CULTURA /
Un cuento para iniciar la semana
Por Walter R. Quinteros
Después de trancar la puerta y dejar la jaula fiambrera con el tasajo sobre la mesa, Juan se acostó con el mismo hambre que su familia atesoraba en aquella tierra seca y brava, donde con mucha suerte, solo nacían las espinas blancas y duras, más allá de los palos del corral vacío. Miró a su hermano dormir resignado en el catre y a su madre amamantar a la niñita sin nombre, porque no había sido bautizada todavía, como ellos, hasta que vuelva el padre del fondo de la mina seca. Después de contar las escasas estrellas que el hueco pequeño de la ventana le permitía ver, cerró los ojos. En un momento, se encontró pidiéndole al Dios de la noche un sueño lindo, bien lindo, que inunde la pieza de todos, como olía el tufo penetrante que dejan los cuerpos de los pobres sin agua, y aquel aroma impregnado por el brasero con las leñas apagadas. Se durmió. Hasta la madrugada, cuando sintió los ruidos afuera.
© 2020 / del "Cuaderno de las malas noticias" / Foto: Equipo Naya
Comentarios
Publicar un comentario