OPINIÓN
Y, ¿sabías que tenía 89 años cuando ayer, nos dejó huerfanitos?
Por Walter R. Quinteros
Casi siempre, en horas de la mañana y una vez al mes, llegaba el muchacho del Club de los Libros, me cobraba la cuota, y me ofrecía otros tres o cuatro de los buenos —me decía—, para leer en el transcurso del mes. A veces pasaba al living, miraba mi biblioteca que crecía, elegía un sillón de algarrobo situado sobre una alfombra mágica, y esperaba que le alcance el café. Otras veces, escuchábamos música, a él le gustaba los compilados de Chill Room, los de Budda Bar, o Café del Mar. Casi que nos hicimos amigos. Pero un día no vino más. No tenía dónde ubicarlo. Encontré un vecino lector y también socio del Club, me dijo que nuestro vendedor y cobrador había fallecido. A mi vecino le faltaban pagar dos cuotas, a mi tres, le dijeron desde Buenos Aires que el seguro del Club cubría esos pagos. Me quedé con tres libros de Mario Vargas Llosa sin pagar. Nunca más mandaron un vendedor y cobrador. Tampoco se, cuál de mis queridas se quedó con ellos, pues aquí solo tengo unos pocos y se, que a mis hijos les dejé más de noventa, de distintos autores, de los doscientos seis que tenía.
No me da la envejecida memoria para hacer un inventario, pero recuerdo haber tenido en mis manos, y haberlos leído a; La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La fiesta del Chivo. Me faltan otros, pues eran nueve de Vargas Llosa. Estaban después de los de García Márquez, antes que Zama, de Di Benedetto. Antes que Rayuela de Julio Cortázar. Antes de Gabriela, clavo y canela de Jorge Amado. Antes que Juan Rulfo y Carlos Fuentes y antes que los otros autores argentinos, uruguayos, mexicanos, chilenos, peruanos y latinoamericanos en general. Y ya que estamos... ¿Dónde habrá quedado Garabombo el invisible? ¿En cuál mesita de luz perfumada? ¿En qué cajón de que cómoda, duerme entre finas prendas hechas para mentir amor?
Los hombres que somos sensibles, sentimos cómo nos entra el puñal de las malas noticias que escriben los periodistas sin corazón. "Ha muerto Mario Vargas Llosa", así, sin una palmada en la espalda, sin un abrazo, sin decirte que lamentan informarte. Sin preguntarte cómo te sientes, macho de las tiernas lágrimas secas.
A mi edad, uno no lee la pantalla de la computadora, le pasamos la yema de los dedos por cada letra, acariciamos los bordes de las palabras, tanteamos las comas y los puntos, como decía Daniel Salzano en su "Página de los muertos". Casi siempre, nos demoramos todo lo que podemos mirando esas caritas que ya no estarán, nos fijamos en sus edades, las comparamos con la nuestra, les pedimos a los dioses que ojalá alguien ilustre nuestra necrológica con la foto en la que estamos mirando al amor de nuestra vida. Apasionados.
Pero hablemos de Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, aquel genio nacido en Arequipa, el 28 de marzo de 1936, y que falleció ayer, 13 de abril, en Lima. Escritor peruano considerado como uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos. Que recibió el Premio Nobel de Literatura, el Premio Cervantes, el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, el Premio Biblioteca Breve, el Premio Rómulo Gallegos, y el Premio Planeta, entre otros.
Don Mario Vargas Llosa fue el único hijo de Ernesto Vargas Maldonado y de su esposa Dora Llosa Ureta. Wikipedia nos dice que aprendió a leer y a escribir en Cochabamba, Bolivia. Que con toda la familia regresó al Perú, a la ciudad de Piura, y allí continuó sus estudios de primaria. A los 14 años, su padre lo envió al Colegio Militar Leoncio Prado, en el Callao, donde cursó el tercer y el cuarto año de educación secundaria, entre 1950 y 1951. Allí soportó una férrea disciplina militar y, según su testimonio, fue la época en la que leyó y escribió —como no lo había hecho nunca antes—, consolidando así su precoz vocación de escritor.
En mayo de 1955, a la edad de 19 años, contrajo matrimonio con Julia Urquidi, hermana de su tía política por parte materna, quien era diez años mayor y ya divorciada. Pero debido al rechazo que este matrimonio causó en su familia, la pareja se vio forzada a separarse durante un tiempo pese a que estaban recién casados. Para mantener una vida en común, el joven Mario, cumplió con hasta siete trabajos simultáneamente: como asistente de bibliotecario del Club Nacional, escribiendo para varios medios periodísticos e incluso catalogando nombres de las lápidas del Cementerio Presbítero Maestro, de Lima; finalmente ingresó a trabajar como periodista en Radio Panamericana, aumentando sustancialmente sus ingresos.
Es tan rica y tan larga de contar la vida de este literato sudamericano, que nos llevaría un día entero de lectura, pasando la yema de los dedos por las fronteras del punto y aparte, párrafo siguiente. Era también político libertario.
Mario vargas Llosa publicó su última columna el 17 de diciembre de 2023, marcando así su retiro oficial del periodismo. El mismo día que, quién esto escribe, publicaba en este medio, en la columna Opinión, "El esplendor de la fiesta de Susy".
A esta edad, nos demoramos todo lo que podemos mirando esas caritas que ya no estarán, nos fijamos en sus edades, las comparamos con la nuestra, les pedimos a los dioses que alguien ilustre nuestra necrológica con la foto en la que estamos mirando al amor de nuestra vida.
—Hola hombre sensible de las lágrimas secas, ¿sabías que Mario Vargas Llosa, escribía como los dioses? Y, ¿sabías que tenía 89 años cuando ayer, nos dejó huerfanitos?
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