OPINIÓN
Agradecer aunque el día haya ido mal
Por Diana Laura Caffaratti / Columnista
Habrá alguna razón por la cuál se me ha dado cierto mandato de ir hilando cosas, acontecimientos, emociones que no me pertenecen, que suelo a veces compartir y otras tantas quedarme sólo en una silente observación. -Conduzco por una calle de mi ciudad esquivando vidrios de botellas de bebidas alcohólicas– confieso que en menor grado que otros años. Escucho los noticieros que creo que son noticiosos, y predominan eventos truculentos de esos que escandalizan, y por lo que no hacemos nada importante para que dejen de suceder: un hombre que obliga a un joven Romeo tirarse por el balcón del séptimo piso –el hombre pertenece a las fuerzas del orden. Se encontró a la maestra que había desaparecido hace una semana– en el río y con dos tiros en la cabeza. El Intendente de Catriel apareció, ¿sano? Y salvo luego de una enorme preocupación de todos los familiares, amigos y habitantes del país. Un hombre rumbo a Mar del Plata con su esposa y sus dos hijos infantes, fue detenido por conducir consumiendo marihuana, agravando su situación por llevar varias dosis de ácido lisérgico. Los incendios siguen devorando grandes extensiones en Chubut y en Córdoba. Mi río de los Sauces agoniza por la irresponsable decisiones de quienes ostentan poder y dinero. El Dakar ya se cobró una vida. Un edificio obligadamente de nueve metros será de quince desafiando a la razón.
Pareciera que las buenas noticias se centran en las boleterías de los teatros competitivos en Mar del Plata o Villa Carlos Paz, que tampoco conforman a los productores y los programas televisivos encuentran en sus discusiones ficticias la “gallina de los huevos de oro” y una gran e inexplicable masa de televidentes que subliman sus bajos instintos, sus atormentados pensamientos, sus incomprensibles laberintos morales, con esa especie de fe que se cumple en el rito de horas perdidas en el vacío espacio entre sus ojos y la pantalla.. Yo no sé si está bien que crea que es supremo mi acto definitorio de cambiar de canal o dedicarme a releer por vigésima vez ”El Aleph” y creer que lo leo por primera vez, llegar a las siete de la mañana entre las amarillas y olorosas páginas de “Rayuela”, Regresar a Borges y sus extraordinarios versos dedicados al ajedrez, o sentarme un rato en el silencio y la oscuridad, buscando perla a perla mi acostumbrada oración del rosario, que, confieso, nunca recuerdo cuándo son dolorosos, cuándo gloriosos, cuándo gozosos, y no sentirme culpable por mis faltas a mi presencia en el templo.
Estoy aprendiendo a no pedir. Y a agradecer y agradecer y agradecer, aunque el día haya ido mal. Y me gozo en la introspección que me permito; en la socialización de una mañana con la bolsa de los mandados, o la insostenible siesta, o mi momento de jardín donde encuentro que una serie de insectos me han robado las alegrías del hogar. Algunos minutos con Luli, la gata siamesa que se ha aquerenciado en casa, ha hecho que sepa cómo se troca el odio en amor. Nos hemos hecho amigas y nos entendemos perfectamente. Admiro su sentido del respeto de mis espacios y de hacerme respetar sus espacios y sus decisiones. La mimo. Le encanta el atún más que nada, pero no se amilana ante un buen pedazo de pan dulce con abundantes frutas secas!, Después de ese regalo, refriega su cuerpo por mis tobillos y me da unos lengüetacitos en agradecimiento.
Estoy en esta especie de asociación libre y, continúan saliéndome recursos como si hubiera fertilizado un campo de nomeolvides. Pero hay que medir la producción.
Para terminar, abriré al azar mi libro de la Obra poética de César Vallejo que también releo. Pienso en un número cualquiera de tres cifras: 657 (LA dirección numérica de mis domicilio) y reproduzco la sublime palabra: me encuentro con el análisis sobre los contenidos afectivos hallados en sus versos. Es un texto árido. Decido cambiar de número: 416. "ME VIENE HAY DÍAS UNA GANA UBÉRRIMA Me viene, hay, días, una gana ubérrima, política De querer, de besar al cariño de sus dos rostros, Y me viene de lejos un querer Demostrativo. Otro querer amar, de grado o fuerza, Al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito. A la que llora por el que lloraba Al rey del vino, al esclavo del agua, Al que ocultóse en su ira, Al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma. Y quiero; por lo tanto acomodarle Al que me habla, sus trenzas; sus cabellos al soldado; Su luz, al grande; su grandeza al chico. Quiero planchar directamente Un pañuelo al que no puede llorar. Y, cuando estoy triste o me duele la dicha, Remendar a los niños y a los genios. Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo Y me urge estar sentado A la diestra del zurdo, y responder al mudo, Tratando de serle útil en Lo que puedo, y también quiero muchísimo Lavarle al cojo el pie, Y ayudarle a dormir al tuerto próximo. ¡Ah, querer, éste, el mío, éste..."
(Texto del año 2012)
Diana Laura Caffaratti
Escritora que se define como *Feminista no agresiva. *Punta de lanza en varios flancos. *Trayecto de vida: Córdoba ( Rio IV/ Villa Dolores/ ciudad de Córdoba) ; Corrientes ( Santa Rita de la Esquina del Rio Corrientes -bah!: Esquina/ Corrientes Capital) y Córdoba ( ciudad de Córdoba, y por ahora, La Serranita) *Envejuvenescente _ septuagenaria
Foto ilustrativa: besosdegato
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