SARMIENTO, EL HOMBRE ENAMORADO



Por Walter R. Quinteros

Machos, eran los de antes.



Macho, de esos que se las aguantan. Eso era Domingo Faustino Sarmiento, un hombre que gustaba mucho de las mujeres. Y él, a ellas también.


A mi me gusta tu novia, y qué.

Según cuentan revisionistas e historiadores, los arrebatos amorosos del prócer lo condujeron a desilusiones constantes y sufrimientos repetidos por amor, ya que si bien era un hombre que poseía un excelente poder de oratoria, algo que atraía a las jovencitas de la época, lo cierto es que su apariencia no lo ayudaba demasiado.

La pinta es de lo de menos.

La vida amorosa del Padre del Aula se inicia alrededor de 1831, cuando Sarmiento parte exiliado hacia Chile. O sea, tendría 20 años. En su nueva residencia, comienza a trabajar como maestro en San Francisco del Monte, donde conoce a una joven chilena llamada María Jesús del Canto. El fugaz amor de la pareja dejó una marca indisoluble en el tiempo, ya que tuvieron una hija, quien fuera bautizada como Faustina.

La "abu" se hace cargo.

La pareja no volvió a verse jamás, y la pequeña niña fue criada y educada por Doña Paula Albarracín, la madre de Sarmiento, con la ayuda de sus hermanas en la humilde casa de San Juan. Aquella pequeña se convertiría con el transcurrir de los años en la única compañía de Sarmiento durante sus últimos días de vida en el Paraguay.

Pata de lana.

Más de una década después de su primer amor, precisamente en 1845, y luego de un largo viaje por Europa, Estados Unidos y África, Sarmiento regresa a Chile, esta vez a Valparaíso, donde comienza una relación clandestina con Benita Martínez de Pastoriza, una mujer casada. Por aquella época, Benita da a luz a su único hijo, del cual siempre se ha dudado la identidad de su padre biológico, ya que muchos aseguran que se trata del hijo legítimo de Sarmiento. Lo cierto es que en 1848 el Padre del Aula regresa a Valparaíso con el objetivo de contraer matrimonio con Benita, además de adoptar al pequeño niño y darle su apellido, quien pasa a llamarse Domingo Fidel Sarmiento. No obstante, los celos constantes de Benita hacen que la pareja comience a tener problemas, que conducen al matrimonio al fracaso inevitable, por lo que Sarmiento, decide alejarse durante un tiempo.

Amor prohibido.

Así es que Sarmiento regresa a su patria, y en Buenos Aires encuentra a una joven que había conocido de niña, pero que el paso de los años la habían convertido en una adolescente hermosa, inteligente, y amante de la política: Aurelia Vélez Sársfield, hija de Dalmácio Vélez Sársfield, quien fuera amigo de Sarmiento. Aquella era la mujer ideal para él, pero lamentablemente aún estaba casado, y Aurelia también, ya que había contraído matrimonio con su primo Pedro Ortíz Vélez.

Escribir con el corazón.

«Te amo con todas las timideces de una niña y con toda la pasión de que es capaz una mujer. Te amo como no he amado nunca, como no creía que era posible amar. He aceptado tu amor porque estoy segura de merecerlo. Sólo tengo en mi vida una falta y es mi amor a ti. Perdóname encanto mío, pero no puedo vivir sin tu amor. Escríbeme, dime que me amas, que no estás enojado con tu amiga que tanto te quiere».
Aurelia Vélez Sarsfield.

No de nuevo, decía.

En 1857 Benita cansada de esperar el regreso de su marido, decidió viajar a Buenos Aires, algo que en realidad fue una mala noticia para el Padre del Aula, por lo que su desprecio por Benita crece, de la misma manera que se acrecienta su amor por Aurelia.

El cartero llama dos veces.

Cuando Sarmiento se muda a San Juan para cumplir con su cargo de Gobernador, comienza a escribir cartas a Buenos Aires, para su esposa Benita, para su hijo Dominguito y para su amada Aurelia. Pero el destino, que nada perdona, hizo que una de las cartas de amor destinadas a Aurelia cayera en manos de Dominguito, quien inmediatamente se la mostró a su madre.

No recuerdo lo que hice
De eso que te dicen
No pasó
No pasó
Y que te monté los cuernos
De eso no me acuerdo
No pasó
No pasó.

Aquello que al principio había sido una mala pasada casual se convirtió en el motivo que permitió a Sarmiento separarse definitivamente de Benita, después de 14 años de matrimonio. Cabe destacar que fue en esa época que Sarmiento se entera de que su mujer lo engañaba, y que además estaba esperando un hijo de otro.

El zorro pierde el pelo, pero no las mañas.

Dos años después, parte a Estados Unidos para desenvolverse como Embajador, y a pesar de seguir enamorado de Aurelia, allí mantiene un romance con una joven profesora de ingles llamada Ida Wickersham, quien también estaba casada. Aquella aventura perdura por mucho tiempo, incluso mantuvieron el contacto a través de cartas, cuando en 1868 Sarmiento regresa a Argentina siendo elegido Presidente de la República. Mientras tanto, continúa profundamente enamorado de Aurelia Vélez Sársfield.

Espérame en el cielo, corazón, si es que te vas primero.

Los años pasaron, y al cumplir 77 años Sarmiento parte a Paraguay. Una vez allí le escribe a su gran amor para que se reúna con él, a lo que Aurelia, quien también se confesó enamorada del Padre del Aula, responde de manera positiva viajando a Paraguay. Nuevamente el destino les jugaría una mala pasada, ya que Aurelia no alcanzó a hallarlo con vida a Sarmiento, quien daría su último respiro el 11 de septiembre de 1888.

Esa Mujer.

La historia de amor empieza cuando Aurelia ya está separada de su marido, y Sarmiento ha regresado a Buenos Aires y trabaja en el diario que dirige don Dalmacio. Aurelia aún no ha cumplido veinte años pero es una mujer inteligente, despierta, que ha vivido experiencias inusuales para una muchacha de su edad y de su clase y que, a pesar de los dolores de cabeza que le ha dado a su padre, es su preferida y su principal colaboradora intelectual. Los hombres y las mujeres que la conocieron sugieren que no era lo que se dice una mujer hermosa. La palabra «interesante» tal vez sería la más adecuada para caracterizarla. Los retratos que se conservan de ella no permiten decir que fuera fea. Sus ojos, su boca, la expresión un tanto irónica, un tanto burlona, dan cuenta de una mujer que, si el retrato no miente, era algo más que «interesante». Aurelia, en 1853 se casó con su primo Pedro Ortiz Vélez. El resultado de ese noviazgo y casamiento fue un fracaso total, incluidas las infidelidades, el crimen y el probable aborto. Hay una discusión entre los historiadores sobre la fecha de ese casamiento, porque algunos la ubican en 1858 aunque lo más probable, atendiendo a la documentación disponible, es que haya sido en 1853.

Y contigo aprendí.

Se dice que fue en la redacción del diario El Nacional, que Aurelia conoció al hombre de su vida. Sarmiento ingresó a ese diario de la mano de su amigo Dalmacio en julio de 1855. Dalmacio Vélez Sársfield, fue quien abrió las puertas políticas de Buenos Aires a Domingo Faustino Sarmiento, y también le abrió la puerta de su casa. 

Que yo nací el día en que te conocí

No se conoce con certeza qué día se conocieron los futuros amantes, tampoco si quedaron deslumbrados de entrada o si se fueron enamorando a medida que se conocían. De lo que sí hay bastantes certezas es de que ya para entonces Aurelia, no sólo había protagonizado el escándalo que todo Buenos Aires comentó en su momento, sino que era también una eficaz colaboradora de su padre, algo así como una secretaria de confianza que le llevaba al día su correspondencia y le ordenaba los papeles. Digamos que la mujer que Sarmiento conoce en 1855 tiene diecinueve años, pero es una mujer formada políticamente y que ha vivido una experiencia afectiva que la ha marcado de una manera especial.

No me digas que me detenga.

Para 1855 Aurelia no tenía nada de inocente, y su estilo de vida y sus gustos tenían poco que ver con los de las niñas de su edad. Respecto del abuso de confianza de Sarmiento por haber seducido a la hija de un amigo, habría que decir que Vélez Sarsfield jamás censuró esa relación, que la conoció prácticamente desde sus inicios y que no hay un escrito, una palabra que indique que el viejo estuviese fastidiado por la relación de su amigo con su hija. Por el contrario, hay testimonios de que no sólo aceptaba la relación, sino que, en cierto sentido, estaba satisfecho por que las cosas fueran así.

Para bien o para mal.

No deja de sorprender la conducta del padre de Aurelia. Es un hombre mayor, conservador, que acepta que su hija mantenga relaciones con un hombre casado. Es que pareciera que, después del escándalo protagonizado con Pedro Ortiz, don Dalmacio había quedado curado de espanto, y todo lo que hiciera Aurelia le parecía poco o nada comparado con lo que había ocurrido con ese desgraciado matrimonio y lamentable desenlace. Pero, más allá de las especulaciones, sigue pendiente el interrogante respecto de la comprensión que tuvo Dalmacio por la relación de su hija con su amigo.

Pero nunca te olvides que "el padre de Laula":

No se llamaba Domingo. El sitio cultura.gob nos dice que el nombre que figura en su partida de nacimiento es Faustino Valentín Quiroga Sarmiento. Lo habían nombrado Valentín porque nació un 14 de febrero, aunque fue registrado el día siguiente. Su familia siempre lo llamó Domingo, porque su madre era devota de Santo Domingo.

Y que aprendió a leer a los 4 años. Sus primeros maestros fueron su padre José Clemente y su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento. En 1816 ingresó a una de las llamadas "Escuelas de la Patria". Cuando finalizó estos estudios tramitó una beca para ingresar al Colegio de Ciencias Morales, en Buenos Aires, que no le fue concedida. 

A partir de entonces fue autodidacta. Un amigo ingeniero lo ayudó con las matemáticas, su tío José de Oro Albarracín (hermano de Fray Justo Santa María de Oro) lo ayudó con el Latín y Teología. Y aprendió francés por sus propios medios.

A María Jesús del Canto, madre de su única hija biológica, la conoció en una escuela, durante uno de sus cuatro exilios en Chile. Ella era su alumna y él se enamoró; Emilia Faustina Ana nació al año siguiente. Quedando huérfana de madre, Faustina se crió con su abuela Paula y sus tías. Sobre todo porque Sarmiento nunca se quedó demasiado tiempo en ningún lugar.

Y que en 1845 nació en Chile Domingo Fidel, hijo del chileno Domingo Castro y Calvo y la argentina Benita Martínez Pastoriza, que al enviudar, en 1848, se casó con Domingo Faustino Sarmiento, que le dio su apellido al niño. Pero el matrimonio solo duró un año, pero el hijo adoptivo -conocido como “Dominguito”- fue muy querido por Sarmiento. 

En septiembre de 1866, durante la Batalla de Curupayty, Dominguito fue herido de muerte. En ese momento, Sarmiento era ministro plenipotenciario de la Argentina en Estados Unidos. La noticia de la muerte de su hijo lo hundió en una profunda depresión, renunció al cargo diplomático y regresó a Buenos Aires. 

Que contribuyó mucho a su provincia natal cuando inició su mandato como gobernador de San Juan, en 1862. En dos años incorporó el alumbrado público, se encargó del empedrado de las calles y abrió y ensanchó varias de ellas. Además, forestó y confeccionó el plano topográfico de la provincia.

Que fundó la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (CoNaBiP). Fue el encargado de crear y desarrollar este organismo que hasta la actualidad fomenta el fortalecimiento de las bibliotecas populares como organizaciones de la sociedad civil.

Que organizó el primer censo nacional, en 1869. Este arrojó como resultado que en el país había 1.836.490 habitantes, siendo el 8% del total inmigrantes europeos, el 70% población rural y el 71% de los argentinos, analfabetos.

Sarmiento también inició la meteorología en el país. Durante su gestión como representante argentino en Estados Unidos logró que el astrónomo Benjamin Apthorp Gould viajara al país para crear un observatorio astronómico, pero cuando Gould llegó, Sarmiento ya había levantado el Observatorio Astronómico de Córdoba que adquirió entonces relevancia internacional. Ambos iniciaron los estudios argentinos de meteorología al crear, en 1872, la Oficina Meteorológica Nacional que funcionó hasta 1884 en Córdoba para luego trasladarse a Buenos Aires.

Y que mediante la Ley de Subvenciones de 1871, el padre del aula garantizó los fondos para la creación de nuevas escuelas y la compra de materiales y libros. Durante su mandato, y con apoyo nacional, las provincias fundaron unas 800 escuelas de primeras letras, alcanzando a un total de 1816 escuelas, de las cuales el 27% eran privadas. La población escolar se elevó de 30.000 a 110.000 alumnos.

Eso era estar enamorado de su Patria.

¿Viste? Machos eran los de antes.



Quiénes & Porqué / HB / cultura.gob / Foto: San Juan al mundo


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