TODO ES ABSOLUTAMENTE RELATIVO

OPINIÓN

En términos históricos, tenemos la tendencia de relacionar “absolutismo” con el gobierno de una sola persona, la dictadura de las monarquías no parlamentarias de hace siglos



Por Nicolás Lucca

Sin embargo, licenciada, absolutismo quiere decir un montón de cosas, partiendo de la definición semántica: preeminencia de lo absoluto. O sea que la definición de “absoluto” ya de por sí es relativa. ¿No le parece genial?

No, no me diga “lo dejamos por hoy” que no llevo ni treinta segundos. Espere. Me refiero a que no sé cómo hace tanta gente para tener tantas certezas si yo hasta dudo de que usted y yo tengamos esta conversación. ¿Es usted de verdad o producto de mi imaginación? ¿Esto es un sueño? ¿Cómo es que tanta gente sabe tanto sobre tanto? ¿En qué momento se impuso esta moda de saber casi nada de casi todo?

Hay frases que tenemos como latiguillos sin saber de dónde vienen o cuáles eran sus connotaciones originales. Cada vez que decimos “mostró la hilacha” como sinónimo de que alguien demostró que era una mala persona disfrazada, repetimos una frase que ya perdió su connotación antisemita, pero que en su momento la tuvo y muy fuerte. ¿O acaso nunca pensaron en quién puede mostrar una hilacha? Hubo un momento en el que ser judío era ser malo. Pasó el tiempo, la frase quedó.

Otra frase que se repite como latiguillo es “oferta y demanda”, a veces en situaciones que nada tienen que ver con la economía, otras para determinar el valor de un precio. Frase plasmada por Adam Smith, la teoría fue absolutamente ampliada por David Ricardo un par de décadas después, cuando sumó un sinfín de variables que influyen en el flujo de precios, siendo el principal el Valor como Costo de Producción. Pequeño detalle que preferimos no mencionar: cuánto cuesta producir en la Argentina.

Y ni que hablar de la histórica alegoría al “país rico”, cuando la riqueza de las naciones dejó de medirse hace mucho tiempo en capacidad agroganadera. Si así fuera, países como Luxemburgo, Taiwán o cualquier otro con menos tierra que una maceta, serían centro de hambrunas sin fin, y no ocuparían un lugar entre las veinte naciones más prósperas del planeta.

No se me duerma, licenciada. Como si no tuviéramos problemas reales en la Argentina, un sector del gobierno decidió cargar contra la Vicepresidente por tener agenda propia. No sé si esperaban un florero o qué, pero cualquiera que haya conocido a Villarruel antes de aceptar una banca de diputada allá por 2021, sabe que la doctora no es de quedarse quietita ni sentada. Y esto me irrita, porque lo último que me esperaba en la vida era tener que defender a Villarruel, así que procuraré no hacerlo y solo poner las cosas sobre la mesa, ¿me sigue?

Alguna que otra vez le hablé de la construcción del enemigo. Ya sabe, eso de que las sociedades, cuando no tienen un enemigo real, tienden a pelearse entre ellas. Por lo tanto, ante la ausencia de un enemigo real, uno que amenace la integridad y subsistencia de un país, es necesario fabricar uno. Lo que nunca le dije es que, recién ahora, me doy cuenta de que esto aplica a los países que hayan nacido de guerras que todavía puedan recordarse pero que hayan quedado lejos en el tiempo.

¿Existirá una relación directa entre la atomización de la sociedad norteamericana y esto de no estar envueltos en una guerra abierta desde hace demasiado tiempo? ¿Cómo habrá impactado en los italianos que “la amenaza germánica”, plasmada en libros de historia desde la Antigua Roma, ahora sean socios, que los franceses no quieran quedarse con la península y que no quede un enemigo real en pie? ¿Acaso no sentimos eso, nosotros mismos, a la hora de hablar de Malvinas?

Para mí es así, no más. Ante una amenaza real, no tenemos tiempo de pelearnos entre nosotros. Mire si me voy a poner a discutir con mi vecino cuando tengo que correr a refugiarme de un bombardero. Imagínese entrar en una pelea por la poda de un árbol de la vereda cuando tiene que coordinar cómo bloquear el ingreso de las fuerzas españolas o repeler el bloqueo francés al puerto de Buenos Aires. Es como que nadie le daría bola, ¿o no?

Hace mucho tiempo, allá por la década de 1970, circuló por diversos ámbitos norteamericanos un panfleto del que nadie sabe a ciencia cierta quién lo escribió. Allí se advertía que la reconversión de toda la sociedad a una realidad de paz sería desastrosa, ya que la guerra es el fundamento del desarrollo armónico de las sociedades. Lo curioso del panfleto es que, más que pensar en lo que contenía, cumplió con su autoprofecía de un curioso modo que se acrecentaría con el paso del tiempo: la teoría conspirativa. Cientos de boludos más preocupados por intentar saber quién había escrito eso que por rebatir sus dichos.

Fue el mismísimo Umberto Eco el que sostuvo que “la figura del enemigo no puede ser abolida por los procesos de civilización” ya que es imposible entender al otro sin negar que es otro. O sea: el otro, el que no es como yo, es un enemigo. Porque necesito de un enemigo y no tengo uno más fuerte.

Y si la guerra permite que un pueblo se sienta unido bajo la bandera de una nación, lo mismo aplica a los grupos de pertenencia, las peleas entre barrabravas, entre banditas narcos o, sencillamente, entre barrios bajo un solo precepto: sos peor que yo por no haber nacido acá o no ser como yo. Y si la paz produce inestabilidad, lo mismo ocurre también en los grupos de pertenencia, ¿me sigue? ¿Se durmió? Ah, descansa los ojos.

Quiero creer que usted leyó a George Orwell y su 1984 que todos citan como si se tratara de mostrar la hilacha, oferta y demanda o la verdad de la milanesa. Cuando se raspa un poquito, nadie lo leyó. Eso explica que nadie se sienta incómodo cuando comienza a desencajarse frente a la figura de una persona a la que, no mucho tiempo atrás, tenía en estima.

¿Recuerda a Emmanuel Goldstein? En 1984 era el Enemigo del Pueblo. La gente se sacaba de quicio cuando veía su imagen. Asqueados o temerosos, nadie recordaba que Goldstein había sido una figura del Partido de igual importancia que el mismísimo líder. Pero pasó a ser un traidor cuya mera imagen provocaba deseos de tormentos, torturas y muerte. Lo interesante del asunto era lo aleccionador: si eso le ocurrió a Goldstein, un par del líder, ¿qué podría esperar el resto ante una disidencia que nadie tenía bien en claro cuál podría ser?

De pronto, una ideología, un lineamiento que se presenta como absoluto, se convierte en algo tan, pero tan relativo que es una plastilina moldeable ante cualquier circunstancia.

En el oficialismo no pueden encontrar enemigos por fuera. Les cuesta. Pegarle al kirchnerismo es un sinsentido que no amalgama por fuera de los oficialistas: todo aquel que no sea kirchnerista no comulga con el kirchnerismo. Entonces es muy difícil utilizarlo como enemigo. ¿Qué les queda? ¿El radicalismo, desde hace tiempo incapaz de ganar una elección nacional en soledad? ¿Los troskos? Podrían ser sus enemigos si les hubieran dado ese espacio, si los hubieran construido. Prefirieron tomar el camino de la risa, de la desacreditación fácil por el eterno 2% –con suerte y viento a favor– que eternamente saca la izquierda trotskista en cada elección, y mezclarlo con el kirchnerismo y el comunismo, en el que entran desde Kicillof hasta Cachanovsky. Entonces, si todos son comunistas, nadie lo es. Y es todo un tema en la construcción de la identidad.

Esa mentada identidad se busca, hoy, a través del disciplinamiento. Puertas adentro funciona como el traste, aunque aumenten 800% los fondos para gastos reservados de inteligencia. La carencia total de funcionarios lleva a darle un cargo hasta a El Dipy. No, no es joda, licenciada. Puertas afuera, les importa tres pepinos. Dudo mucho que Mauricio Macri tenga problemas para conciliar el sueño por uno o dos tuits.

Pero el disciplinamiento también tiene un gran problema. ¿Cómo se puede ser respetuoso de un reglamento si éste no existe? ¿Alguna vez escuchó hablar de la irretroactividad de la ley penal? Es algo que viene de la Constitución, en eso de que nadie puede ser penado sin una ley anterior al hecho. O sea: si yo hoy me pongo zapatillas verdes y mañana aprueban una ley que sanciona con prisión perpetua a los que usen zapatillas verdes, mañana decidiré si quiero violar la ley y ponerme zapatillas de todos modos, o si opto por salir con otros colores. Pero nadie puede venir a encerrarme por haberlas utilizado hoy: no sabía que mañana iban a estar prohibidas.

Bueno, hoy eso es relativo en cualquier otro ámbito, sobre todo en la construcción de imagen política.

Hasta no hace mucho, el ministro de Economía de Macri era mala palabra para Milei. Hoy es el ministro de Economía de Milei. Hace menos de un año, Patricia Bullrich y todos sus votantes eran viejos meados. Hoy ella es la encargada de todas las fuerzas de seguridad de la Nación. Hasta hace unos meses, el liberalismo era el respeto irrestricto del proyecto de vida ajeno. Hoy es el mismo criterio, pero le agregaron “siempre y cuando sea el mismo que el mío y no se queje”.

Antiguamente, al estereotipo del tirapostas se le enfrentaba un ser insufrible: el relativista. Y nosotros, a la palabra relativizar, le damos una connotación negativa. Nos gusta la cerveza fría, la tele fuerte y las opiniones en blanco o negro. Todo lo que termine en “es relativo” es un insulto a nuestras mentes cada vez más cansadas. No, ya no acuso vagancia, sino que creo que nuestras cabezas no pueden más. No hay chances de procesar tanta cantidad de información permanentemente.

¿Sacó la cuenta de con cuántas personas mantenía una conversación hace diez años? Bueno, usted no es el mejor parámetro porque es terapeuta, pero una persona normal, que no atendiera al público, no tenía más de quince o veinte conversaciones en un día, más de la mitad de ellas en trivialidades cotidianas como pedir un kilo de carne en el mostrador. Hoy amanecemos con cincuenta chats sin abrir en Whatsapp y miles de personas que conversan a nuestro alcance en cualquier red social. Todo en diez años. Como simios superiores, perdimos la cola hace unos 25 millones de años. ¿Quién puede adaptarse a este cambio en una década? Algunos, con menos resistencia que otros, explotan. La inmensa mayoría, termina con una alienación que determina que el mundo virtual es el que los rodea, y como los rodea, es la totalidad del mundo. Una porción minúscula busca refugiarse en la realidad.

Como si esa realidad fuera bonita.

El relativismo comenzó a ser denigratorio por corrientes filosóficas laicas y hasta por religiosos. Fue cuestionado desde las facultades hasta por el mismísimo Cardenal Ratzinger cuando era un intelectual del Vaticano, mucho tiempo antes de ser Papa. Era la bonita década de 1990, cuando Silvio Berlusconi acusaba a todos sus opositores de ser comunistas y, por ende, relativizaba todo. De vuelta: si todos son algo, nadie lo es, o sí, es relativo.

Podemos poner el ejemplo que quiera y mucho más vernáculos. Bueno, el de Berlusconi está de moda de vuelta, pero acá hemos dado cátedra en todo lo que tuviera que ver con la Patria: apátridas, antipatria, cipayos y vendepatria. Todos ejemplares para desacreditar a un opositor, fuera del liberalismo, del conservadurismo o un fotocopiador de un centro de estudiantes en Filosofía. Y un apátrida es alguien que no tiene Patria, un antipatria es alguien que está en contra de la Patria que no es, precisamente, el que gobierna. Pero mi favorita siempre ha sido el vendepatria. Debe ser el summum del ego argentino: creer que alguien quiere comprar este cottolengo con todos nosotros adentro.

Obvio que hay cosas que son absolutas, pero son muchísimo menos de lo que nosotros creemos. La muerte, por ejemplo, es absoluta. No para un religioso, pero sí para un concepto científico. Qué se yo, si me pongo en rompe quinotos, le puedo decir que el Sol sale por el Este solo un instante al año. En verano, desde Buenos Aires, el sol sale desde el sudeste. Es Este, pero no tanto. Sí, ya sé que estas son la clase de frases que hacen que me impiden ser el alma de las fiestas, pero ¿me entiende el punto?

El absoluto es una contrucción y algo necesario para anclarnos en la vida, pero como cada persona es un mundo, lo que para usted es absoluto, para mí no lo es, del mismo modo que Adam Smith determinaba el precio en función de la oferta y la demanda, mientras que David Ricardo le sumaba el costo de producción, del mismo modo que dicen que tenemos la mejor Vicepresidenta de la historia y, al mismo tiempo, Villarruel no consigue escapar del eterno karma de los vicepresidentes argentinos: ser un dolor de huevos.

Desde un punto absolutista, si me guío por nombres, cargos, antecedentes, reivindicaciones y actitudes, podría decir que nos gobierna el peronismo de derecha. Un mileísta absolutista me insultaría, con lo que tanto él como yo estaríamos poniendo en relativo todo el asunto.

Lo absoluto no es una ideología, es una cuestión de Fe, es la religión la que habla de absolutos con dogmas y de un Dios todopoderoso e innegable. No voy a ser el primero en decir esto y de hecho me preceden miles de filósofos a los que, obviamente, estoy robando: si Dios es tan inmenso, no hay forma de poder dimensionarlo, por lo que nuestro conocimiento sobre él es imposible que sea absoluto. Jaque.

¿A cuánto hierve el agua, licenciada? Sí, a 100 grados. A nivel del mar. En la cima del Everest necesita de 86 grados. ¿No es genial? No, no me despache que no terminé.

Todo lo entendemos masomeno y como lo entendemos masomeno lo aplicamos como el tujes. El pragmatismo es una definición que nos encanta aplicar, sobre todo en tiempos de conflictos ideológicos. Menem no se cagó en todos los principios de su partido, sino que fue pragmático. Lula también lo es en su país, al provenir del sindicalismo trotskista y llevar la economía de Brasil como si fuera una empresa. Es cierto, tuvieron suerte ya que no me imagino a Gabriel Solano con una banda presidencial, pero entiende el punto: no renuncian a sus principios, sino que son pragmáticos.

Lo interesante es que el padre del pragmatismo, Charles Peirce, sostuvo que las ideas no demuestran ser verdaderas cuando prueban ser eficaces sino todo lo contrario: son eficaces cuando son verdaderas. ¿Ve que todo lo entendemos mal?

¿Que ya tengo que redondear? Sí, ya sé, me lo dijo hace media hora. El tema es que los veo a todos matarse con todos con una vejiga llena de agua bendita. Y la verdad es que no ha existido ningún santo en la historia con tamaña virtud. De hecho, ni La Biblia dice nada sobre qué salía de la uretra del Señor. Pero acá todos son santos predicadores de la palabra correcta, que no lo era hasta ayer ni hace cinco minutos, y probablemente no lo sea mañana o en media hora. Pero al que no la cumpla, castigo, machete, hostigamiento. Y ante la carencia de no contar con una bonita Siberia –y el desconocimiento de la geografía argentina para imaginar una–, nuestros Gulags también son virtuales.

A ese lugar oscuro han enviado a un sinfín de funcionarios, por bocones y/o tibios. Con la vice no pueden y por una sencilla razón: las encuestas. Pero de eso se puede encargar una bonita y fuerte campaña a largo plazo. Cualquiera con la mente fría tendría cuidado. Después de todo, las lealtades absolutas también son relativas. Quizá ese sea el mismo motivo por el cual Villarruel no lleva las cosas a otro extremo y tan solo se limita a sembrar rumores con acciones, como recuperaciones gripales milagrosas y recorridas nacionales sin aviso. La construcción del enemigo, en este caso, implica una precisión quirúrgica. Ninguno de los dos puede ganar una elección sin el otro. No al día de hoy. Quién sabe mañana. Después de todo, no hay nada más relativo que un electorado.

Cuánto le debo es relativo, ¿no?

(Relato del PRESENTE)


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