EN LA HISTORIA HAY LUGAR PARA TODOS

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"En Malvinas, lo decisivo fue el amor a la patria"

El piloto Pablo Carballo.

Por Sebastián Muzi

El reconocido piloto Pablo Carballo habló con La Prensa y destacó la labor de nuestras tropas a pesar de las diferencias tecnológicas con Gran Bretaña. Expresa orgullo por cada rama de las FF.AA., pero dice que hubo errores en las condecoraciones. “En la historia hay lugar para todos”, señaló.

Se dice que el piloto Pablo Carballo empezó la guerra de Malvinas con el pie izquierdo, y que él mismo no podía creer lo que había hecho en su bautismo de fuego atacando al ELMA Formosa, buque mercante argentino que era usado para llevar suministros a las islas.

Al navío le habían tirado cuatro bombas, pero una hizo blanco depositándose en la bodega. El temor a que explotara era extremo. Sin embargo, tal como rememoró La Prensa en su edición del pasado 9 de mayo, el suboficial Pedro Prudencio Miranda desactivó el peligro y le devolvió a muchos el alma al cuerpo para seguir peleando.

“Yo diría que por lo que hizo, fue el San Martín de los armeros (que son los que se encargan de desactivar las bombas, las espoletas) porque es el más destacado de los argentinos dentro de su especialidad”, dice Carballo, quien hoy es su amigo entrañable.

- ¿Cómo se sintió cuando llegó al destacamento y le dijeron que el buque atacado era nuestro?

- Eso fue al día siguiente. El 1º de mayo, cuando salí a la misión, estaba seguro que iba a morir porque era el Día del Trabajador. Cuando ataqué el buque estaba en medio de una llovizna, mal tiempo, yo había visto las fotos de los petroleros y por lo tanto pensé que era un petrolero. Además un oficial en mi base dijo que no había ningún buque nacional en la zona que yo tenía asignada. ¿Qué pasó? El Formosa estaba dentro de la bahía de Puerto Argentino. Cuando lo atacan los Harrier, no pueden darle y ahí sale de la bahía. Luego, cuando vuelvo a Puerto Argentino veo que el Formosa no se había hundido, entonces conecté los cañones y le disparé. Cuando regresé (feliz de haber salido vivo de la misión), el brigadier Camblor (que le decían temblor porque hacía temblar a todo el mundo) da los resultados de los ataques del 1º de mayo. Cuando llega a mi escuadrilla me dice: “Carballo usted atacó el Formosa, un buque propio”. En ese momento tuve una descompostura que debe ser muy similar a la de una persona que se está muriendo. Me sacaron afuera, apenas pasé la puerta caí desmayado y me vino a la mente, casi como si fuera una película, toda la secuencia del ataque. Cuando me desperté estaba el Dr. Romero pegándome cachetadas. A pesar de eso, años después la tripulación del Formosa me invitó a comer un asado. Soy amigo de los capitanes y de Miranda, a quien admiro, quiero y respeto.

- ¿Después de esto qué le dijeron para levantar el ánimo, o qué se dijo a sí mismo?

- Dije “tengo que levantar el aplazo. De aquí me voy con los pies para adelante o muerto. Yo vine a pelear, voy a pelear”. Y si me confundí… mejor dicho, no me confundí, ataqué un buque similar a los que me habían mostrado en la foto. Hice lo que me habían ordenado.

- Le pasaron mala información.

- No. Resulta que viene un brigadier que se llamaba Weber, y el comodoro Andreazzi, que dicen “son hechos de guerra y hay que analizarlos”. Así que me llamaron y me dijeron: “Carballo usted atacó fuera de la zona asignada”. Lo que pasó fue que el buque estaba al sur de la Gran Malvina después de haber sido atacado. ¿Quién me salvó? Mi querido amigo Nicolás Kazansew, porque justo hizo un programa informando que el Formosa había sido atacado y relata: “…y sale buscando aguas seguras”. Analizando la hora del programa y la de mi ataque, se determinó que nunca podría haber llegado al sur de la Gran Malvina.

- A pesar de este incidente, con el correr de las misiones se fue consolidando como una de las piezas fundamentales del ataque aéreo argentino…

- Sí. En determinado momento el brigadier Crespo me llamó desde Comodoro Rivadavia a Río Gallegos, donde estábamos apostados, diciéndome: “Carballo usted se está haciendo famoso”. Y yo le contesté: “Señor brigadier, sólo tengo que levantar un aplazo”.

- ¿Se sintió como el personaje de Top Gun?

- No. El personaje de Top Gun es totalmente ficticio, superficial, falto de valores… no tiene nada que ver con un piloto argentino. El piloto argentino es alguien que ama a Dios y a su patria, con sentido de familia, y que no tiene las ventajas de esos aviones, que eran imposibles de ser derribados. Además es un personaje fanfarrón, rebelde, no cumple con las horas de vuelo. El mejor piloto de la Fuerza Aérea no es el que mejor vuela, sino el más responsable.

- Entre las tres ramas de las Fuerzas Armadas, ¿la FAA fue la que más se destacó?

- No. Una cosa es lo que dicen y otra cosa es la realidad. Pienso en el gloriosísimo Ejército Argentino que en su ADN nos defendió de las invasiones inglesas y me saco el sombrero cuando veo un Lautaro Jiménez Corbalán, un Estévez, un Esteban, un Frecha… esos hombres son héroes tremendos. No se puede comparar lo que hace un avión con lo que hace un infante, un soldado. Fue una tremenda injusticia. Esas diferencias me producen mucho dolor, hay lugar para todos en la historia. Las medias verdades son grandes mentiras, porque desmerecen lo que hicieron héroes extraordinarios de nuestra patria.

- De hecho Poltronieri peleó solo

- No peleó solo, se quedó cubriendo la retirada de sus compañeros. Igual que Cabral, o Belgrano, que estaba combatiendo siendo un niño. Cuando hablo de un piloto de Super Etendard también me saco el sombrero, porque es gente que, aun sin tener una adecuación total de lo que era su sistema, hizo que eso funcionara. 

- ¿Fue más decisiva la inexperiencia en combate o el factor tecnológico?

- Lo decisivo fue el amor a la patria. Yo escribí en un libro: “Nosotros sólo teníamos un avión viejo y un corazón argentino”. Lo tecnológico… a ver… nos enfrentamos a la tercera potencia naval del mundo… Uno de los ingleses que escribió para mis libros me dijo: “Las islas Malvinas son argentinas porque hay 8 mil millas de mar en mis ojos. Nosotros no sabíamos a dónde íbamos, y ustedes luchaban por lo que amaban”.

- En el libro Experiencia de Halcón, de Rosana Guber, se menciona que había una notable diferencia de capacitación entre los pilotos que volaban Pucará y A-4 con los de Mirage y Super Etendard. ¿Pudo haber incidido en la contienda aérea?

- La conozco a Rosana, es mi amiga, la quiero mucho y tiene un libro hermoso hecho con amor, pero entre los pilotos de Fuerza Aérea no había ninguna diferencia de entrenamiento. Volábamos muchísimas horas, estábamos en 30 horas al mes, cuando en el mundo eran 16. La capacitación era impecable, pero estabas enfrentando a Harriers que te pegaban con misiles de cualquier lado.

- Usted fue condecorado con la Cruz del Sur al Heroico Valor en Combate. ¿Cuál de todas las misiones le pareció la más difícil?

- Todas. En todas me tiraban de una forma tremenda. Yo fui alcanzado tres veces, en el ataque del Antelope me estalló un misil debajo del ala izquierda que dañó el tanque de combustible. Me decía el alférez Hugo Gómez que volaba conmigo que en ese momento me envolvió una nube azul y luego una lluvia de piedras, y él pasó en medio de esa lluvia. El 25 de mayo, en el ataque a la Coventry, me pegó una esquirla grande en el ala derecha; el 27 de mayo en bahía San Carlos me pegaron en seis lugares diferentes del avión: una pegó debajo del asiento, otra me rompió el motor, otra munición en el tablero instrumental… y el oficial que la sacó me dijo: “tome Carballo, ésta iba directo a su pecho”. Esa es la máxima condecoración que tengo. 

- Hubo combatientes que pasaron desapercibidos o no recibieron ninguna medalla. En el caso de la Fuerza Aérea, hubo uno que me llamó la atención, el bioquímico Hagi, que fue crucial al descubrir cómo sacar la sal marina que se pegaba al parabrisas de los aviones.

- Estoy seguro que se la merece, pero uno no va a la guerra por una medalla. Yo quería una para mi padre, y cuando me la dieron mi padre estaba muerto. La metí en un cajón y nunca más la usé. La única vez fue cuando se casó mi hijo. La cruz es un pedazo de fierro. Sí es cierto que hubo errores al momento de decidir las condecoraciones, y no lo digo con resentimiento, pero hubo injusticias. El hombre que tiene más horas de vuelo en la guerra de Malvinas es el teniente Carlos Rinke, y él no tiene la Cruz al Heroico Valor en Combate, aun cuando estuvo en el día más negro de la flota. No me gusta criticar, pero respondo con la verdad.

- ¿Cree que ahora hay un mayor reconocimiento de la sociedad a los veteranos?

- Yo digo que están los argentinos y los que viven acá. Hay gente que me ve, me da un abrazo y se pone a llorar. Hay otros imbéciles a los que no les importa nada y no se ocupan de las cosas del futuro de sus hijos ni de sus nietos. Por eso a mí me interesan las personas que piensan en su bien, en valores, en la patria. El futuro del país está en la educación: hay que educar a los argentinos para que nunca más tengan vergüenza de lo que deben tener orgullo. Hay que enseñar a unirse, porque nos pegan palos de todos lados y estamos divididos.

- Como dijo el Martín Fierro…

- “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea porque si entre ellos se pelean los devoran los de afuera”.

- ¿Qué fue para usted volar?

- Yo me siento halcón. Estoy entre los aviones desde que era chiquitito, porque mi padre era de la Fuerza Aérea. Para mí volar es todo. Recién veía a un alférez que vuela un A-4R ¡y me daba una envidia! Volar es algo maravilloso, es mirar las cosas como las mira Dios, desde el cielo.

(La Prensa)


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