OPERACIÓN CARIBE

OPINIÓN

El constante salto de legisladores entre partidos sin abandonar sus bancas alimenta la antipolítica y vacía de sentido la representación democrática

Por Osvaldo Bazán

“Ayudame, voy a juntar plata para que un nene pueda operarse”. Vos me ayudás.

Yo junto la plata.

Pero después con esa plata me voy de vacaciones al Caribe.

¿El nene? Qué sé yo.

Esto es lo mismo que si un legislador asume su cargo por un partido y en el medio de su mandato se va a otro o forme un minibloque (el kiosco mejor pago de la política argentina, siempre en oferta para levantar o bajar la mano en cualquier votación).

Al que nos pidió la plata para la operación le perdemos toda la confianza.

Sin embargo, al legislador lo seguimos votando.

¿Por qué? Porque, opinión impopular, en este país la política ya no existe.

Hace ya 20 años que Borocotó —carita de abuela ¿cómo te va a joder un médico pediatra?— fue elegido para que durante cuatro años fuera legislador nacional por Propuesta Republicana (el germen del PRO).

Lo eligieron el 23 de octubre de 2005.

El 10 de diciembre de 2005 asumió como “independiente”, lo que en realidad quería decir “kirchnerista”.

El PRO intentó impedirlo pero ni en la Constitución Nacional, ni en la Ley Orgánica de los Partidos Políticos ni en el Código Electoral Nacional se dice nada al respecto.

En Brasil, por ejemplo, no sería posible. Hay un “mandato imperativo”, sos del partido o te vas. Acá hay un “mandato representativo”, los legisladores no están obligados a seguir lo que dice el partido.

Lo que sería bastante justo si no fuera que estamos rodeados de tránsfugas que usan la plata de la operación del nene para irse al Caribe.

Bajo ese paraguas en el que todo está permitido, Graciela Camaño, que había sido elegida por el Frente Para la Victoria para un cuarto mandato en 2007, abandona el bloque “por la corrupción que tiene el Gobierno”. Todo bien con su denuncia (aunque tardó un poco en darse cuenta, ¿no?), pero si era tan corrupto ese Gobierno del que se negaba a seguir siendo parte ¿cómo es que no vio ningún inconveniente en seguir ocupando una banca ganada porque fue en la boleta de ese gobierno corrupto?

Porque nadie se lo cobró.

Porque la vara ya estaba por el piso.

Porque entre legisladores no nos vamos a bajar el quórum.

Después de todo, la vara de Graciela está a la altura de un cachetazo a Kunkel, no hay mucho de qué asombrarse.

Por eso, cuando en octubre del ’18 Felipe Solá, Daniel Arroyo, Facundo Moyano, Fernando Asensio y Jorge Taboada, que habían sido elegidos para sus cargos por el Frente Renovador, pasaron a formar el interbloque Red por Argentina, no vieron contradicción alguna en abandonar las ideas que los llevaron a los cargos, pero no los cargos.

Y a nadie le molestó.

Dame esa vara que la piso.

Los tucumanos Domingo Amaya y Beatriz Ávila consiguieron sus cargos de diputados gracias a los votantes de Cambiemos, que en 2017 los pusieron allí. Sin embargo, cuando en el 2020 Amaya se armó su “monobloque” para votar con el Frente de Todos (la oposición al partido que le dio la banca) y la Bety se formó el “monobloque” Partido por la Justicia Social ni se acordaron de Cambiemos.

¿Es ilegal?

No.

¡Qué macana que no lo sea!

Entonces, si un partido no me puede asegurar que esa persona para la que me pidió el voto llegue hasta el final del mandato que le di con mi voto ¿para qué sirve el partido? ¿Qué cosa es un partido político, entonces?

¿Un plataforma de ambiciones personales?

Estos son mis principios, nunca mis finales.

¿Se entiende que la gente cambie de ideas?

Sí, y se agradece.

Si a los 60 pensás lo mismo que a los 20 es probable que todo lo que te pasó en esos 40 años no te haya servido de nada.

De ahí los tours políticos de nuestras figuras más rutilantes, de Pichetto a Moreau, de Monzó a Bullrich, de Massa a Luis Juez.

Es entendible en un país cuyo líder máximo ha sido un general que llamó “juventud maravillosa” a los que después les dijo Imberbes y echó de la plaza.

Ok, todos cambiamos.

Tampoco nosotros votamos lo mismo que hace años. Mi primera elección fue para Alende, el que no se vendía y terminó alquilado al mejor postor.

Pero esto, creo, es otra cosa.

Te voté porque estabas en ese partido; si no estabas en esa lista, no te votaba. Pero ahora abjurás de esa lista, y seguís usufructuando el cargo ¿te parece bonito?

Sí, les parece bonito.

Pero claro, cómo olvidarse de que este es el país de las “candidaturas testimoniales”, una truchada que no lo era tanto porque ya todos sabíamos que todos sabíamos que nunca iban a asumir, que era como de mentiritas. Votame, que total asume Cadorna. Al que no conocés, pero mejor, porque si lo conocieras, no lo votarías.

Y ahí va Cadorna, votando lo que se le canta, con el aval de tu voto. Y todavía tienen el tupé de llamarle “democracia representativa”.

Así, cuando Cristina Fernández de Kirchner (A.K.A. “la megamechera intergaláctica”) se postuló como senadora por Buenos Aires por el Frente para la Victoria en 2005, ya todos sabíamos que seguiría cómoda en su rol de primera dama.

En el 2009, Daniel Scioli (as en eso de manejar la panquequera con una sola mano), que siendo gobernador se presentó para diputado y nunca pensó en asumir como tal, aunque se lo negó a Mirtha Legrand cuando la diva se lo preguntó; como Néstor Kirchner, que en el mismo año hizo lo mismo, total a quién le importa; como Sergio Massa, que siendo jefe de Gabinete del kirchnerismo encabezó la lista de diputados nacionales del Frente para la Victoria pero no asumió para seguir manteniendo su rol ejecutivo y luego formar el Frente Renovador para enfrentar al kirchnerismo, al que finalmente sirvió como colimba, de corre, limpia y barre.

Más cercana en el tiempo, Diana Mondino hizo campaña para ser legisladora. Ganó la confianza de la gente para ese cargo. Pero antes de asumir ya era ministra de Relaciones Exteriores. Se hubiera quedado en el cargo, al menos todavía lo tendría.

Claro que el premio a la estafa más concreta se lo lleva la siempre oportunista Clotilde Acosta (A.K.A. Nacha Guevara), que muy de cuerpito gentil dijo cuando anunció su candidatura a diputada nacional por el kirchnerismo en abril de 2009: “Veo esta posibilidad como un nuevo camino que permitirá dedicar mi energía a la tarea más alta: la tarea de servir a los demás. Haré lo que he hecho cada día desde hace 40 años, utilizar mi creatividad, trabajar mucho, perseverar y buscar la excelencia. Sé que no es una tarea sencilla, pero yo soy una mujer afortunada porque nada en la vida me ha sido fácil y desde este pequeño lugar intentaré ayudar a construir un país más feliz”.

Ganó el cargo en junio pero en noviembre, poco antes de asumir, se tomó un avión a un festival de cine de Los Ángeles y mandó un comunicado a las redacciones en donde decía, escuetamente, que renunciaba por “cuestiones personales”.

Atrás habían quedado las declaraciones que había hecho al diario La Nación: “Quiero invertir mi energía en hacer mi trabajo, como sea, pequeño, sin pretender cambiar al mundo. Se pueden hacer muchas cosas, aunque sean chiquititas. Quiero saber si sirvo para servir. Siempre se puede hacer algo. Pero no esperen nada espectacular porque lo espectacular lo hago sobre el escenario. En la política haré un trabajo de hormiga”.

Según sus palabras, y vistos los resultados, parece que Clotilde no sirvió para servir pero sí, fue espectacular su paso por la política. En pocos meses defraudó lo que a otros les llevó muchos años.

Eso sí, el trabajo de hormiga parece que le dio resultados.

Clotilde, peronista de toda la vida, durante el gobierno peronista de Isabelita fue amenazada de muerte por la organización paramilitar peronista Triple A. Y durante el gobierno peronista de 2020 cobró una indemnización gracias a una ley peronista.

Se exilió el 3 de enero de 1976.

Volvió al país el 28 de octubre de 1983.

Su exilio duró 2.856 días, aunque la organización que la amenazó ya no tuvo acciones como tal desde 1976.

Por la ley 24.043, impulsada por el peronismo a través de Eduardo Menem, se impuso una indemnización para detenidos o exiliados. Clotilde usó esta ley para que finalmente el ministerio peronista de Derechos Humanos a cargo del peronista Martín Soria le concediese la indemnización.

¿Resultado del trabajo de hormiga de Clotilde? Una indemnización de $11.466.268,80. Lo que al cambio del momento daban U$S110.252,58.

¿Es legal? Y, depende cómo se mire. Las indemnizaciones se pensaron en principio como reparación por daños de la dictadura. Y eso fue bajo un gobierno del que Clotilde era fan.

¿Es ético?

¿En un país hambriento?

Otro ejemplo de la maravillosa sensibilidad de nuestra perfumada colonia artística.

Que ningún otro echado por la Triple A haya hecho uso de tan beneficiosa indemnización demuestra que nadie sufrió como Clotilde.

También tenemos, claro, el caso de los legisladores que hoy son de un distrito y mañana de otro, total a quién le importa; los que dejan el cargo para el que los eligieron porque consiguieron una changa mejor en el ejecutivo.

Lo paradójico es que votamos gente que ni sabemos quiénes son en medio de listas larguísimas, porque las listas están en un partido, pero después estos desconocidos dicen “no, yo pienso otra cosa” y listo, se van. Y uno se queda sin saber a quién votó.

Todo puede resumirse en que estos políticos que nos dirigen gran parte de las posibilidades de nuestras vidas, no tienen palabra.

Debería usar todos los newsletters que me quedan de acá hasta que me muera para escribir cada vez que un político argentino dijo una cosa e hizo otra.

Y así es muy difícil creer.

Y pasa lo que pasa.

Termina el Congreso con terraplaneros, megáfonos y patitos en la cabeza.

Y no le importa a nadie porque ya no hay política.

Sé que puede molestar esta frase, quizás por eso lo digo.

Ya no hay política.

O estoy tan decepcionado que no la veo.

Durante los negros años del kirchnerismo, lo peor que uno podía ser era “antipolítico”.

“La política es el mejor lugar en el que pueden estar los jóvenes”, decían jóvenes de ayer que se enriquecían con la política gracias a miles de otros jóvenes que sin cuestionamientos, creían.

Criticar la política era ser “antipolítico”.

El truco estaba en que política era lo que ellos decían que era político.

Desde la banalidad sobrevalorada de “Todo preso es político” (claro, que acuchillen a tu hermana es político) hasta las pecheras de La Cámpora para repartir las sobras de una compra sobrefacturada a miserables inundados.

Así, la música, las relaciones humanas, el sexo, la ciencia, la literatura, el deporte, todo pasaba a ser político. Y si no era “político” (en ese sentido banal e interesado) era “antipolítico”.

Todo era un mensaje esclarecedor dado a una sociedad inocente a la que había que enseñarle el abc de la política.

El resultado ha sido esta sociedad triste, chabacana, imposibilitada de mantener una conversación adulta, grosera y vacía.

Lo voy a decir bajito, por las dudas.

La culpa no la tuvo la antipolítica.

La culpa la tienen los políticos.

Y siendo menos ingenuos, hasta quizás haya sido a propósito.

¿Qué mejor que el desinterés de todos nosotros para que puedan seguir yéndose al Caribe con la plata de la operación del nene?

(Revista SEÚL)




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