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OPINIÓN /

El nuevo correctivo de un gobierno inútil


Por Mario Casalongue

El Gobierno que sigue dando el ejemplo en materia de improvisación, cuyas acciones frente a la pandemia no han hecho más que agravar la crisis y la cifra de fallecidos, ahora se alarma por la llegada de la variante Delta y decide cerrarles la puerta a miles de argentinos que se encuentran en el exterior.

A poco de fijar un tope de 600 ingresos por día -lejos de los 2 mil que estaban permitidos- las aerolíneas hacen malabares para reprogramar vuelos en un marco de frecuencias acotadas mientras los pasajeros que aún no volvieron nadan en la incertidumbre lejos de su hogar y sin recursos para subsistir el tiempo que deban esperar. Que es una lotería. Incluso se habla de una demora que podría llegar a 5 meses.

Mientras tanto, el Gobierno no solo no los asiste, sino que los abandona a su suerte, sin brindar información sobre fechas ni alternativas de retorno. Tal como afirmaron, no moverá un dedo para repatriarlos y tampoco les brindará ayuda económica. Para planes sociales destinados a quienes hacen piquetes y no trabajan, el billete sobra; pero para quienes decidieron apostar a diez días de oxigenación o tuvieron que irse por razones de fuerza mayor, no hay un centavo.

Esta medida es claramente, un castigo por atreverse a “desafiar” la pandemia cuando las puertas para irse estaban abiertas por el mismo presidente que hoy les suelta la mano. Sin considerar, además, las circunstancias particulares que atraviesan muchas de las personas que se fueron: cuestiones de salud, asistencia a algún familiar, compromisos de trabajo, o alguna búsqueda vinculada a un futuro mejor, lo cual para AF y su troupe sería imperdonable. De hecho, solo el 40% manifestó que salió por turismo.

Al Gobierno que se caracteriza por tener pocas luces, se le prendió la lamparita para resguardarse de todo pataleo, y dejó abrochado al pasajero a las consecuencias de sus “atrevidas” acciones: le hicieron firmar una declaración jurada en la que asume el riesgo de que haya cambios en el plan estipulado.

Ante esta situación, por su conveniencia, la gestión albertista se niega a usar la palabra “varados” y habla de pasajeros que simplemente deben “reprogramar” sus vuelos. Pero resulta que éstos están reducidos. Lo cual alarga la agonía. El terror que tiene el Gobierno de pagar el costo político de un empeoramiento de la crisis sanitaria ahora tiene como rehenes a los argentinos que están afuera.

Por supuesto que la oposición no iba a dejar pasar la chance de sacar provecho de esta problemática, y un grupo de diputados de Juntos por el Cambio (entre los que se destacan el presidente de la UCR Nacional, Alfredo Cornejo, y el titular del bloque PRO en la Cámara baja, Cristian Ritondo), presentó un proyecto de ley para evitar que se limite el ingreso de los argentinos al país.

“Inconstitucionalmente se opta por medidas de restricción y cierre que no podrán tener solución de continuidad ante los daños que desde la fecha de emisión de la medida la misma está provocando. Un Estado inteligente es el que controla efectivamente. El Estado bobo solo prohíbe o restringe”, dice parte del texto de la iniciativa. Y agrega: “ante la necesidad de mayores y más eficientes controles, el Gobierno Nacional, en un reconocimiento implícito de su incapacidad comprobada al efecto, opta por vulnerar derechos constitucionales de la ciudadanía”.

Por su parte, Florencia Carignano, titular de Migraciones, aclaró que "no está prohibido viajar", aunque señaló que desde hace mucho el organismo que preside "recomienda no viajar al exterior porque pueden pasar estas cosas". Léase, los viajeros están justificadamente castigados.

Lo que queda bien claro en este contexto, es que la dupla K que nos gobierna ha aprendido muy bien una de las lecciones que recalcan una y otra vez: la importancia de lavarse las manos. Excepto en el caso de ciertos privilegiados, como el ex ministro de Salud, Ginés González García -que dejó su cargo en medio del escándalo de la vacunación VIP-, a quien acaban de permitirle regresar cómodamente de su viaje de placer por España, disfrutando de un pasaje en primera clase.

(NOVA)

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