EL GENERAL PAZ



"Los grandes espíritus no siempre encontraron el camino, pero siempre supieron cuál era".



El general José María Paz fue una de las figuras más significativas de nuestra historia, además de un formidable estratega. También fue autor de un libro, "Memorias", de permanente actualidad y profundo contenido. Nos dice José Narosky desde su columna en el diario LA PRENSA

Paz había nacido un 9 de setiembre de 1791 en Córdoba. Tuvo en vida un enconado adversario, un tucumano, el general Gregorio Aráoz de Lamadrid. Poseían ambos caracteres muy antagónicos. Paz era tranquilo, sereno. Aráoz de Lamadrid, en cambio, era vehemente e impulsivo.

"Este Paz parece un filósofo, no un militar", comentaba el tucumano, irónicamente. A su vez, Paz anotaría en su libro: "Lamadrid es un hombre contradictorio. A una audacia a toda prueba, une un carácter frívolo y superficial".

Estos dos hombres fueron rivales desde el comienzo de sus carreras. Participaron en las guerras por la independencia. Aunque pelearon juntos en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma bajo las órdenes del general Manuel Belgrano, en el aspecto humano afloraba siempre un intencionado contrapunto de bromas e ironías sin fin. Y la ironía, suele ser una agresión con guantes.

En el combate de Venta y Media una bala le destrozó a Paz el brazo derecho. Este salvó su vida milagrosamente. Como consecuencia de la herida el bravo cordobés quedó manco para el resto de sus días.
Lamadrid no pareció conmoverse y en vez de una palabra amable y de consuelo, al encontrarse con su eterno rival, murmuró despectivamente: 

-"Ahora, ya no podrá llegar a general, compañero".
Los ojos de Paz relampaguearon con ira. Sin embargo, dominándose, sereno como siempre, contempló al tucumano fijamente, respondiéndole: —"No se apresure Ud. en sus conclusiones, Lamadrid", le retrucó con frialdad.
—"Deme tiempo. Le aseguro que no sólo llegaré yo a general, sino que también, tendré después la ocasión de ascenderlo a Ud. a general, en el campo de batalla. Porque aunque no lo estimo a nivel personal, no puedo negar ni su valentía ni su patriotismo", terminó diciendo Paz, revelando a su vez, su hombría de bien y su autenticidad.

La guerra con el Brasil trajo a Paz otra vez al primer plano. Este y Lavalle fueron los dos mejores combatientes argentinos en esa lucha. Allí, ambos recibieron sus respectivos despachos de generales de la Nación.
Lavalle venció después a Dorrego. Paz, aliado de Lavalle, empezó su famosa cruzada contra los caudillos montoneros del interior.
Luego en Oncativo y La Tablada, el general Paz, "El Manco", un estratega invencible, demostró su valía, al vencer a las poderosas tropas del "Tigre de los Llanos", Facundo Quiroga.
Habían pasado 14 años desde aquel día de Venta y Media, la batalla que había inmovilizado su brazo derecho para siempre. Cuando llegó la batalla de Caaguaz,. Paz con inteligencia y con sutil estrategia, logró un triunfo total.
Terminada la batalla, reunió a su ejército. Ascendió a muchos de sus hombres. Y a uno de ellos -un coronel- le colocó la insignia de general.
Ese coronel se llamaba Gregorio Aráoz de Lamadrid, su adversario de siempre.
El Manco Paz no había olvidado su promesa. Porque su dignidad le decía que "omitir la justicia, significaba respaldar la injusticia".

Y este humanista, que sabía que en las guerras no hay soldado sin heridas, y que en ellas sólo se mata y se muere, aunque muchos hablen de triunfo, inspiró en mí este aforismo: "Cuando el soldado ve solamente hermanos, el ejército lo pierde. Pero lo gana, la humanidad".

Hablemos del General Paz.

José María Paz  Nació en Córdoba, el 9 de septiembre de 1791. Su padre fue José Paz y su madre Tiburcia Haedo. Sus primeros estudios los realizó en la escuela de San Francisco. En 1804 ingresó como interno en el Seminario de Loreto, donde cursó filosofía y teología, para luego ingresar en la Universidad de Córdoba, terminando así su formación como bachiller de artes, con orientación a las matemáticas, el latín y la jurisprudencia. Posiblemente estos estudios posibilitaron su crecimiento intelectual y tonificaron su moral con una capacidad personal sobresaliente en los años por venir.

Luego de la Revolución de Mayo abandonó los estudios para ingresar en el Ejército. El 12 de septiembre de 1811 recibió la orden de marchar al Alto Perú a incorporarse al Ejército del Norte. En 1812 formó parte de las tropas del general Manuel Belgrano en las batallas de Tucumán y Salta, como ayudante del Barón de Holmberg, secretario de Belgrano. Por su arrojado valor obtuvo la insignia de «los defensores de la Patria», condecoración otorgada por el Segundo Triunvirato, y por ello fue ascendido al rango de capitán. Participó en las batallas de Vilcapugio y Ayohúma, y en la de Venta y Media, que fueron serias derrotas para el Ejército del Norte. En la batalla de Venta y Media, en 1815, Paz estaba realizando un reconocimiento de avanzada y se encontró con una partida de realistas españoles. Estos, al reconocerlo como patriota, lo tirotearon. El brazo derecho de Paz quedó inutilizado de por vida por las heridas de bala. Por esta invalidez se lo conoció en su época como «El Manco Paz». En 1814, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón, lo nombró al frente de los batallones de Dragones de la Patria, ascendiéndolo a coronel.

En 1817, El entonces coronel Paz fue enviado por el Directorio porteño a luchar a las órdenes de su comprovinciano Juan Bautista Bustos contra Estanislao López, caudillo santafesino y jefe de las fuerzas federales al oeste del río Paraná, en la batalla de La Herradura (Córdoba), donde López venció a Paz y a Bustos.

El 8 de enero de 1820, en las cercanías de la entonces posta de Arequito, el general Juan Bautista Bustos, acompañado por los coroneles Alejandro Heredia y José María Paz, sublevaron a una parte importante del ejército que volvía a Buenos Aires. Su esperanza era mantenerse apartados de un conflicto fratricida y enfrentarse nuevamente con los realistas.
Pero con el Ejército a cuestas volvieron a Córdoba, donde Bustos se apoderó del gobierno de la provincia contra la posición de Paz y otros militares que intentaban dirigirse a la frontera norte, amenazada por los españoles y sus adeptos. Esta acción privó al general José de San Martín del apoyo que requería, amagando a los realistas por el sur de Perú, así como al general Martín Miguel de Güemes, que defendía la provincia de Salta. Paz intentó derrocar a Bustos, pero fue obligado a retirarse a Santiago del Estero, donde permaneció dos años fuera de la política. 

En 1823 viajó a la provincia de Catamarca para instruir a doscientos soldados, a los que denominó Batallón de Cazadores, para participar en la última campaña al Alto Perú.

Incorporado al Ejército Republicano con las tropas que había formado para la inútil campaña del Alto Perú, fue puesto al frente de las mismas, ya oficialmente llamadas Regimiento de Cazadores. Participó en la Batalla de Ituzaingó, donde la mayor parte de su cuerpo fue diezmado; aun así tuvo una participación importante con sólo un centenar de hombres, por lo que fue ascendido al grado de general por disposición del general Carlos María de Alvear.

Cuando este se retiró del Ejército en campaña, le hizo entrega interinamente del mando del Ejército Nacional y es nombrado Jefe del Estado Mayor General, pasando a ser el primer Comandante General de carrera en la Argentina. 

Luego de firmada la paz con Brasil, Paz regresó a Buenos Aires, donde el general Juan Lavalle ―que acababa de derrocar al gobernador legal Manuel Dorrego― lo nombró su Ministro de Guerra. Pero se dedicó a formar un ejército que lucharía contra los caudillos del interior. Paz, de carácter independiente, se separó de Lavalle y decidió unirse a los unitarios para atacar al líder de los federales del interior, el general Bustos, que aún gobernaba Córdoba.

En sus escritos (especialmente en sus Memorias), relata cómo no podía creer que simples estancieros devenidos en caudillos pudiesen declarar guerras o hacer batallas contra un gobierno central constituido, con el apoyo de la población. 

Así, se puso en marcha contra su excamarada Bustos, avanzando sobre Córdoba con una fuerza aproximada de 800 veteranos de la Guerra del Brasil, 80 artilleros y 90 reclutas, y de la derrota unitaria de Puente de Márquez. Bustos se retiró al valle de San Roque (actual Lago San Roque), donde, tras varios días de negociaciones, fue derrotado por Paz el 22 de abril de 1829 en la batalla de San Roque. 

Paz asumió como gobernador. Bustos pidió ayuda a Facundo Quiroga, quien acudió en su auxilio. Sin embargo, estos fueron derrotados en la batalla de La Tablada en junio de 1829.

El general Paz se aprestaba a llevar las armas sobre el litoral. La guerra entre el interior y el litoral sobrevino inmediatamente. El gobernador de Santa Fé, Estanislao López, es nombrado general en jefe del ejército confederado. Quiroga operaba nuevamente con éxito sobre Córdoba. El general Pacheco derrota a Pedernera en Fraile Muerto y los federales ocupan Tío, India Muerta y Totoral Chico. Quiroga toma Río Cuarto y avanza sobre San Luis y en el Río Quinto derrota a Pringles.

Convulsionada Córdoba y con Quiroga a su espalda, “el Manco” Paz decide ir sobre López que rehuye el enfrentamiento y retrocede hasta los Calchines. Paz ordena a Deheza marchar contra los Reinafé.

Casi llegada la noche, eb cercanías de El Tío, el general Paz escucha un tiroteo que supone de sus guerrillas con el enemigo, y se adelanta en reconocimiento de las fuerzas que se batían, acompañado con un ayudante, su ordenanza y un baqueano.

El manco Paz, que no quería poner en evidencia sus operaciones, manda a su ordenanza en busca del jefe de su guerrilla, y como aquel no volviera, Paz despacha el ayudante y sigue adelante con el baqueano, yendo a dar precisamente sobre el flanco izquierdo se su enemigo. Tal vez confundió a las partidas enemigas con su propia tropa, pese a la advertencia del baqueano que le advierte que está frente a las tropas de López. Cuando advierte su error, ya era tarde. Los federales lo habían reconocido. Incluso uno grita su nombre, lo que aumenta la confusión de Paz. Un federal bien montado, de apellido Serrano, se adelanta, lo persigue y le bolea el caballo. “El manco” cae al suelo, y es tomado prisionero.

Nos dice Adolfo Saldías, en su “Historia de la Confederación Argentina” (T.II.p.237) refiere lo dicho por un testigo ocular, don Saturnino Gallegos, que se encontraba en la tienda de López cuando llega el prisionero.

Dice el señor Gallegos, en septiembre de 1882:

"En la madrigada del 11 de mayo de 1831 nos encontrábamos en Calchines acompañados, esperando las fuerzas de Buenos Aires que mandaba el general Juan Ramón Balcarce, para emprender la campaña contra el general Paz. El general López, su secretario coronel Pascual Echagüe y otro jefe lo acompañaba alrededor del fogón tomando mate, cuando se presentó un joven cordobés que dijo llamarse Serrano, anunciando que dejaba a corta distancia la partida que conducía prisionero al General Paz, cuyo caballo había boleado él mismo.

Si grande fue la sorpresa que produjo esta noticia, no lo fue menos la duda acerca de la veracidad del informante: aunque entre las señas quedaba, la de “manco” era incontestable. El general ordenó al señor Echagüe que sin demora montase una mitad de lanceros de 25 hombres con un oficial a la cabeza y acompañado del chasque Serrano fuese a encontrar la partida que se decía conducía al prisionero. Verificado esto, y antes de mucho rato, regresó toda la gente y a la inmediación del general López desmontaba el señor Paz, en mangas de camisa, y quitándose un gorrete de tropa, que se le había dado en vez de la gorra que le quitó uno de los soldados. Don Estanislao López y demás de su círculo se pusieron de pie, y el prisionero, ofreciéndole con grandes instancias aceptase la única silla, que era una pequeña con asiento de paja, para sentarse, la que aquél rehusó con toda cortesía, sentándose en una cabeza de vaca de las que rodeaban el fogón. El señor López le ofreció entonces mate, café o té (el informante no recuerda qué aceptó); y al mismo tiempo ordenó a un asistente que subiese a su carretón y trajese un poncho de abrigo y una chaqueta para que el huésped se cubriese, pues el frío era fuerte, diciendo al mismo tiempo:

—General, las únicas “capas” que podemos ofrecerle son las de “cuatro puntas” y de ponerse por la boca. —A lo que el general Paz contesto eran las mejores, y cuando vino se cubrió arrebozándose. (O sea, un poncho de gaucho)

Y que, a poco se llamó al sargento que mandaba la partida apresadora, quien explicó la boleadura del caballo, que presentó (era un malacara choquezuela blanca), animal de buena apariencia y manos; y cumpliendo la orden que se le dio, se hizo entrega al general Paz de la casaca de que se le había despojado, gorra buena, etcétera.

Como ni el general López ni otro alguno abría conversación, el general Paz, rompiendo el silencio dijo; “Señor López, los soldados de usted son unos valientes y los míos unos cobardes, que me han abandonado a doce cuadras de mi ejército”.

El general López asintió con un movimiento de cabeza y el general Paz, continuó: “Dejo un ejército, que en moral, disciplina, armamento, etcétera, es completo y capaz de batirse con el que usted presentase, fuese el que fuese; pero falto yo, todo es perdido; pues Lamadrid, que es quien queda a la cabeza, es incapaz de sacar ventaja alguna de su posición, careciendo de aptitudes para llevar a cabo mis planes”.

El general Paz, prisionero, fue bien tratado tanto por López como por Rosas. El mismo Paz, lo reconoce en carta a Rosas publicada en el Lucero el 3 de junio de 1831, en la que le declaraba que había sido generosamente tratado por López y que esperaba serlo del mismo modo en lo sucesivo (Memorias de Paz. Tomo II pag.335)

Paz sería luego trasladado a Buenos Aires y se le guardó toda consideración. Fue alojado en el cabildo de Lujan con libertad de movimientos y la sola obligación de hacer noche en el lugar. Luego Rosas le dio por cárcel la ciudad de Buenos Aires bajo palabra de no ausentarse, palabra que no cumplió “el manco”, escapando más tarde para formar un ejército para luchar contra Rosas.

El historiador Jorge Newton, en su libro "Facundo Quiroga, aventura y leyenda", identifica al paisano que boleó el caballo del "manco" Paz, como Francisco Ceballos, quien muere en 1833 en Piedras Blancas, en una refriega comandando una partida revolucionaria contra los Reinafé, llevada a cabo por Ruiz Hidobro durante la expedición al desierto. A partir de esa "revolucion quiroguiana", según dicho autor, se gestaría la futura tragedia de Barranca Yaco.

Murió en Buenos Aires el 22 de octubre de 1854 y fue sepultado en el Cementerio de la Recoleta con los más altos honores.

En 1944, por iniciativa de Víctor Martínez, diputado nacional por Córdoba, se creó el Liceo Militar General Paz en la ciudad de Córdoba. En 1956, cadetes de la décima promoción del Liceo trasladaron los restos de Paz desde la Recoleta hasta la Catedral de Córdoba.

Quiénes & Porqué / Wikipedia / José Narosky / LA PRENSA / elarcondelahistora / La Gazeta / 



Comentarios