OPINIÓN
Cuando el dueño del dedo está en el poder se vuelve temible. Cuando no lo está, pierde autoridad, y solo reparte esperanza y esfuerzo desde una canasta más chica

Por Rafael González
En tiempos electorales aparece el dedo como actor importante. Muchos hablan de él. En el peronismo es todo un deporte denostar a tan útil parte de la anatomía humana. Obvio, no se refiere a cualquier dedo. Se refiere al índice del dirigente con capacidad de apuntar a uno o a otro para que ocupe un lugar en las grillas electorales.
Tengamos en cuenta que los procesos democráticos para la selección de candidatos han evolucionado de mal para peor. El ciudadano no elige, sino opta por las propuestas de los partidos. Los partidos como tales han perdido su capacidad de sostener sistemas democráticos de elección de candidatos, y cada vez nos acercamos más a la situación en que la cantidad de partidos sea igual a la cantidad de candidatos con ganas de probarse. Fabricar un sello partidario parece que no es tan difícil. Son meros instrumentos electorales que no se diferencian en su filosofía o doctrina.
Las famosas PASO no han funcionado, somos políticamente expertos en arruinar un buen sistema democrático. Lo que falló no es el sistema, sino la política. Los actores no aceptaron competir internamente, y la justicia electoral habilitó partidos con displicencia.
A su vez, dentro de cada sello aparece el dedo para la selección de candidatos a ofrecer. La pregunta es: ¿el dedo es malo? Diría que no, y que –como todas las cosas– depende de la inteligencia del dueño del dedo. ¿Qué pasa si el dueño del dedo no tiene suficiente inteligencia política y mete mal el dedo? El cuerpo electoral no opta por su propuesta y pierde en la compulsa de la votación.
Creo que no hay dirigente que alguna vez no haya sido beneficiario del dedo. En el fondo, lo que el dedo hace es dar una oportunidad al beneficiario. De esa oportunidad puede salir una carrera exitosa o bien puede ser la última vez que alguien lo apunte. Algunos ocuparon el dedo tan mal que dieron múltiples oportunidades a dirigentes que, cuando el dedo dejó de apuntarlos, no los votó ni la familia.
En el justicialismo chaqueño hemos tenido elecciones internas, que yo me acuerde, desde 1991 hasta 2003, en todos los años impares cada dos años. Por supuesto, antes también. Hemos perdido esa voluntad de competir. El que ahora lo quiere hacer, es denostado por los acólitos del emperador político de turno. Eso no está bien. Para este año, el partido no hizo internas, en consecuencia, funcionará a full el dedo. Los que no estén de acuerdo con ello se armarán por fuera, convirtiendo a la elección general en una interna. No se puede culpar a los que lo hacen si el partido no fue capaz de generar un espacio de competencia. Todo eso ocurrirá sin dudas, salvo que, a última hora, el dedo se ponga inteligente.
Cuando el dueño del dedo está en el poder, el dedo se torna temible. Cuando no lo está, pierde un poco de autoridad. Cuando está en el poder, tiene algo para repartir; cuando no lo está, solo reparte esperanza y esfuerzo desde una canasta más chica.
El dedo puede ser autosatisfactivo. O sea, puede satisfacer al dueño del dedo apuntándose a sí mismo. En general esto es plenamente aceptado por el coro de seguidores más cercanos.
Toda esta cuestión, debe leerse además en un escenario donde la sociedad dejó de creer en la política como vehículo transformación y crecimiento social. La ignorancia cívica tiene niveles importantes en todos los segmentos sociales. Esa ignorancia hace que el colectivo social pueda llegar a seguir cualquier rumbo si piensa que ello lo aparta del escenario que vivió hasta ahora. Como resultado de ello, los cambios solo se apoyan en fracasos precedentes. Esto, esperar el fracaso para iniciar nueva etapa, es trágico.
Les confieso que escribo esta nota sin la esperanza que esto cambie en el corto plazo. Sin la esperanza de que los que tienen vocación de servir y profesan ideas que apoyan la producción, el trabajo, la honestidad y el desarrollo humano, se junten por encima inclusive de espacios partidarios. Que el dedo autoritario pida ayuda a sus cuatro hermanos para transformarse en mano que se tienda al otro para caminar juntos. Utópico, ¿no?
(El autor es dirigente justicialista, exconstituyente nacional en la Asamblea Reformadora de 1994, exdiputado nacional, exministro de Economía del Chaco).
(Diario NORTE)
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