APLICACIONES DEL MANUAL TOTALITARIO

OPINIÓN / POLÍTICA

El pasajero no reúne las condiciones para ser aislado porque tiene pruebas empíricas comprobadas por la ciencia de que no es Covid positivo

Por Carlos Mira

El gobierno ha dispuesto, manu militari (como hace todo, porque son combatientes por vocación) que solo dos aviones por día con argentinos residentes o con residentes extranjeros que trabajan en el país puedan ingresar al país por el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Además, obliga a todos los que llegan con doble PCR negativo (el que se hace afuera del país y el que se hace al arribo) a un aislamiento obligatorio de una semana en un hotel compulsivamente elegido por el Estado pero pagado por el pasajero.

¿No es eso un caso típico de privación ilegítima de la libertad? Está claro que el pasajero no quiere ir compulsivamente a un hotel. Si es llevado por la fuerza el componente de privación ilegítima se encuentra verificado. El pasajero no reúne las condiciones para ser aislado porque tiene pruebas empíricas comprobadas por la ciencia de que no es Covid positivo, de modo que la compulsión del encierro sin consentimiento también se verifica.

Se trata de un escenario muy parecido -por no decir igual- al que lleva adelante el dictador Insfrán en la provincia de Formosa, denunciado recientemente por violación de los Derechos Humanos por el Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, presidido por Michelle Bachelet.

Las muestras de que el gobierno de los Kirchner se está convirtiendo, con la excusa del Covid, en una dictadura de nomenklatura pura y dura son cada vez evidentes.

Hace menos de quince días, Sergio Massa regresó -luego de lamerle las botas al Imperio- y al día siguiente estaba dando, junto al enano marxista, un discurso de demagogia política en San Fernando. Parece que los integrantes de la casta no se contagian y no son susceptibles de transformarse en agentes de contagio.

El vicepresidente de IATA -la Asociación Internacional de Transporte Aéreo- presentó una nota al jefe de gabinete Santiago Cafiero -solicitándole una reunión urgente- de cuyo texto se desprende una actitud de incredulidad frente a lo que está pasando en la Argentina con el tratamiento a las líneas aéreas internacionales.

Peter Cerda dice allí que la Argentina “es uno de los pocos países de la región que continúa restringiendo los vuelos de las aerolíneas internacionales de manera creciente, afectando especialmente a los ciudadanos argentinos que no solo no pueden moverse libremente, sino que, de hacerlo, corren el riesgo de no poder volver al territorio nacional”.

Por supuesto que para la lógica de un ciudadano del mundo libre como Cerdá la lógica del totalitarismo es incomprensible. Pero para las dictaduras, el encierro de sus ciudadanos es casi un capítulo de la bolilla uno de su manual. Eso es lo que está ocurriendo en la Argentina.

La conexión de los ciudadanos argentinos con el mundo ha sido identificada como uno de los “virus” de libertad que deben ser asfixiados en la Argentina. Mientras los argentinos puedan seguir viajando y conectándose con el mundo, verán más fácilmente el contraste con las privaciones que sufren en el país, tanto materiales como legales. De modo que ese vínculo debe romperse a cómo de lugar.

La obstaculización de los viajes en todas sus formas es perfectamente compatible con ese objetivo. También es funcional a otra meta del nacional socialismo que es el desaliento al progreso. En efecto, la aventura de viajar es uno de los primeros sueños de la gente luego de alcanzado un determinado nivel de vida. El viajar es visto como un premio al esfuerzo por el trabajo hecho, como una recompensa para el alma.

Un tiro a la línea de flotación de esa aspiración sana y legítima del ser humano que quiere avanzar en la vida es considerado estratégico por los profetas del odio y del resentimiento: prohibir (de hecho) los viajes es un castigo a un estilo de vida, una condena al diferente, una pena para los que pueden. “¿Podés disfrutar? Te voy a cagar”, ese es el razonamiento.

Por eso las disposiciones que imponen aislamientos compulsivos aún con PCRs negativos (para los ciudadanos rasos, no para los integrantes de la nomenklatura) y la restricción de vuelos apuntan a conseguir que los argentinos permanezcan encarcelados en el país y no tengan la posibilidad de comparar el mundo exterior con la dictadura local, ni tampoco darse los gustos que su éxito en la vida les permite. La disposición tiene un doble objetivo completamente ajeno a la pandemia; la pandemia es, como lo viene siendo hace un año, una enorme excusa para conseguir lo que buscan más rápido.

En la misma línea hay otras actividades que tienen una virtualidad parecida a la de los viajes porque también suponen eventuales conexiones comparativas con el exterior y que es muy posible que sigan el mismo derrotero.

Las conexiones virtuales pueden verse restringidas pronto. Las compras y las operaciones con tarjetas de crédito en el exterior pueden seguir en la lista. Las aplicaciones que conectan a los argentinos con prestaciones extranjeras también pueden restringirse, incluidas las que reproducen producciones artísticas o periodísticas del exterior.

Lo que está ocurriendo en el país es grave. Muy grave. No por repetida la fábula de la rana y la sartén es menos valiosa: la rana salvaría su vida si se intentara tirarla de golpe al agua hirviendo. Pero aumentando la temperatura de a poco causa su muerte inadvertidamente.

Como decíamos ayer en la reproducción del epígrafe que recordaba las palabras de Nikita Krushev, el plan requiere de paciencia y constancia. Y el kirchnerismo ha demostrado que le sobra. Va metiendo sus estiletazos de a poco, envueltos en caballos de Troya (la pandemia ha sido su última predilección) que a veces debe hacer retroceder (para que todos le agradezcan la reconsideración) sólo para volver a cargar con la misma idea un poco más tarde.

El esfuerzo democrático por voltear este intento totalitario debe ser enorme. Nada puede detener ese intento. En la oposición quienes se nieguen a ver el peligro y se obstinen en personalismos idiotas serán tan responsables como los déspotas del definitivo desbarranque de la Argentina por las alcantarillas de la inmundicia.

(Notiar)

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