OPINIÓN /
Nuestro descenso no para
Por Adrián Simioni
Una maquinaria maldita, que ya parece fuera de control, va desactivando incluso aquello en lo que tenemos ventajas, en lo que se supone que somos buenos y competitivos. Todos los días hay una muestra.
La de hoy es del grupo cordobés Beltrán, que es dueño de Avex y a través de ella de la marca de margarinas Dánica. La planta de Dánica está en Villa Mercedes y Avex acaba de comunicar que la va a cerrar porque, dice la empresa, es imposible funcionar con el gremio local de los aceiteros, al que acusa de sabotaje, violento e irascible.
El grupo Beltrán está en el corazón de la agroindustria argentina. Produce y vende en el mercado interno desde hamburguesas hasta mayonesas. Si Argentina fuera un país medianamente civilizado, donde sus ventajas competitivas se pudieran explotar, la agroindustria tendría un mercado infinito: el mundo.
Pero este no es un país civilizado. El caso de la planta de Dánica es ejemplar.
Según la empresa, el sindicato de aceiteros exige cobrar un aumento de 70% que fue homologado por el Ministerio de Trabajo. Pero resulta que la margarina no se exporta como la mayor parte de los aceites, cuyo valor mundial ha subido. Va al mercado interno, se factura en pesos devaluados. Y, encima, a Dánica le rige el apriete de los precios máximos, que le exige el mismo gobierno que homologa los aumentos.
Algo huele mal y no es en Dinamarca, de donde provenía Cristian Boll, el tipo que fundó Dánica en 1936, cuando Argentina todavía era una apuesta al desarrollo, la riqueza y el progreso. Contra lo que debe haber evaluado Boll al abandonar su país, Dinamarca no tiene dramas hoy: de hecho, desde un país sin tierra, con un clima poco propicio, es un gran exportador de alimentos, en especial de lácteos y carnes de cerdos, y de alta tecnología asociada a la alimentación.
En Argentina, el país disfuncional, en cambio, seguimos arruinando la abundancia de tierra, agua y sol con nosotros mismos. Hace 70 años, poco después de que Boll fundara Dánica, empezamos a poner retenciones confiscatorias a los granos con la excusa de que eso, supuestamente, abarata los alimentos internos. Desde hace 70 años venimos devaluando sin parar el peso porque eso supuestamente favorece la exportación. Hace 70 años tenemos una organización corporativo síndico-empresaria que supuestamente favorece a los trabajadores. Hace 70 años que renegamos con la inflación y los supuestos controles de precios y las multas por desabastecimiento.
Es todo verso. Nada de eso funcionó nunca ni funcionará. Si todavía no lo sabés, basta que te des una vuelta por Villa Mercedes. O por Ezeiza. Ya no vienen dinamarqueses. Se van argentinos.
(AS)
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