LA DECONSTRUCCIÓN DE LA FIGURA PRESIDENCIAL

 OPINIÓN 

Cuando esa autoridad se desgasta o se diluye el país se enfrenta al riesgo del vacío de poder democrático

Por Jorge Raventos

Aunque a Alberto Fernández lo deleita sentirse "un hombre común" (que toma exámenes en la facultad, compone canciones o suelta citas literarias impropias), las decisiones que adopta (como las que demora u olvida) están cargadas de otro contenido porque él es Presidente de la Nación y en la figura presidencial se encarnan la máxima autoridad nacional y la legitimidad democrática, por la condición insustituible e indelegable que le otorga su carácter de único funcionario público electo por la totalidad del pueblo argentino.

Cuando esa autoridad se desgasta o se diluye el país se enfrenta al riesgo del vacío de poder democrático.

¿Eclipse o apagón?

El eclipse de la autoridad de Alberto Fernández -y la crisis de gobernabilidad que esta circunstancia engendra- no es un hecho novedoso y ha sido registrado reiteradamente en esta columna. Los hechos que vienen acompañando a los efectos retardados del penúltimo festejo de cumpleaños de la primera dama, ocurrido un año atrás en la quinta presidencial de Olivos, han venido a agravar ese opacamiento de la figura del Presidente.
Esto ha ocurrido, irónicamente, en un momento en que Fernández parecía recuperar reflejos y grados de protagonismo, merced a la influencia de otros sistemas gravitatorios (la perspectiva de una relación colaborativa con Washington y de un acuerdo amable con el FMI, alentada por la reciente visita del Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Jake Sullivan, ocurrida a fines de la semana última.

Hasta este incidente y sus secuelas, Fernández parecía transitar días de recuperación de espacio político (así ésta fuera milimétrica y en un marco general de bajísima autoridad presidencial), con la expectativa de que vientos favorables -una elección a la medida de sus necesidades, el arreglo con el Fondo, un mejoramiento rotundo de la inmunización ante la pandemia- inflaran sus velas y le abrieran el horizonte.

La difusión de las imágenes de aquel festejo de cumpleaños de su mujer (ocurrido en tiempos en que Fernández reclamaba el máximo apego a la cuarentena y el distanciamiento) y, sobre todo, la pésima respuesta política y comunicacional ofrecida al alboroto que se generó marchitaron vertiginosamente aquellas esperanzas, devoraron porciones mayores de la consumida autoridad del Presidente y volvieron a alentar la amenaza de la ingobernabilidad.

Todos los fuegos

Alberto Fernández no sólo recibió el obvio cuestionamiento de quienes resisten a todas o a alguna de las partes del combo oficialista, sino que sufrió fuego amigo, expresión activa del distanciamiento pretendidamente discreto pero ominosamente notorio que adoptaron el sector dominante del Frente de Todos y su máxima referente, la señora de Kirchner; ella, con varios gestos y actitudes, aportó marcadamente al desgaste.

Los primeros sondeos de opinión pública ratifican que el episodio ha sido registrado masivamente, ha provocado fuertes reacciones críticas y ha golpeado principalmente al sector de votantes que pendulan en el centro del espectro político, muchos de los que, en 2019, atraídos ante todo por las candidaturas de Fernández y de Sergio Massa, determinaron la ventaja final a favor del Frente de Todos. Traducción: este incidente tendría consecuencias en el capítulo electoral e incidiría sobre el desarrollo restante de la gestión de Fernández y seguramente sobre la integridad del frente oficialista.

Cuando el Presidente, después de algunas gambetas, pidió disculpas por lo que definió como un descuido ocasionado por el amor a su querida Fabiola, desde la oposición le respondieron con palabras implacables ("Caradura", le dijo Elisa Carrió) y con pedidos de juicio político. Estos últimos son más que nada simbólicos y en algún caso constituyen gestos previsibles del sector más intemperante de la oposición (Fernando Iglesias, Waldo Wolf et al.) que, después de desbarrar con una denuncia rociada de misoginia, no iba a desperdiciar esta oportunidad regalada de tomarse la revancha ("Esta vez la oposición tiene razón", admitió el kirchnerista Víctor Hugo Morales).

Juicio y perjuicios

Lo que pareció otorgarle más envergadura a la amenaza de juicio político provino de otra fuente: los jefes parlamentarios de Cambiemos, el radical Mario Negri y, por el PRO, Cristian Ritondo, decidieron no dejarse superar por sus halcones. El cordobés Negri, que abandona el recinto de Diputados para optar por una banca senatorial, está viéndose en problemas con Luis Juez en la primaria de su provincia y tiene que mostrarse duro ante un mercado electoral que, supone, no le perdonaría una actitud cautelosa. Ritondo, con aspiraciones a la gobernación bonaerense dentro de dos años, tiene que mantener protagonismo político si va a competir con Diego Santilli, que ya hace campaña en todo el distrito. La circunstancia electoral elige por ellos.

Tanto Negri como Ritondo saben que el juicio político que exigen no tiene chance de prosperar, ya que su bloque no cuenta con fuerza suficiente ni en la Cámara de Diputados (cámara acusadora en un impeachment) ni, mucho menos, en Senadores, la instancia juzgadora. Para avanzar necesitarían el respaldo del kirchnerismo: improbable que lo soliciten, improbable que lo logren.

El reclamo de juicio otorga, eso sí, la chance de mantenerse en el candelero y avivar la llama de un tema que daña sensiblemente al oficialismo (tanto que la Casa Rosada decidió combatir el fuego con fuego y también difundió fotos y videos del festejo de Fabiola, en un esfuerzo por conseguir que el tema se agote rápidamente).

En Juntos por el Cambio no hay acuerdo pleno sobre cómo proceder ante la herida que desangra al Presidente. Allí hay gente que mira el asunto más a largo plazo y teme que el suceso que debilita a Fernández y aflige al oficialismo en conjunto termine alimentando cierto hastío antipolítico que detectan en la sociedad y, por esa vía, también dañe a la oposición. Esos sectores -que pivotan alrededor de Horacio Rodríguez Larreta- aconsejan no sobreactuar la reacción y dejar que Fernández se cocine en su propia salsa, sin agregar condimentos: "Un presidente que miente ostensiblemente y, cuando lo descubren, responsabiliza a su mujer, ya está muy complicado por mérito propio". Martín Tetaz, segundo de María Eugenia Vidal en la lista larretista para las PASO porteñas, advirtió: "Tampoco nos pasemos de rosca pidiéndole la renuncia o el juicio político a Fernández, porque atrás viene Cristina".

El vacío y la nada

Este recordatorio es, en rigor, una clave sobre la ingobernabilidad latente. Diluida la autoridad del Presidente, el país tiene como primera alternativa institucional en la línea sucesoria a una vicepresidenta que, por decisión propia (por comprensión de su vulnerabilidad ante las reacciones que genera) optó en su momento por dar un paso atrás. Se trata como acaba de definir el lúcido historiador y economista Pablo Gerchunoff, de un caso curioso: "Es un Presidente débil, sin votos, elegido por una vicepresidente débil que no tiene los votos suficientes. Hay ahí una doble debilidad".

La situación transcurre en paralelo con los puentes tendidos desde Washington, los precios excepcionales que alcanzan las exportaciones agroindustriales, la reactivación de varios sectores de la economía, los avances en la vacunación y también con las asignaturas pendientes en el conurbano y la creciente movilización social. Como explicaría un físico: "el vacío no es la nada, es algo observable. Y para colmo, no está vacío".

(La Prensa)


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