LA VIOLENCIA

OPINIÓN /  La columna de Diana L. Caffaratti

Uno amanece y continúa el día rondando la idea de pensarnos bestias peligrosas o víctimas de un bestiario inimaginado.

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Hace días que en cada momento de encender el televisor la constancia de la tragedia es un presente continuo. Nada nuevo hay para decir respecto de la violencia colectiva ejercida sobre una víctima. Uno amanece y continúa el día rondando la idea de pensarnos bestias peligrosas o víctimas de un bestiario inimaginado. 

La violencia está en todas partes, manifiesta o solapada, consciente o no, injustificada casi siempre. Y digo injustificada "casi siempre" porque nacer es un hecho violento tanto como el parir; el prevenir o curar una enfermedad de cierta gravedad incluye actos violentos (¿o no lo es acaso una zonda introducida en la uretra, o sujetar con vendas a la cama a un padeciente que por las drogas suministradas para la cura, sufre alucinaciones que lo llevan a moverse, quitarse todos los cables de su obligada terapia intensiva que, en un gesto desesperado de galenos y familiares se decide para "ver" si se le salva la vida? 

Y tantos otros casos: la violencia de una cola administrativa cuya espera dura horas a la intemperie, como lo es la de quienes demandan los "beneficiados" de Anses: ancianos que apenas pueden mantenerse en pie, gente en sillas de ruedas, con andadores o bastones, embarazadas, y a pocos le conmueve) Sí. La violencia esta en todas partes y se solaza entre víctimas y victimarios. 

En sí misma, salvo aquellos casos de violencia justificada, significa actos que sumados terminan siendo criminales. La vida continúa sin embargo. Aún con el corazón estallando en millones de partículas (en definitiva: ¿a quién le importa?) Entonces, decido agradecer la vida que me ha tocado —aun con dolores del alma, insalvables. Decido seguir tras algo que hacer. Aun sabiéndome que solo soy un minúsculo grano de arena en este universo conformado de una manera tan curiosa y compleja. Aun con las continuas desazones: traiciones, amigas que en realidad nunca lo fueron, promesas incumplidas de gente que ya no usa como valor "la palabra que se empeña", estafas morales y económicas, agresividad gratuita, distancias que se imponen, gente que sufre de verdad y que me atañe. Nada me resbala. Mundo: ¿a dónde vas? ¿Qué hemos hecho de esta humanidad que tira un niño de 2 años a un río porque no pudieron violar a su madre; que nos resulta indiferente el humano que se muere de inanición encerrado entre fronteras; que con una patada (puntapié es demasiado delicado para decir) se ultima a un inocente; que se ablasiona —por cultura—parte de los genitales de las niñas, ¡uff... tanto más!... 

Que para salir a pasear poco menos tenés que contratar guardaespaldas; que permitimos — cómplices— que una vez más, los JUBILADOS sean los DESCASTADOS de la sociedad, los estafados de siempre; que creamos resolver el problema de los inundados o lo que fuere: incendios, guerras, aportando pan para hoy y nada para mañana? (sin desmerecer los grandiosos intentos individuales); que sigamos inventando ítems para agrandar brechas? Que todo vale. Como dijo Discépolo, "la Biblia junto al calefón"... En fin Estoy triste de verdad. 

"No es asco./ No es hastío./ No es abulia./No es cansancio./ No es indiferencia./ Son todas esas cosas/ y no es ninguna / Es como si el mundo / se me hubiera parado / encima." Roger Wolfe

Diana Laura Caffaratti / Especial para Quiénes & Porqué


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