OPINIÓN
Cristina Fernández y quienes la rodean, no han tomado nota del naufragio socialista
Por Carlos Berro Madero
Su pretensión de alternativa colectivista, lo lleva a lanzar diatribas a diestra y siniestra respecto del capitalismo, sin distinción ni matiz alguno, mostrándose siempre contrario a todo lo que tenga visos de libertad. Porque para sus miembros más conspicuos, la planificación estatal es la suma de la perfección política, haciendo caso omiso de las preferencias temporales de individuos que en su vida diaria no desean depender de los arbitrios de un funcionario de turno.
Cristina Fernández y quienes la rodean, no han tomado nota del naufragio socialista ocurrido en un mundo que comienza a darle la espalda al cinismo de “planificadores” que se han arrogado siempre la interpretación de la verdad, acomodándola a sus ansias de poder sin barreras.
El nacional socialismo peronoide, padre putativo del kirchnerismo, surgió en su tiempo merced a la tibieza de dirigentes de aquel entonces que no supieron comunicar quizá con énfasis suficiente las enormes virtudes del capitalismo y la libre empresa.
A partir de allí, nació una idea “revitalizadora”, abrazada por grupos reunidos detrás de ideas platónicas que pretendían adjudicarse la mejor interpretación del “pueblo preexistente”, creando enfrentamientos donde no había más que diversidad de opiniones sobre cuestiones conceptuales que afectaban a una sociedad que comenzaba a crecer y desarrollarse.
Lo más detestable de este “movimiento” multifacético, no ha sido que prefirieran la nación al Estado, sino que vieran en la nación un medio para llegar al Estado y quedarse indefinidamente dentro de él con todos los resortes del poder político en sus manos.
La culminación de casi cien años de prevalencia de este dominio político, terminó dejando finalmente la triste evidencia de que se trató de una legión de facinerosos que actuaron por afán de lucro en provecho propio.
Javier Milei ha venido a romper con ese estado de cosas sin lugar a dudas, usando un lenguaje seco, brutal, pero con mucha sustancia, imponiendo el peso de su figura disruptiva sin importarle un ápice las críticas de los demás.
Quiere terminar con el fervor estatista y lo dice sin ambages ni eufemismos, habiéndose convertido de la noche a la mañana y gracias a sus éxitos parciales resonantes en una piedra en el zapato para un nacionalismo que siempre hizo del “amague” una filosofía de acción, abusando de un misticismo cuasi religioso, apoyado por quienes estaban totalmente subyugados por un tufillo supuestamente “tradicionalista”.
La batalla está planteada. Veremos quien acierta a disponer los instrumentos necesarios para provocar un cambio copernicano en la cultura política nacional.
En ese escenario, reunirá probablemente, tarde o temprano, a los integrantes del Pro con el partido del Presidente Milei, obligados los primeros a lavar el error de proponer una salida de la trampa montada por el peronismo al usar un “gradualismo” suicida y quedándose sin nafta antes de terminar el recorrido planificado previamente.
Quizá en ese momento, termine por fin un ciclo político histórico que ha resultado nefasto para nuestro país.
A buen entendedor, pocas palabras.
(Notiar)
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