NO SABEN NADA DE NADA

OPINIÓN /
Pero a fin de mes pasan a cobrar


Por Jorge Tisi Baña

Una de las grandes cosas que tienen las fuerzas armadas es que con los años uno va ascendiendo en jerarquía, pero previamente hay que conocer y cumplir con todas las tareas, actividades y funciones que cumplen los estamentos subalternos. 

Es así que yo, por ejemplo, que me retiré con el grado de coronel, antes fui soldado de guardia, cabo de cuarto, sargento de cuarto, tirador de FAP, apuntador de ametralladora, cargador de mortero, jefe de grupo, apuntador de tanque, cargador de tanque, jefe de tanque, jefe de guardia, oficial de servicio, jefe de sección, de escuadrón, etc, etc, etc. etc. A lo largo de mi carrera militar experimenté todas las exigencias a las que son sometidos los soldados, suboficiales y oficiales, y no por placer, sino para estar bien preparados para el combate. 

Sufrí hambre, sueño, frío, calor y agotamiento, realicé esfuerzos físicos importantes y pasé por todas las pruebas que debí afrontar, para recién entonces exigirle a mis subalternos. No por sadismo, al contrario, sino para prepararlos adecuadamente y sabiendo que se podían cumplir, porque yo había hecho todo eso antes, y lo volvía a hacer, de ser necesario, para dar el ejemplo. 

Por eso nunca impartí a lo largo de mi carrera una orden que no supiera que se puede cumplir, ni un esfuerzo que no supiera que se puede realizar, porque yo lo había hecho primero. Mal puede uno exigirle a un granadero que se quede parado inmóvil en la puerta de la Casa de Gobierno, si uno no sabe lo que se siente estando dos horas parado inmóvil, con ese uniforme que es un sauna en verano y una heladera en invierno, y si no sabe que se puede aguantar. Eso es el ejercicio del mando, en eso consiste la conducción. Porque no hay arte más difícil que el de conducir hombres y ganarse en ello su confianza y su respeto.

¿A qué viene toda esta perorata? Pues a que estoy harto de la gran mayoría de los políticos eternos, esos que se enquistan en las listas partidarias, ocupan puestos partidarios y públicos a lo largo de su vida, y un día llegan como la tortuga que estaba montada en la rama de un árbol, sin que un observador normal pueda entender cómo carajos hizo para llegar hasta ahí.

Tipos que cobran sumas importantes de dinero todos los meses por legislar, administrar o regir nuestras vidas, sin nunca haber agarrado una pala, sembrado una semilla, pagado un sueldo, levantado una deuda, dirigido una empresa, regenteado un pequeño comercio. Tipos que por estar ideológicamente enganchados en algún vagón de cola del mandamás de turno, o ni siquiera eso, van escalando en esa pirámide parasitaria sin saber lo que es trabajar. Pero me refiero a trabajar en serio, con sudor, con esfuerzo, con preocupaciones, con inteligencia, con responsabilidades, con gente a cargo, con gente que sufre necesidades, y en lo posible, ayuda bastante haberlas sufrido antes también.

¿Cómo el señor Alberto Fernández o Máximo Kirchner o Alex Kicillof, o Grabois se pueden atrever a querer regular los resortes políticos, económicos y sociales del país, si no saben cómo funciona una chacra, una industria, una empresa, un comercio, o cómo se las rebusca el que hace changas como albañil? ¿Qué bagaje de sabiduría, capacidad o experiencia les da el derecho a postularse para regir la vida y los destinos de millones de ciudadanos honestos que se rompen el lomo todos los días, que cumplen las leyes, pagan los impuestos y que con su esfuerzo sostienen sus utópicos caprichos y sus ridículas ideas de justicia social y redistribución de la riqueza?, si el esfuerzo más grande que han hecho en su vida fue ajustar un tornillo o hacer la germinación del poroto en tercer grado.

Justo ellos, que no saben cómo se genera la riqueza porque están acostumbrados a encontrar la plata depositada en sus cuentas los días 29 de cada mes, vienen a querer explicarnos que nuestro esfuerzo, nuestro trabajo, nuestras esperanzas y nuestros sueños debemos compartirlos con aquellos cuyo único mérito es llenar la calle con piquetes y manifestaciones. Porque viven de nosotros y ni siquiera las gracias nos dan. Al contrario, son unos resentidos infames que, como el perro desagradecido, sale a morder la mano del que les da de comer. Cómo no saben lo que significa generar un mango, o correr un riesgo, creen que la riqueza es un bien común que debe transmitirse equitativamente a través de un sistema de vasos comunicantes que nos nivele a todos.

Y mi amigo me manda una foto de unas silobolsas que aparecieron en Pasquín 12 y me dice, convencido, que los tipos que almacenan su cosecha son poco menos que unos delincuentes antipatria. ¿…? Y entonces los que se sienten “damnificados” le exigen a un productor agropecuario cuándo, cómo, dónde y a qué precio debe vender su cosecha, y si no lo hacen, salen a romper silobolsas, a matar y robar ganado o a incendiar producciones. 

Y el presidente llama miserables a los empresarios a los que él les impide producir; y una diputada arrancada verde del árbol dice que el estado debería quedarse con parte de las empresas a las que el estado subsidia por no permitirles trabajar, y el emisario del Papa, sale a reclamar la reforma agraria; y el Ministro de Seguridad Social reparte tarjetas de miseria a los más humildes y les impone lo que deben comprar y lo que deben comer; y el arzobispo de la Plata exhorta a olvidarnos de la clase media y a preocuparnos por los pobres; y el Papa coincide con el presidente en la necesidad de una sociedad más pobre y más primitiva, pero más igualitaria; y el imbécil todo terreno de Dady Brieva pide que seamos Venezuela. ¿Pero quién carajo se creen que son, manga de delincuentes? Ya estoy muy grande y no sé si lo voy a ver, pero me gustaría estar presente el día en que los que trabajan, finalmente se cansen. ¡Agarren una pala muchachos!, ¡pongan en marcha una Pyme!

No señores, ustedes no saben nada de nada y son unos atorrantes, ignorantes e incapaces. Y ni siquiera estoy hablando de corrupción. Parto de la errónea premisa de que deberían ser honestos. Pero encima, tampoco lo son.


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