LOS QUE HICIERON DE LA POLÍTICA UN NEGOCIO

OPINIÓN / HISTORIAS

De pensión vitalicia a jubilación de privilegio, sin que nos diésemos cuenta

(Esta nota fue publicada en 2018)

Por WALTER RICARDO QUINTEROS · JUEVES, 14 DE JUNIO DE 2018·

Elpidio González nació en Rosario, Santa Fe, el 1° de agosto de 1875 Fue un político argentino perteneciente a la Unión Cívica Radical, elegido vicepresidente de la Nación Argentina (1922-1928). Sus padres fueron Domingo González (coronel del ejército) y su madre se llamaba Serafina. 

Realizó sus estudios primarios y secundarios en Rosario y posteriormente se mudó a Córdoba con su madre donde cursó estudios universitarios de Derecho en la Universidad Nacional de Córdoba, logró llegar a quinto año pero no se recibió. Ingresó en la Unión Cívica Radical, fue amigo personal y parte del grupo más cercano a Hipólito Yrigoyen. Participó de la Revolución Radical de 1905, comandó un pelotón revolucionario y fue detenido. 

Se recibió de abogado en la Universidad Nacional de La Plata en 1907. En 1912 fue elegido diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires y en 1916 elegido diputado nacional por la Provincia de Córdoba. Fue Ministro de Guerra (1919) y luego Jefe de la Policía de Capital Federal (1921) durante la presidencia de Hipólito Irigoyen, en el segundo mandato del “Peludo” fue Ministro del Interior (1928). Llegó a ser Vicepresidente de la Nación junto con Marcelo T. de Alvear (1922-1928).

El 2 de diciembre de 1919 comenzó una huelga de los 2500 trabajadores metalúrgicos que pedían jornada de ocho horas, salubridad laboral y un salario justo, en los talleres Vasena. El 7 de enero, a las tres y media de la tarde, un grupo de huelguistas había formado un piquete tratando de impedir la llegada de materia prima para la fábrica. En ese momento, unos los conductores anónimos pasaron por donde estaban los huelguistas, develando su verdadera función, comenzaron a disparar sus armas de fuego contra los trabajadores. La represión policial y parapolicial dejó cuatro muertos, tres de ellos habían sido baleados en sus casas y uno había perecido a causa de los sablazos propinados por la policía montada, los famosos «cosacos». Hubo además, más de 30 heridos. Según La Prensa fueron disparados más de 2000 proyectiles por unos 110 policías y bomberos. Los sucesos posteriores de desbordaron ya que, a la represión le sucedió el ataque de bandas armadas organizadas por la "Liga Patriótica", quienes atizaron un progromo (Saqueo y matanza de gente indefensa, especialmente judíos, llevados a cabo por una multitud) contra la población judía del Barrio de Once. La calma luego sería restablecida mediante la intervención del Ejército bajo el mando del General Luis Dellepiane. En aquel año, la Policía estaba dirigida por Elpidio González, designado por el presidente Hipólito Yrigoyen, por lo que su participación en este suceso ha merecido el cuestionamiento de la historiografía anarquista y de izquierda.

Los revisionistas históricos nos dicen que: Cuando llegó al poder, su patrimonio era de 350.000 pesos fuertes; en 1930 con la revolución de Uriburu se encontró con deudas por 65.000 pesos, motivo por el cual, le remataron su casa en calle Gorostiaga. Se mudó a una pensión. Así fue como el secretario de la Presidencia lo vio, vendiendo anilinas en Plaza de Mayo, al comunicárselo al Presidente J.P Justo, éste le entrega un sobre con dinero para Elpidio, ante aquel buen gesto respondió: “No voy a permitir que me ofenda el Presidente ni nadie, por mas buena voluntad que haya en el medio”.

Debido a esta circunstancia, el Diputado conservador Adrián Escobar (el mismo Escobar que votó en contra de la nacionalización del petróleo, el mismo Escobar que no quería tantos inmigrantes, el mismo Escobar que fue presidente de la AFA) presenta un proyecto de ley que establece la pensión vitalicia para los ex presidentes y vicepresidentes. En el debate parlamentario, se hace alusión al caso de Elpidio Gonzáles.

Cuando un amigo le comenta eufórico a Elpidio que de ahora en mas cobrará 2000 pesos de jubilación por sus funciones, la respuesta fue tajante: “No, yo no puedo aceptar eso. Hay que servir a la Nación con desinterés personal, y después de disfrutar el honor de haber sido presidente o vice, no se le puede exigir al Estado que nos mantenga con altos sueldos vitalicios”

Pero para no dejar dudas, con la ley ya sancionada y promulgada, envía una carta al Presidente de la republica: “…cúmpleme dejar constancia ante el señor Presidente, mi decisión irrevocable de no acogerme a los beneficios de dicha ley. Al adoptar esta actitud cumplo con mis más íntimas convicciones de espíritu. Jamás me puse a meditar acerca de las contingencias adversas que los acontecimientos me pudieran deparar. Confió en poder sobrellevar la vida con mi trabajo, sin acogerme a la ayuda de la República, por cuya grandeza he luchado, y si alguna vez he recogido amarguras y sinsabores me siento reconfortado con creces por la fortuna de haberlo dado todo por la felicidad de mi patria”

Gente que lo ha tratado hasta su muerte, decía que Elpidio González murió muy pobre. Esto dice un portal del partido al cual perteneció: “No solamente se rehusó (Elpidio González) a percibir la pensión como ex vicepresidente que por ley le correspondía, sino que para ganarse la vida debió ingresar a la conocida firma productora de anilinas “Colibrí”, para desempeñarse como corredor de comercio percibiendo una modestísima remuneración que le obligaba a vivir austeramente”. Dignísimo.

Hay una anécdota que lo pinta de cuerpo entero a este hombre que fue hijo de un gaucho federal de Felipe Varela, dada a conocer por el diario “La Nación” el día de su muerte, y que decía así. “(…) en un tranvía cierto domingo de un frío invierno, al mediodía, un anciano, pesándole más los años que el maletín de gastado cuero cargado de betún y anilinas Colibrí para los zapatos con que se ganaba la vida, vistiendo un traje gris, pobre y limpio y la barba, larga pero cuidada, subió a un tranvía. Después de sacar el boleto se sentó al lado de un señor que venía leyendo un libro. “Cantos de vida y esperanza”, un buen libro de Rubén Darío”, le dijo el anciano al pasajero lector, y luego se enfrascó en sus cosas sin prestarle más atención.

El anciano contaba ahora algunas monedas que había obtenido de la venta del día. “Y sí, es él”, pensó el lector; ese al que ahora se le caía una moneda de un peso y se levantaba cansinamente a recogerla. Era él, el mismo que decían que vivía en un cuarto de la calle Cerrito que se venía abajo; el mismo que había rechazado una pensión que le correspondía; el amigo de Yrigoyen; el vicepresidente de Alvear…. el que tampoco aceptó una casa que el gobierno quiso darle para que viviera como merecía. Si, era Elpidio González.

El viejo político, con la moneda recuperada en su mano, jadeó un poco. Se había agitado al agacharse a recogerla. Y, como justificándose, dijo a su vecino al sentarse nuevamente junto a él: “Si no la uso para limosna, la usaré para comer”. Y en la siguiente parada se alejó hacia la puerta trasera, como un espectro, para irse.

“¡Oiga, señor González! -le dijo el viajero- sírvase guardar el libro que le agrada con usted. Sería un honor para mí que le aceptara”. El anciano le miró agradecido y, cerrando los ojos, le dijo con convicción y humildad: “Un funcionario, aunque ya no lo sea, no acepta regalos, hijo. Y, además, recuerdo bien a Darío, mejor que a los precios de las pomadas: … y muy siglo dieciocho, y muy antiguo, y muy moderno; audaz, cosmopolita; con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y, una sed de ilusiones infinitas…”

Después de recitar su estrofa, tras la parada, el anciano bajó del tranvía y se perdió en la historia, con toda la riqueza de su pobreza, guardada en un maletín viejo, lleno de pomadas, y de unas pocas monedas escurridizas.

Esta otra anécdota viene del ex Jefe de la Fuerza Aérea Argentina, el Brigadier (R) Eduardo Schiaffino: "Mi familia tuvo un negocio durante la década del 40, hasta 1955, en Santa Fe y Paraná. Un día un vendedor ambulante con su portafolio pasó ofreciendo anilinas Colibrí. Mi abuela Rosario Schiaffino le compró y luego del pago le dijo: «Muchas gracias, señor González». El hombre, sorprendido, dijo: «¡Usted me conoce! Mi abuela le contestó: «Cómo no lo voy a conocer si usted fue vicepresidente de la Nación, señor Elpidio González»."

Elpidio González murió el 18 de Octubre de 1951 en el Hospital Italiano, sin casa ni familia que lo cuide, con pocos amigos rodeándolo.

Ahora parecen apostar a ver quién "junta" más...

Walter R. Quinteros / Fuentes: Wikipedia - Revisionismo Histórico Argentino - Medios y Opinión - La Nación - minutouno - Foto: Días de Historia.

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