PUEDE SER UNA PALABRA

OPINIÓN /

Esa horrible experiencia de la página en blanco

Cuando paso por esa horrible experiencia de la "página en blanco" , quedo absorta, enajenada. Ausente del tiempo en avance, me caigo hacia dentro de mí. Hay como un paréntesis de la realidad que me rodea.

Es que me he ido a buscar entre la maraña de dendritas y axones, alguna idea... No es fácil avanzar por esa maraña donde cada minúsculo espacio es un laboratorio de fina precisión. No se puede ir a machetazo limpio abriendo cancha. No. Aquí, en este espacio de médanos grises y electricidad permanente, el ecosistema es perfecto; diríase sagrado.

La delicadeza es el orden del día: hoy, ayer, mañana... De a ratos, salgo de mi: me proyecto y me veo sentada en la silla Thonet de escritorio que fue de mi padre, con la mano derecha jugando con mi cabello, un suave casi imperceptible balanceo de la cabeza que obedece con docilidad a esa mano que mece una guedeja de pelo. El cuerpo —mi cuerpo— vestido al descuido con una bata de uso diario, ocupa más espacio del que debiera, desparramando su kilaje por fuera de los ajustes de la ropa interior.

Por eso, le han crecido sinuosidades no previstas en los cánones del consabido 90/ 60/ 90 contemplado con rigor estético décadas a. Por momentos, la otra mano deja la taza de café sobre la mesa en desorden franco de papeles, libros y adminículos tecnológicos. Se alza también hacia la cabeza, y con un ademán que acopla a la otra mano en situación espejo, se coloca sobre el cuero cabelludo y lo acaricia como para mimarlo, mimarse, mimarme, y estimular la llegada de la palabra generadora.

Ese gesto ha hecho que la cabeza se incline un poco sobre el pecho....Falta que ronronee y me transforme. Así, concentrada en esa autocomplacencia descubro que el discurrir mental tiene su propio ruido. Nada es indiferente ni ocurre en vano, parece. Un murmullo continuo, difícil de describir, se solaza en acompañarme ante el maldito papel en blanco.

De momentos es el tenue gorgojeo del agua cuando te sumerjes, de momentos es un grillo o varios que chirrian con constancia lejana. ¿Cuánto tiempo llevo en esa aprendida sumisión del aparente no pensamiento? : ¿Minutos? ¿Horas? ... Sigo con la mirada sobre mí y reflexiono: he dejado que me ocupe el desgano: desgano de dieta, desgano de garbo, desgano de presencia... Algo que se ha instalado como un invasor okupa.

Me asalta un entusiasmo por cambiar el hecho con la promesa: esto hay que cambiarlo. Se puede. (y ¡claro! Habría que examinar si me hago la promesa con firme propósito de rectificar el rumbo o si simplemente me quedo en el esbozo) Me adormilo sentada. Es un duermevela acunada por ese coro de grillo interior y estimulada por aquellas caricias en espejo sobre mi cabeza.

Otra vez me ahondo dentro de mí. Otra vez presencio el interior de la nuez blanda que no para de trabajar. Me vuelvo diminuta. Una nanodiana para filtrarme por cada recoveco. Temo herir algún ramaje, interferir en algún contacto, pisar una idea, desbaratar un sentimiento, destruir una percepción, borrar una experiencia, confundir una orden, traspolar un recuerdo, desordenar un hábito.... De pronto, un destello me altera.

En medio de una esfera luminosa un cordón negro formando ondulaciones en simas y cimas, me advierte: puede ser una palabra. Palabra necesaria y fundadora... Y en cuanto quiero ponerla en el centro de la conciencia, el cordón se mueve veloz, desarma su figura, se vuelve llano.

Y al momento vuelve a formarse otra ondulada filigrana que vuelve a desatarse para luego repetir el juego. Espero atenta pero sin tensión. Hasta que la filigrana se aquieta, y va tomando volumen y nitidez. Y palpita. Y se vuelve perceptible. Y se multiplica. Se multiplica. Se multiplica. Ahora soy una mano con una lapicera que corre sin parar sobre la página otrora pura en su blancura.

© Diana Laura Caffaratti / Especial para La Gaceta Liberal /

Comentarios