ATLAS

CULTURA

Atlas Charles, “Mister Universo”, era un gringo bien fotografiado que todas las semanas aparecía en las páginas de la revista D’Artagnan



Por Daniel Salzano

Para decirte lo que siempre habías temido: que eras nada más que un alfeñique.

Atlas Charles se levantaba a las 6 de la mañana y desayunaba dos litros de leche acompañados por un cacho de bananas.

Charles Atlas usaba bikini para marcar el bulto y resaltar los meloncitos.

Diariamente nadaba media hora en su piscina marmolada y al mando de su fabuloso corpachón untado en vaselina, levantaba la cortina de su próspero negocio: una academia internacional para hacer flexiones.

Los alfeñiques entraban por una puerta con la frente marchita y salían por la otra convertidos en floreros de Falabella.

¿Te tenían a los saltos los de 6º y en el recreo te comían las galletitas?
Charles Atlas.

¿Soñabas con una multitud de personas mordaces que se burlaban de tus pantorrillas insignificantes?
Charles Atlas.

La que dirigí a Brooklyn, incluyendo el cupón que aparecía en la revista D’Artagnan, fue la primera carta que mandé en mi vida.

Dos meses más tarde, mi mamá, desesperada, me entregó un sobre coronado por dos estampillas norteamericanas, Washington y Washington. Sorpresa. Resulta que para ser idéntico a Charles Atlas no bastaba con levantarse a las 6 de la mañana y alimentarte con bananas, sino que había que mandarle 50 dólares para, a vuelta de correo, recibir un libro de instrucciones.
El curso, 50; el diploma, 100. 150 dólares.
Mi papá, en el ferrocarril, ganaba 119.

Desde entonces, quedé encadenado a una consigna generacional inolvidable:
–¿Profesión?
–Alfeñique.

(Quiénes y Cuándo / La Voz)

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