JULIO VALEA EL "AL CAPONE GALLEGO"

CULTURA / HISTORIAS

Vivía con dos minas, una italiana y una francesa


por Lois Pérez Leira

Ha llegado a Buenos Aires desde Galicia antes de cumplir los 18 años. Sus padres prefirieron que Julio partiera para la emigración, antes de que fuera enviado a la guerra de Marruecos.

Después de más de veinte días de navegación, por fin desembarca en el puerto de la Capital de Argentina.

Allí estaba su hermano mayor, que tenía un bar en el Paseo de Julio, actual Avenida Leandro N. Alem. Por aquellos años la “recova”, como se le conocía popularmente al Paseo de Julio, albergaba a numerosos bares, frecuentados por centenares de marineros, que bajaban con sed de amor y de aguardientes que calmaban las soledades. En aquel ambiente de malevaje, sexo y juego, Julio inicia sus primeros pasos en un Buenos Aires que comenzaba a escuchar y a bailar los primeros tangos.

Al poco tiempo, Julio se convirtió en el amor de todas las chicas del ambiente, que encontraron en el “Galleguito” un amigo o un buen amante. Después de algunas demostraciones - muy comentadas - de ser un gallego “bien macho” y con “cojones”. Julio comenzó a frecuentar otras zonas, donde reinaba el juego y la prostitución. Es así como llega a la Isla Maciel, acompañado de la fama de hombre “pesado”. Por aquel tiempo varios amigos de la noche, del tango y del burdel, se hacen parte de su grupo, que comenzaría a controlar la prostitución y el juego clandestino en la zona sur de la Capital Federal.

En la Isla Maciel conoce a otro peso pesado del “bajo mundo”, el mítico Juan Nicolás Ruggiero, alias “Ruggerito”. Ambos se dedicaban a distintos negocios del juego clandestino. Los más comunes eran: la lira, la peca, el monte, el trencito, la moqueta, la tapada, el siete y medio, el póquer y el pase inglés. Otra de las actividades era la prostitución y el proxenetismo.

El “Gallego” controlaba la zona de Barracas y la Boca, mientras que Ruggiero era el jefe de Barracas al Sud (Avellaneda). Por aquellos tiempos Ruggiero trabajaba para el caudillo conservador Alberto Barceló, quien lo tenía al frente de un Sub Comité, muy cerca del Riachuelo.

Mientras que Valea trabajaba a sueldo y era apadrinado por un caudillo radical del barrio de la Boca. Cada tanto coincidían para tomar unas copas en algún prostíbulo amigo o se acercaban hasta donde cantaba Carlos Gardel, con quien tenían una estrecha relación amistosa.

Según nos cuenta el historiador Adrián Pignatelli, el “Gallego” Valea vivía con dos minas (mujeres), una italiana y otra francesa, en uno de los departamentos del recién inaugurado Hotel Castelar. Una noche, cuando Valea estaba asaltando a un inmigrante italiano, Ruggiero se compadeció y salió en defensa de la victima. Ambos discutieron fuerte y se transformaron en enemigos.

En el libro “Trilogía de la trata de Blancas” cuenta el Comisario Julio Alsogaray que Valea y Ruggiero se volvieron a enfrentar cara a cara en otra oportunidad en la Avenida de Mayo y Piedras, a pocas cuadras del hotel donde vivía Valea. En esos días caía asesinado por la espalda en la calle Corrientes, el Ñato Rey, amigo personal de Ruggiero. Las miradas fueron puestas en los amigos del “Gallego” y Ruggierito juro vengarse.

A Valea le gustaba frecuentar la Avenida de Mayo, donde era común encontrarse con algún paisano. De vez en cuando se acercaba al Café “La Armonía”, porque servían un cocido gallego que le traía los mejores recuerdos de su infancia.

En la madrugada del 11 de diciembre de 1915 intentan matar a Gardel y el “Gallego” se ve involucrado a través de su amigo Garesio. En un confuso incidente, a la salida del Palais de Glace, famoso lugar de baile porteño, Gardel es herido de un balazo en el costado izquierdo de su pecho. La bala alojada en el pulmón nunca le fue extraída por el riesgo que significaba la operación, según los facultativos que lo atendieron en el Hospital Ramos Mejía de Buenos Aires.

Una vez dado de alta se le reconoce durante el período de convalecencia cerca de Valle Edén, en la estancia de Don Pedro Etchegaray, en el paraje “Los Rosanos”. Tal vez haya sido un viaje para convalecer en un ambiente tranquilo y cerca de algún familiar, pero también pudo significar “la salida de circulación” por un tiempo de los ambientes del hampa de Buenos Aires.

Sus relaciones con Giovanna Retama, “La Ritana”, también conocida como Madame Jeanne y mujer de Juan Garesio, un personaje del hampa dueño del cabaret “Chantecler”, pudieron haber despertado el afán de venganza de éste. Se dice que fue Juan Ruggiero, quién intercedió, a través de Julio Valea (a) “El Gallego Julio”, para que Garesio olvidara sus rencores.

Si tocaban a Gardel ¡Ardería Troya!, lo que equivalía a vaticinar una guerra de pandillas. Pero a esta historia le falta lo mejor. A continuación se completa esta historia de unas décadas bravas en las que se fue consolidando el tango argentino...

A pesar de los constantes intentos de amigar a Ruggiero y a Valea, la guerra entre las bandas del hampa continuaba. Ruggerito fue emboscado por la gente del “Gallego Julio”, aunque fracasaron en su intento de matarlo, es herido e ingresado en el Hospital Fiorito. En aquella intentona de asesinato murieron dos hombres de Ruggiero: Lucachi y Monte de Oca. Durante el velorio de ambos, en la casa de Lucachi se personó en el mismo, Isaac Cucci alias el “Gordo Ceferino”.

El extraño personaje llamó la atención por el fuerte olor que largaba a desinfectante, que se aplicaba para curar heridas. Al ser identificado como miembro de la banda de Julio Valea, se lo hizo salir discretamente tras un pretexto y en la Avenida Mitre de la ciudad bonaerense de Avellaneda, a la vista de todos fue asesinado de cinco disparos a quemarropa.

Unos días después, mientras Ruggero se recuperaba en el Hospital, la misma banda agresora intenta un segundo intento de asesinato. Los supuestos hombres del Gallego, pusieron una escalera en el patio interior del hospital, que daba a la ventana del “Matón” de Avellaneda y desde allí pensaban rematar a su contrincante. Los ruidos de la escalera alertaron a los guardasespaldas que respondieron a tiros el nuevo intento.

Cuentan que Ruggero cansado de enfrentamientos con Valea intenta el último acercamiento contando para ello con el periodista Gustavo Germán González, el famoso GGG periodista del Diario Crítica. 

Según cuenta Pignatelli “Se encontraron en el Castelar, con las queridas de Valea como únicos testigos. El Gallego propuso: “Interceda y haremos la paz. Que los de su banda no vengan a la Capital y los míos no cruzarán el puente (del Riachuelo). Creo que es un trato justo”. 

El famoso GGG habló con el jefe de investigaciones de la Policía, comisario Santiago, con quien convino juntar a los dos hampones en su propio despacho, para firmar la tregua durante la semana siguiente. Pero esta reunión nunca se llevó a cabo.

Una tarde de octubre de 1929 después de comer en el Hotel Castelar con sus dos queridas, el gallego Valea decide trasladarse hasta el Hipódromo de Palermo, para ver correr a su caballo “Invernal”. La tarde estaba primaveral, se escuchaba el murmullo de miles de “burreros” que alentaban a sus caballos. 

De pronto la multitud gritaba desesperadamente los últimos metros de la carrera que podía ser de la fortuna o de la ruina.

Mientras tanto Julio estacionaba su coche negro detrás del hipódromo. Al bajar del automóvil se había subido al techo, para poder ver con binoculares toda la carrera. Las autoridades del hipódromo le tenían prohibida la entrada. Allí lo estaba esperando el “Gordo” Carranza, que conocía los movimientos de Valea.

El Gordo pertenecía a la banda de Ruggiero y era un excelente tirador. A tan solo 15 metros, desde el terraplén del ferrocarril, Carranza apuntó con un rifle Winchester y acierta en un tiro mortal. 

El “gallego” lentamente se va cayendo del techo, al capó y desde allí al suelo. Julio parecía que se despedía de una vida que no había buscado, al que el destino lo había arrastrado. El ruido del tiro llama la atención de los “burreros”, mientras la sangre bulle de un cuerpo sin vida y una multitud se junta, para mirar por ultima vez al “Gallego” Julio Valea.

Años después, el sábado 21 de octubre de 1933, es asesinado por la espalda, con una pistola calibre 45, Juan Ruggiero. Para algunos fue la revancha del “Gallego” Valea. 

Para otros el fin de una etapa convulsionada y trágica de una Argentina que se estaba haciendo con muchos tangos sonando de fondo, en cada esquina.

La fama de nuestro paisano quedó en el recuerdo de los porteños, según cuenta el destacado escritor Petit de Murat, al relatar que cuando el pintoresco porteño y tanguero, Francisco Loiácono “Barquina”, conoció al entonces coronel Juan Domingo Perón, con su habitual desparpajo compadrito, le dijo: “Si a usted no le diera por la política, qué cuadro con las minas. Con su pinta trabajarían para usted más de las que tuvo el gallego Julio”.

Fuente: “Argentina al Mundo”, Eduardo Aldiser

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