Una mujer, aun atractiva pero ya de mediana edad, decide regalarse una cirugía plástica para su cumpleaños.
Va con uno de los mejores médicos y gasta mucho dinero, pero la operación resulta un éxito.
Muy contenta, al poco tiempo va a comprar ropa y le pregunta al vendedor:
—Perdoname, ¿vos qué edad me das?
El vendedor la mira, lo piensa un momento y dice:
—¿35 años?
—¡Gracias, querido! —exclama ella—. Tengo 47.
Al día siguiente, en un McDonald’s, le pregunta lo mismo al muchacho de la caja:
—Disculpame, ¿cuántos años decís que tengo?
—Ehh... ¿29?
—¡Qué lindo! No, tengo 47, vuelve a responder ella realmente feliz.
A la noche, toma un colectivo, se sienta al lado de un anciano, y le vuelve a hacer la misma pregunta.
—Disculpe, abuelo, ¿usted qué edad me da?
Pero el hombre le responde:
—Mire, querida, tengo 85 años, está oscuro y casi no veo. Pero, desde que era joven, conservo una habilidad: adivino la edad exacta de una mujer si me deja palparle los pechos.
La mujer mira a su alrededor, no hay nadie más que ellos en el vehículo y, como están sentados lejos del conductor, se encoge de hombros y le dice al anciano que lo haga.
Éste le introduce la mano en el escote, palpa lentamente sus pechos, y finalmente le responde:
—Usted tiene 47 años.
Sorprendida, la mujer le pregunta:
—¿Y cómo hizo para adivinar con tanta precisión?
—Yo estaba detrás de usted en el McDonald’s.
Ji jí.
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