29,2%, fideos: 42%, leche: 26,8%, gaseosas: 48,2%, pan: 25,1%, restaurantes: 37,4%, hoteles: 36,9%, autos: 54,8%; transporte: 40,5% e indumentaria: 55 Y, como dice el economista: “Cada vez que salís de compras, en realidad estás yendo a la AFIP”.

(EL SOL)

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