CONTROL DE DAÑOS

OPINIÓN  

Cristina le tiró un salvavidas a Alberto, pero corre el riesgo de hundirse con él

Por Mario Casalongue

El OlivosGate impactó, y mucho, al interior del Frente de Todos. No por la publicidad que le dieron los medios opositores, que al fin y al cabo denunciarán cualquier cosa buena, mala o regular que haga el oficialismo. El temor es a la reacción social en las urnas. Y a esa aún impredecible reacción social debe sumarse la actitud de las agrupaciones, sindicatos, movimientos sociales y candidatos que fueron excluidos de las listas.

No por casualidad entonces Cristina Fernández debió salir a escena para poner bajo su paraguas a Alberto Fernández, quien a esta altura más que el Presidente, parece ser –a los ojos de los argentinos- una especie de Isidoro Cañones posmoderno del que sólo es posible esperar nuevos papelones.

“No está apto para gobernar.”-fue la sentencia de Guillermo Moreno hace tiempo. ¿Cuántos la pondrían en duda, de un lado y de otro de la grieta?

Circuló en las últimas horas una encuesta que confirma la pesadilla que desvela al Gobierno y a la conducción del Frente de Todos: el 81 por ciento de los consultados cree que el escándalo de la foto de cumpleaños en Olivos tendrá consecuencias en el resultado de las PASO. Adicionalmente otro sondeo confirmó que el 72 por ciento desaprueba la gestión de Alberto Fernández.

Nunca nadie había conseguido destruir la credibilidad pública de este modo en tan poco tiempo. Ni siquiera el último presidente radical antes de Alberto: Fernando de la Rúa.

La conducción del Frente de Todos trata de realizar una especie de "control de daños" para rodear al presidente y minimizar el impacto electoral de sus acciones irresponsables. La pluma de Cristina diseñó la estrategia: profundizar las críticas al Gobierno de Mauricio Macri y poner en valor los logros de la “Década Kirchnerista”. El martes fue el acto de la Isla Maciel, del que participaron, además del Presidente y la Vice, el gobernador bonaerense Axel Kicillof; el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi; y el jefe de bloque de Diputados por el oficialismo, Máximo Kirchner, los precandidatos bonaerenses Victoria Tolosa Paz y Daniel Gollán, y los funcionarios Santiago Cafiero y Eduardo De Pedro y el vocero presidencial Juan Pablo Biondi. Allí Cristina trató de minimizar la importancia del “Foto Gate”, bajándole simultáneamente al ocupante de la primera magistratura una directiva muy concreta:

“Alberto, tranquilo, poné orden en lo que tengas que poner orden. No te pongas nervioso, no te enojes y metele para adelante.”

La vicepresidenta dio en el clavo: el Presidente no tiene ninguna clase de control sobre sí mismo, ni mucho menos sobre el entorno festivo del que se rodea, y que incluye a varios de sus funcionarios más cercanos. Hasta el momento, Alberto Fernández ni siquiera amagó con imponer alguna clase de sanción a Julio Vitobello ni a Juan Pablo Biondi, “el novio de la periodista que encabezó el Watergate argentino”, cuya responsabilidad en la filtración de la foto pretende encubrirse lanzando sospechas sobre los participantes.

El miércoles se realizó el plenario de dirigentes del Frente de Todos en La Plata, pero esta vez no hubo referencias adicionales sobre el OlivosGate. Sólo las máximas figuras del Frente de Todos rodearon al Presidente. Cristina ya había hablado. Sólo se limitó a sacarle dos veces el micrófono para corregir sus dislates. Y esto omitiendo la expresión de la vicepresidenta cuando se le ocurrió compartir la canción que escribió en plena pandemia sobre la actitud a adoptar para afrontar los problemas y situaciones inesperadas que ocurrieron durante su gestión.

"Si me pierdo, yo me encuentro. Si me caigo, me levanto. El secreto en esta vida es ir cantando."

Entre ese miércoles y el jueves circularon videos del encuentro, respondiendo a un plan oficialista de control de daños. “Hagamos circular todo lo que exista ya, y no dejemos que la oposición lo ponga en la calle sobre el filo de las PASO.”-fue la directiva.

La TV Pública y El Destape web así lo hicieron, sin sospechar que la foto de la discordia no era la excepción sino la regla en Olivos en la era de Alberto. El ex embajador Diego Guelar publicó en su cuenta de Twitter que "El 30-12-2020, 72 personas celebraron el Año Nuevo ilegalmente en Olivos....", y acompañó imágenes y videos del evento.

Por más que Alberto jura y perjura que cada imagen que aparece es la última que lo compromete, ya nadie le cree. Los hechos desmienten sus palabras a cada paso. La sociedad confía menos aún en él.

¿La próxima será la foto incriminatoria del ascensor que prometió Santiago Cúneo?

Aunque intente presentarse comprensiva y contenedora, Cristina no soporta más los constantes traspiés de Alberto Fernández, su necesidad de protagonismo exponiéndose constantemente a la prensa y formulando anuncios que no son ni siquiera proyectos. Para ella, “el secreto en esta vida no es ir cantando”.

Desde que asumió, el presidente no ha tenido ninguna clase de contención oral. Tampoco la tuvo en sus conductas. Pero la ex Presidencia sabía de su incontinencia sexual y su tendencia a los encuentros circunstanciales y pagos. Y aún así lo eligió. Su voracidad no se inició cuando se calzó la banda presidencial. El problema es que nunca supo, quiso o pudo estar a la altura del desafío.

"¿Creés que el escándalo por el festejo en Olivos impactará en los resultados de las PASO?"-fue la única pregunta de una encuesta realizada por un medio del interior. Un 19 por ciento afirmó que no, pero el 81 no tuvo dudas en que las urnas serían el escenario de la sanción real al Presidente y, por extensión, al Frente de Todos.

Intentando mantener la iniciativa, Alberto toma decisiones que sólo lo hunden más en el barro. Este viernes convocó a la primera reunión plenaria del Gabinete Nacional durante su gestión, lo que implica reconocer que muchos ministros ni se conocían entre ellos. “Pensando en el pospandemia quiere tener y que todos tengan un panorama de cómo está el gobierno, su gestión, sus objetivos y todo lo que se hizo en este tiempo.”-dejaron trascender en su entorno.

¿Hasta ahora no sabían cómo estaba el gobierno, qué se hacía y cuáles eran los objetivos? ¿Con qué cara les pedirá cuentas a sus funcionarios si el primero en bombardear la gestión fue él mismo?

Otra de las máximas de Guillermo Moreno –el filósofo del sentido común del peronismo clásico- es que “Cristina eligió al peor y se están viendo las consecuencias.”-con la que viene machacando desde que se enteró de la decisión de la Vicepresidenta de convertirlo en Presidente.

Hoy son muy pocos los que se animan a contradecirlo. Ni siquiera la propia Cristina, que insiste en tirarle un salvavidas a Alberto para evitar que se ahogue, a sabiendas de que la corriente los arrastrará a ambos.

(NOVA)

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