SI AHORA VIENE EL PAPA


¿Habemus más grieta?


Por Walter R. Quinteros / Opinión


Cuando Sara Critto —una mujer argentina que se acercó al Sumo Pontífice para entregarle una biografía de su propia autoría sobre Enrique Shaw, un empresario argentino que se desempeñó como accionista de cristalería Rigolleau, y fundador de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), y cuya causa de beatificación estaría en proceso—, le preguntó al papa Francisco:

—¿Cuándo viene a la Argentina?

—No se —le contestó—.

Si la investigación prospera, para lo que haría falta la constatación de un milagro según los cánones de la Iglesia, Shaw, que murió en 1962 y fue declarado siervo de Dios en 2001, se convertirá en uno de los primeros santos empresarios del mundo, algo que también podría alcanzar el italiano Giuseppe Toniolo (1845-1918), banquero y economista cuyo caso también es seguido y estudiado por la Santa Sede.

Miren ustedes, hay banqueros y empresarios buenos, con derecho a ganarse el cielo.

Hace 6 años y seis meses que Jorge Mario Bergoglio comenzó su pontificado el pasado 13 de marzo de 2013. Nunca volvió a pisar la Argentina. 

Como en los años precedentes, un tendal de especulaciones políticas se tejieron al respecto. Desde una presunta mala relación o distancia con el gobierno de Mauricio Macri, desde las pujas internas de la Iglesia Católica criolla, o cuestiones de "estrategia" pastoral. 

Es cierto que, en calidad de máximo representante de un credo esparcido por toda la tierra, Argentina es solo una pequeña porción territorial en un mar de millones de fieles y que el religioso debe encarnar una universalidad que trasciende el terruño. Y es habitual la comparación con otro de los pontífices viajeros, como Juan Pablo II, que visitaba frecuentemente a su Polonia natal, o Benedicto XVI, cuya primer viaje como sucesor de Pedro fue a Alemania, país que visitó en dos oportunidades más.

El papa Francisco, sin embargo, mantuvo contactos informales y audiencias privadas con famosos y no famosos, dicen, que su fanatismo por el fútbol argentino sigue intacto, y realiza movimientos que no pueden dejar de ser interpretados en clave de política local.

Las cartas de apoyo a la dirigente política Milagro Sala, a Hebe de Bonafini, y los convites a la Santa Sede a personalidades como a Alejandra Gils Carbó, eran gestos que irritaban al macrismo, teniendo en cuenta que la vicepresidencia de la Nación estaba ocupada por Gabriela Michetti, una fiel creyente. 

Desde este punto de vista, los adherentes de Francisco y sus nexos con la dirigencia local abarcan los extremos del espectro político. La gran mayoría de los líderes de los partidos más diversos y personalidades del mundo económico, deportivo y sindical utilizaron su imagen (ya sea fotos, cartas o llamados) para darles un uso proselitista o de autopromoción. 

"El Papa no apoya, ni defiende, ni postula, ni sostiene a ningún candidato político. Los que dicen que los apoya es una farsa", nos dijo la periodista Alicia Barrios, íntima amiga de Bergoglio. "Francisco no es nuestro, es el jefe del Estado del Vaticano". 

"Me da una profunda tristeza que no venga a la Argentina, me da pena", dijo el padre Fabián Báez, cura párroco del porteño barrio de Villa Urquiza. 

"No creo que piense en el chiquitaje de la política argentina, él está pensando desde su rol de líder mundial, tiene un panorama global con criterios altruistas que van más allá de sus intereses personales", sostuvo. "Las veces que hablé con él nunca descartó su visita, pero por cuestiones de agenda no puede", concluyó el sacerdote. 

Juan Grabois, uno de los referentes territoriales con más llegada al Vaticano, consideró que la cuestión política "no es el elemento crucial". "Puede llegar a tener más que ver con algunas situaciones de la iglesia argentina que por la relación con el Gobierno; son especulaciones que puede hacer uno sin ninguna sustentabilidad real", nos decía el titular de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). 

José María del Corral, director mundial de Scholas Occurrentes, aclaró que no habló con Francisco pero deslizó que el sacerdote debe considerar "que no es el momento indicado para venir. Cuando venga a Argentina no va a ser porque esté cerca", afirmó. "Estoy seguro de que va a venir a Argentina en la madurez del proceso, en el momento justo, cuando los argentinos hayamos ganado. ¿? Nosotros tenemos que estar bien y él vendrá, no al revés", completó Del Corral. 

"Hace algunos meses me dijo que va a venir cuando sienta que es un factor de unidad, y pueda ayudar a sumar y no a dividir", señaló Gustavo Vera, uno de los dirigentes "laudatistas" y hombres de confianza del Papa. "Él siempre me respondió lo mismo: cuando sienta que pueda venir a unir a los argentinos lo va a hacer. Tiene muchas ganas de venir, sigue de cerca lo que pasa aquí".

El ex vicecanciller Andrés Cisneros, de larga trayectoria diplomática bajo el gobierno de Carlos Menem, también atribuyó a posibles efectos no deseados que podría traer aparejada una eventual visita. "La sociedad argentina se caracteriza por tener una profunda grieta, y cualquier acontecimiento es tomado por ambos lados de la grieta como algo a favor suyo y en contra del otro", manifestó. "Supongo que entre los numerosos factores que deciden una visita papal, debe haber sido incluido el no querer que su figura sea tironeada por unos o por otros en una sociedad que, evidentemente, no está suficientemente bien preparada para convivir ni siquiera ante la visita de un Papa argentino", cerró el diplomático de la gestión de Guido Di Tella. 

Eduardo Valdés, ex embajador en el Vaticano,  analizó la elección de cada destino que visitó Francisco en sudamérica: "Brasil lo hereda de Benedicto XVI. En la gira de Ecuador, Bolivia y Paraguay habló sobre la salida al mar y desbalanceó con Chile y Perú. Se debía una visita a estos dos". Antes, Franscisco había intervenido en la negociación del conflicto armado en Colombia con las FARC. "El Papa decidió meterse en el proceso de paz, y entonces decidió ir a Colombia", consideró.

Las teorías sobre el liderazgo de Francisco y la raíz de sus decisiones son múltiples y variopintas. El investigador y sociológo del Conicet-UBA Fortunato Mallimaci analizó en un artículo la explicación de este fenómeno. El especialista señala que hay tantos "papas" como "intereses de clase, género, políticos, de derechos, de sociabilidad y religiosos" existentes, y afirma que la interpretación eclesiástica sobre Francisco es "solamente una más en el mercado de las visiones del mundo". O sea, Mallimaci no nos dijo nada que no sepamos.

Carl Schmitt, uno de los más importantes teóricos del pensamiento político, decía que la Iglesia tiene la capacidad de abarcar los polos opuestos de la sociedad. Es como la cabeza de Jano: presenta una doble cara donde los extremos no son antagónicos y tampoco es necesario reconciliarlos. Por eso es que existieron en la historia catolicismos conservadores, reaccionarios, progresistas, de izquierda y revolucionarios. Hay en esa particularidad una "forma política" que lo habilita, basada en el principio de representación de Cristo. 

En el caso de las explicaciones sobre el actuar de Francisco, parece aplicar este principio. 

En uno de los apartados de El príncipe, Nicolás Maquiavelo intentó describir la esencia de los Estados eclesiásticos y sus regentes. "Estos príncipes son los únicos que tienen Estados y no los defienden, [tienen] súbditos y no los gobiernan (…). Solo, pues, estos principados están seguros y felices. Pero, como están regidos por una razón superior a la que la mente humana no alcanza, dejaré de hablar de ellos". Su consejo resuena en la actualidad.

De acuerdo con un artículo publicado por el diario británico, Financial Times, un asesor cercano de Fernández afirmó que "Francisco había alentado la reconciliación de Alberto con Cristina". Según el medio, el encuentro entre el exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner y el sumo pontífice "fue un paso clave en la unificación" de la oposición peronista luego de su "humillante derrota en las elecciones de medio término de fines de 2017, y puede haber ayudado a pavimentar su camino de regreso al poder".


¿Y que dirá usted, católico creyente, si el papa Francisco, el papa número 266, concreta una visita a nuestro país, ahora con Alberto Fernández, próximo presidente, defensor del aborto, protector de imputados y, con cierta sintonía social y política entre ellos? 


Algunos, desde el gobierno de Fernández dirán que: 
"La vocación de consenso, prudencia y compromiso con los humildes son las características de Alberto Fernández que más valora el Papa. Ellos tienen una doctrina social y política que los vincula en su afán de la construcción de una sociedad más justa con igualdad de derechos para todos, sin hambre estructural generada por un capitalismo voraz, brutal y salvaje".

Me quedo corto, me parece.

Y sin soltar la guitarra proseguirán con los versos del relato:
"El reencuentro de Francisco con su tierra será más que emotivo, será el abrazo del hombre con sus raíces, con su íntima sagrada cultura, con su historia de misionero apóstol de la igualdad. Una visita con sabor a gloria celestial que se reflejará en el alma de la patria. Un episodio postergado por los mediocres que deseaban un escándalo fabricado para socavar la grandeza del papa argentino".

Mientras los otros, con memos luces que un zaguán, a ver, son tan lerdos los otros para reaccionar, que todavía no se les ha ocurrido una respuesta si Francisco viene ahora.

Pero les anticipo desde ya, lo que dirán: "El jefe de la banda se sacó la careta. Viene ahora a restar, a dividir, no a sumar".

Mientras tanto, se quemarán ciertos expedientes en la justicia y el humo saliendo de las chimeneas, hará que alguien grite, en esta apocalíptica pesadilla mía:

"¡Habemus más grieta!"

Walter Ricardo Quinteros / Quiénes & porqué

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