SOBRE EL TRISTE FINAL DE LARA

OPINIÓN / SOCIEDAD

Toda esa canallada infinita

Por Pablo Anadón

Acabo de leer la historia de la chica santafesina de 22 años que murió el viernes, y no puedo dejar de llorar, y no me importa que se diga que no hay que exhibir las lágrimas en público. Era más chica que mi hija menor, y frágil como ella, podría haber sido cualquiera de mis hijas o de mis ex alumnas. Vivía en Esperanza, donde vivió mi madre de chica, y estudiaba Veterinaria (siempre he pensado que quienes estudian Veterinaria son personas bondadosas). Se llamaba Lara, como el personaje adorable de “El Doctor Zhivago”. 

Era una chica hermosa, inteligente y buena, como mis hijas, que tenía en su casa tres perros, dos gatos y dos víboras de mascota. Era diabética, y ya debería haber estado vacunada. Lloro pensando en ella, en su vida trunca, y en sus padres. Lloro y a la vez borboteo mentalmente insultos pensando en los canallas que prometieron vacunas que nunca terminan de llegar (¡y quince mil donadas por Chile en estos días fueron rechazadas por la Argentina!), y pensando en todos los que han sido vacunados sin ser personas de riesgo, cuando no debían. 

Toda esa canallada infinita, reverendamente nacional y popular, todos y cada uno de ellos, le quitó la vida, como a tantos otros. No tuvo a tiempo una cama de terapia intensiva. Durmió en el piso de un pasillo de hospital. Más de un año tuvo el gobierno para preparar el sistema de salud, como se nos decía para mantenernos encerrados, como se nos sigue diciendo para mantenernos encerrados, pero no hubo una cama para Lara, como no hubo vacuna. Y que no hubiera vacuna y que no hubiera cama para ella sólo tiene un culpable, este gobierno infame, inepto, cínico y corrupto. 

Y de todos modos llorar e insultar ya no sirve de nada, porque es irreversible. Qué Día de la Patria del Demonio. Lamento ahora que el Infierno no exista, ni aquella ley del “contrapasso” imaginada por Dante, por la cual el castigo guardaba una equivalencia con el mal cometido: allí quienes yo sé pasarían las minuciosas horas infinitas tirados en un corredor sucio de hospital, ahogándose, sin aire, sin remedio, por toda la eternidad, como la inocente Lara en su evitable agonía. Y no, no hay consuelo. Que en paz descanses, niña desconocida, y que tus padres tengan el consuelo que no logro siquiera concebir.

(Especial / La Gaceta Liberal)

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