CONFIESO QUE HE SOBREVIVIDO

OPINIÓN /

Tratado de tragedias personales




Por Walter R. Quinteros

Confieso, ante todos ustedes, que he sobrevivido. A los implacables chancletazos en el lomo de mi amada madre. A que mi amada abuela quiebre el palo de una escoba en mi espalda. A los impecables, pero despiadados, inexorables e intolerantes, aunque parsimoniosos discursos de moralización de mi señor padre. A las vacunas e inyecciones varias aplicadas por practicantes del arte de matar a los sanos, del hospital de mi pueblo. A los viajes en sulky con mi abuelo. A las maestras con pocas pulgas. A la caída desde el duraznero en una siesta de enero. A las riñas habituales de los recreos y a las riñas callejeras a la salida de la escuela. Al olor a pata de las Skippy. A los sermones del cura antes de darme la común unión. A los cambios de domicilio, siguiendo los designios impuestos para el progreso en el trabajo de mi padre. A saber que mi padre era ferroviario, Niñito Dios y rey Mago. A los celos  de saber que mis padres se abrazan y besaban y vaya uno a saber qué cosas más harían cuando cerraban la puerta del dormitorio. A los golpes y raspones en mis rodillas por que la bicicleta no sabía hacer equilibrio sola. A saber que nunca haría un gol. A saber que eso era, por ser un buen defensor, después buen arquero. A las primeras turbulencias por conocerte, nena. A tu perfume. A pasear con una amiga llevándola en el caño de mi bicicleta. Al inesperado, suave, dulce, espontáneo, maravilloso y no se qué cosa más primer beso robado. A la regla de tres simple, álgebra, geometría analítica, ecuaciones exponenciales y algoritmos de la gran puta que sirven nada más que para desviar mis pensamientos de ti, nena. Al cuarteto Leo, que abrió las puertas del infierno musical. Al cabo y al oficial de semana. A las guardias de los sábados y domingo. A la ropa de fajina. A los llantos de mis bebés, repartidos entre la 01:00, 01:23, 01:49, 02:16, 02:41, y así sucesivamente hasta las 05 que salía a trabajar porque entraba a las 07:00 hs. A la cara de orto de mis jefes. A la cara de orto de mis dependientes. A la cara de orto del médico domiciliario. A los versos. A las balas enemigas. Al chinchón y otros juegos. A buscar un bar con jazz en las madrugadas. A la cara de boludos de los novios de mis hijas. A los autos que no me arrancaban a la mañana. Al ascensor que bajaba o subía lleno. A la inflación. Al sueldo de mierda. A las Juntas. A Alfonsín. A Menem. A de la Rúa. A  las notificaciones. A la "vaca loca". Al "que se vayan todos". Al divorcio. A quedar huerfanito. A Duhalde. A salir subcampeón como director técnico en All Boys. A una ex. Al fin del mundo que predijo Nostradamus. A un juez. A la jubilación. A Kirchner. A otra ex. A la gripe Aviar. A otro juez. A los afiliados del Suoem. A los afiliados de UTA. A otra ex. A Cristina. A los controles de noche en las rutas de Paraguay y Brasil. A otra ex. A la gripe Porcina. A Lula. A otra ex. A ver el clásico Gre-Nal siendo torcedor del Gremio en Porto Alegre. A las olas de Praia Guarita. A  la cachaza. A los frutos carambola, la pitanga y el maracujá. A Dilma. A mi club de fans de la radio Plenitude, en Brasil. Al fin del mundo que predijeron los Mayas. A la adicción de fumar. A otra ex. A vender mi último auto. A algunos jueces más. A tres días en la UTI de la clínica. A la mudanza número 26. A Macri. A tres días internados en la UTI del hospital de aquí. Al deseo de matar a los únicos que se enriquecen con la democracia. A los fanáticos partidarios. Al guiso de arroz con pollo y ají putaparió de ayer. 
A la puta, qué cagada, se me acabó el repelente de mosquitos anti Dengue y acá vienen, avanzan a paso redoblado, al viento desplegado su labro arrasador. Para colmo, alguien por aquí estornudó, dice que tiene fiebre y que tiene tos. Pandemia.
¿Pero no te digo yo?

Quiénes & Porqué

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