PEQUEÑO HOMENAJE AL MAESTRO VÍCTOR BRIZUELA

SOCIEDAD / HISTORIAS

"Ché Brizuela, hacenos la gauchada, decilo por la radio, que esta es una hinchada"

Había nacido el 31 de julio de 1932, era oriundo del barrio cordobés de Bella Vista, hijo de un secretario gremial del calzado y de una portera de escuela y legendaria militante radical, ya en el año 1952 su voz comenzó a sonar en la emisora LV2 y desde 1960 impulsó su espacio Sucesos Deportivos. En 1993 pasó a LV3, siempre caracterizándose por su opinión independiente y frontal, esperada con ansiedad por una gran audiencia. En 1998 junto a su hijo Víctor Hugo, creó su propia emisora: Radio Suceso También escribió en los diarios Orientación, Ultimas noticias y en la Voz del Interior.

Víctor Brizuela, el Maestro, tenía eso, una opinión respetada. Las hinchadas le cantaban no al club, no a sus ídolos, le cantaban al comentarista...

"Ché Brizuela, hacenos la gauchada, decilo por la radio, que esta es una hinchada"

El ya también fallecido periodista Osvaldo Whebe, aseguraba una vez que: "No habrá nadie que pueda reemplazarlo".

Jorge Parodi le escribió:

Querido Maestro Víctor, quería decirle que aunque ya no podamos escucharlo, donde quiera que esté, lo seguimos sintiendo. Que a veces lo busco en el corazón de mi vieja radio Spika a transistores que tengo guardada en algún rincón del alma. Que, como oyente, fue mi compañero de inolvidables domingos por la tarde de mi niñez y de mi adolescencia, pintando con el pincel de sus sabias palabras, estadios y ciudades, goles y cracks del fútbol, alegrías y tristezas, emociones y decepciones. Que siempre le estaré agradecido por el privilegio de permanecer más de 20 años compartiendo micrófono a su lado.

Que sus sentencias certeras y precisas rondan por nuestro corazón en cada programa, en cada transmisión. Que “así en la vida como en el fútbol” su pasión por la verdad, por el periodismo, por la radio y por el fútbol, ha quedado impregnada en todos quienes tuvimos la fortuna de estar cerca suyo, del lado de adentro de la radio, donde nace la magia. Que puede quedarse tranquilo, “siempre fue digno de ser escuchado”.

Que cuando me dijo: “pibe, el día que se suba a un avión, no se bajará nunca más”, fue –en lo personal- una predicción tan certera como el “se ve venir el gol” de su última transmisión en aquella fría noche del Centenario, previo al gol de Mario Bolatti que clasificó a la Selección Argentina al Mundial de Sudáfrica. Que ese poder, esa capacidad para leer los partidos y predecir lo que ocurriría, incluso esa hermosa ilusión llamada gol, lo distinguía como pocos.

Que confieso sinceramente que estando en una misma transmisión, muchas veces pensé que usted ya había visto ese partido en alguna parte, antes de que se jugara ante nuestros ojos y el de miles de personas. Que esa catarata de sinónimos, que hasta la Real Academia Española envidiaría, fueron hijos de su formación autodidacta y no exenta de esfuerzos. Que su opinión pesaba toneladas, que era un formador de ideas que obligaban a pensar e inducían a cambiar la realidad.

Brizuela, creo que usted era una enciclopedia viajera, que hoy sería un Wikipedia de micrófono, aunque solía decir que sólo tenía cultura de kiosco. Que esa valentía para decir las cosas sin anestesia y sin compromisos con los poderosos es un bien escaso en estos tiempos. Que esa hermosa costumbre de llegar antes que nadie a los estadios fue “el Padre Nuestro” que aprendimos quienes estuvimos con usted, tanto como el respeto al oyente y a la verdad. Que aunque 10 años después la realidad de los equipos cordobeses no haya cambiado demasiado, levantar sus banderas y las de nuestro fútbol sigue siendo un principio innegociable.

Que se extraña el “¡Che Brizuela, hacenos la gauchada, decilo por la radio, que esta es una hinchada!”. Aquella canción con voz de cancha, que se cantaba con la garganta llena de emoción y reconocimiento, que se escuchaba en todos los estadios cordobeses, sin distinción de colores, ni de camisetas. Que cuando pienso en la palabra periodista, ineludiblemente el primer nombre que me viene a la mente es el de Víctor Brizuela.

Que cuando emprendo algún nuevo desafío, en algún lugar del mundo, recuerdo sus consejos y pienso como hubiera actuado, querido Maestro. Que ningún periodista fue más cordobés y más cosmopolita al mismo tiempo. Que nadie, como usted, ejerció una docencia sin diploma, más testimonial en el micrófono y en el día a día. Que su sola presencia intimidaba. Que pese a su dureza, sus peleas y sus enojos, tenía la chispa, el humor ocurrente y la frase justa con ADN cordobés.

Brizuela fue la ironía que pegaba y dolía como un buen gancho al hígado. Víctor fue un titiritero del buen hablar y de la metáfora que hizo gala de su manejo del idioma y de la profundidad de sus conceptos. Víctor fue “el Negrito de Bella Vista” que nos hizo conocer el mundo a través de la radio, con la excusa de comentar partidos de fútbol.

Brizuela decía que la vida le dio más de lo que merecía, de lo que soñaba y de lo que esperaba. Ocurre que todo lo que logró, lo mereció, lo soñó y no lo esperó sino que salió a buscarlo.

Nadie como usted Maestro dijo tantas frases con gusto a fernet y sabor a peperina. El Negro Brizuela era tan cordobés que escuchándolo uno sentía que estaba haciendo un crucero por la Cañada. Lo disfruté mucho como oyente. Todos queríamos saber que había dicho Víctor, sintonizábamos la radio para escuchar el programa “Sucesos Deportivos”, a la hora de los Deportes en la vieja LV2 y luego en Cadena 3 Argentina. Aún resuena en nuestros oídos esa cadencia sin apuros para decir cosas importantes, con picardía cordobesas y aires de Malevo.

Sus frases inolvidables todavía rondan en nuestra mente: “el peor resultado del fútbol”, “¿este equipo juega con 10 o sin 10?” o “se ve venir el gol”. Aprendí de él y junto a él, me dio la confianza y el honor de acompañarlo en Mundiales y Juegos Olímpicos. Me enseñó sobre la vida, sobre geografía e historia “in situ”, en el lugar donde ocurrían los acontecimientos. Me abrió la cabeza y las puertas de otro mundo. Bella Vista fue su origen y su escudo, su barrio y su certificado de origen.

Víctor Brizuela es la radio en tiempos en que el fútbol tenía corazón de radio. Por eso digo que a veces lo busco en el corazón de mi vieja radio Spika a transistores, que tengo guardada en algún rincón del alma. Por eso, quería decirle, querido Maestro del fútbol, de la radio y de la vida, que aunque ya no podamos escucharlo, donde quiera que esté, lo seguimos sintiendo.

Gustavo Gutierrez escribió: Yo conocí un crack 

En fútbol a los cracks se los define por su condición natural de talentosos, son el imán donde la pelota reposa, porque siempre de sus pies nacerá la famosa dinámica de lo impensado, según definía el inolvidable Dante Panzeri.

En el periodismo deportivo yo tuve la dicha de conocer a un crack, único e irrepetible. De aquella primera charla en Víctor Sport, quedará su asombro por mi obsecada idea de ser periodista deportivo cuando, aún fresco, reposaba en casa el diploma de ingeniero agrónomo.

"Váyase al campo pibe, pero si quiere ser esto, solo hay que ponerle mucha pasión".

A partir de ahí fue tan generoso conmigo que acunó ese sueño del pibe, el cual cumplo todos los días en la radio.

El crack predicó siempre con el ejemplo, luchar por las causas nobles, aunque vengan degollando, criticar al protagonista siempre con la pelota, sin farándula ni amarillismo. Llegar 2 o 3 horas antes a la cancha para que cualquier inconveniente técnico no te sorprenda. Ir de frente, aunque tu verdad duela. Criticar más en la victoria que en la derrota. Anticipar lo que pueda pasar en el juego, aunque la verdad después te haga añicos. No tratar de ser popular sino respetado, lo primero dura un segundo, lo otro, lo acompañará toda su vida.

El crack en cuestión, acometió siempre contra todo molino de viento en búsqueda de la verdad. Sus principios eran irrenunciables, era una especie de espadachín. Cordobés hasta la médula, defendió la docta a veces, más que sus gobernantes, hasta se dio el lujo, siendo subsecretario de deportes de imaginar una Ley de inembargabilidad de los clubes para protegerlos. Ese fantástico instrumento legal nunca salió a la luz, duerme en algún cajón sin que ningún político inservible, lo hiciera nacer nuevamente. 

Metido en la conversa de Buenos Aires, compitió tanto de frente como de perfil contra los más pintados, y les pintó la cara hasta ganarse un lugar en el podio de puro terco terco y tozudo primero, y de puro talento después.

Todos los días, durante cuarenta años, a media tarde, empezaba Sucesos Deportivos, y cuando el crack abría el programa, lo escuchaban todos, los que lo amaban, los que lo odiaban. Así durante casi toda una vida con liderazgo de audiencia.

El crack siempre sugería que la vida no era una pelota de fútbol, por eso, en cada partido había que mezclar lo cotidiano, lo que te sugiriera un paisaje. Esas aperturas, esos cierres, eran dignos de un Modigliani o Da Vinci, mezclando la vida con la redonda.

Era un placer verlo al crack garabatear dos o tres ideas antes de cada juego para luego hacerlo cómplice al oyente en eso como él definía como la magia de la radio.

Fue tan pero tan generoso el crack que un día me convidó para que comentara a su lado, yo, siendo un extra en el set con él, era como actuar con Al Pacino o De Niro, el sueño del pibe en su máxima expresión. Me decía, "Yo comento como la gente gustavito, usted sume sus aportes tácticos y estratégicos".

El respeto del crack hacia mi manera de ver el juego es otro de los tesoros que llevaré por siempre. No tengo dudas, yo tuve la fortuna, la dicha, la posibilidad, la oportunidad, el orgullo, el placer de conocer a un crack. Se llamaba Víctor Brizuela, el negro.

Víctor Brizuela, fue premiado con el Martín Fierro, el Broadcasting de Platino y el premio Santa Clara de Asís. Falleció el 23 de Noviembre de 2009. 

(Redacción Cba. de LGL / Foto: Cba24n)

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