EL CASO LOAN ES UNA SELFIE SIN FILTRO

OPINIÓN 

Lo fue el Caso Cecilia, y lo son, lo fueron y lo seguirán siendo tantos otros que llevan en su esencia componentes en común

Por
Sergio Schneider

Se asemejan a aquellos desafíos de las viejas revistas infantiles, cuando había que unir sobre la página una serie de puntos numerados. Uno hacía avanzar el lápiz desde el 1 hasta el número más alto, en riguroso ordenamiento ascendente, y ante nuestros ojos aparecía un dibujo hasta allí oculto. Un pez, un avión, una mano.

En las historias que mezclan desprecio por la vida ajena y aberraciones del poder, hay sub-elementos que, cuando uno los une, retratan la sociedad de la que formamos parte.

A TODA PANTALLA

La desaparición de Loan Peña acaparó en las primeras semanas la atención de los medios nacionales de una manera pocas veces vista. Ni la intensa cobertura de las primeras revelaciones del crimen de Cecilia Strzyzowski en el Chaco alcanzó esa densidad. En los canales de noticias hasta los programas dedicados al análisis político y económico se centraron en lo que ocurría en la localidad de 9 de Julio y los escenarios secundarios de la historia.

Sucedió así por una combinación de factores. Uno de ellos, es verdad, la voracidad con la que los medios -sobre todo los de ese lote que juega en las grandes ligas- se lanzan sobre aquellos casos que atrapan a las audiencias. Es la lógica con la que funciona cualquier medio. Si interesa mucho, se refleja mucho. En eso, la competencia es feroz, y la dinámica se retroalimenta permanentemente.

Al mismo tiempo, el periodismo es cada vez más una actividad fagocitada por la industria del entretenimiento. La realidad se cuenta, muchas veces, como si fuese una ficción. Las pantallas mismas convierten en espectáculo todo lo que muestran. Algunos periodistas, conscientes del cambio, se esmeran en convertirse en personajes taquilleros. Gritan, sobreactúan, predican, olfatean qué espera el público de ellos y lo brindan voluptuosamente. Sueñan con que algo de eso se vuelva viral. Hoy ser viral es el sueño con el que millones comienzan el día.

Obligados a cautivar al señor que mira y escucha, a la señora que tiene los ojos fijos en la pantalla y sube el volumen, se imponen la misión de decir todo el tiempo algo que sostenga la conexión. La historia de Loan, así, se llenó de teorías y datos con vidas de mariposa.

LA OTRA PARTE

Hay que aclarar un par de cosas. Primero, no todo el periodismo es así. En los grandes medios, así como en los medianos y los pequeños, quedan periodistas que solo intentan hacer periodismo. Hurgan en los datos, rascan las ollas de sus fuentes, dicen lo que saben y si no lo saben no lo inventan. Segundo, sin la presencia de los medios nacionales, las instituciones locales -entre ellas los poderes judiciales- no tendrían tanto interés en estar a la altura de las circunstancias. Ejemplifiquemos: sin tantos enviados desde la Capital Federal instalados en Corrientes, en el Caso Loan el fiscal seguiría siendo el de los primeros momentos, ese funcionario judicial provincial que de entre todas las hipótesis posibles eligió actuar solo en función de una, la menos grave de todas. Y el comisario Maciel, muy posiblemente, seguiría siendo parte de las pesquisas. El gobernador, en lugar de esperar dos semanas para hablar del tema, hubiera aguardado treinta días para escribir un tuit.

Por otro lado, la frecuencia con la que algunos medios y algunos periodistas convierten hasta las historias más truculentas en una forma de ganarle territorio a las plataformas de streaming, tiene que ver con la manera en que una amplia franja social demanda exactamente eso. Hay gente que sufre profundamente lo que sucede, y hay otra que -lo sepa o no- no llega a dimensionar el hecho en su condición más descarnada. Cuando se realizaron los primeros allanamientos en Resistencia en busca de indicios relacionados con los movimientos del matrimonio Pérez-Caillava (dos de los sospechosos de la causa que ahora conduce la justicia federal correntina), muchas personas se movilizaron hacia uno de esos puntos (un edificio de la calle Necochea) para ver en vivo a los periodistas porteños más conocidos, dispararse selfies junto a ellos o colocarse en segundo plano para saludar a las cámaras.

LO PEOR

En The Truman Show, una película protagonizada por Jim Carrey y estrenada en 1998 (quizá la primera vez que Carrey se animó a tomar un papel que lo sacaba de la rutina de gags y morisquetas), un hombre (ojo, voy a contar el final del film) descubre que todas las cosas extrañas que le pasan se deben a que desde su nacimiento fue convertido en protagonista de un reality show. Toda su vida era un espectáculo que millones veían día a día, hora por hora, sin que él lo supiera. Su ciudad era un gigantesco estudio de TV, su familia era una farsa actoral. Cuando logra huir, en una escena épica, la película concluye con dos televidentes que ven a Truman animarse a vivir una vida verdadera. Se emocionan un poco, y enseguida uno le dice a otro: "Fijate qué hay en el otro canal".

Solemos ser así.

Con todo, lo peor no es todo eso. Lo peor es la fragilidad que tiene la vida de los nadies, que es como decir la de todos nosotros, en contextos de subdesarrollo. Loan salió de su casita, junto a su papá, para ir a caballo hacia la casa de una abuela que veía poco, y compartir una comida allí. Una alegría de los dos, simple y chiquita, porque la vida no necesita ser una publicidad de perfumes. Pero entraban a una pesadilla todavía incierta.

VÍNCULOS

Esa fragilidad no flota en el aire, no está desprendida de todo. Por el contrario, es una consecuencia. Todavía no sabemos qué sucedio con el niño aquel jueves, pero sí hemos visto todo lo que vino después. La ineptitud judicial, por caso, tampoco es casual. Ocurre porque hay jueces y fiscales que llegan a sus cargos no por su capacidad sino por sus buenos contactos. Es decir, sucede porque hay un poder político que prefiere tener magistrados amigos antes que funcionarios preparados para los cargos que se les obsequian. Y cuanto más ineptos, mejor, porque de ese modo nunca olvidarán que si llegaron adonde están es gracias a un sistema que tarde o temprano les pedirá que paguen el favor.

El comisario y sus miserias, ¿sorprendió a todos al estar entre los detenidos? No, es imposible. Si hay un estructura en la que todo el mundo sabe quién es quién, es la policial. Maciel podía hacer todo lo que hacía porque se le permitía que lo haga. A alguien le servía que lo hiciese, o Maciel pagaba la vista gorda de alguna manera.

El tema, en gran medida, es ése. La corrupción se filtra en todo, y alimenta mecanismos que se balancean de manera idéntica. Alguien paga, alguien cobra. Alguien pierde para que alguien gane.

Si algo cuenta cómo somos es nuestro lenguaje. Estamos repletos de expresiones que tienen que ver con cómo vivimos, con los valores que imperan. Aquella expresión tanguera que plantea que "el que no afana es un gil" es todo un proverbio argento (y eso que "Cambalache" se escribió en 1934...), que tiene innumerables gajos. Justificamos nuestras deshonestidades con las mayores que concretan otros. "Si no lo hacía yo, lo iba a terminar haciendo otro". Y nos encantan las historias de malos porque nos ayudan a sentir que somos buenos. Pero en esos relatos los puntos asoman y a veces nuestra conciencia nos hace cometer el error de unirlos. Entonces aparecen un pez, un avión, un niño que no sabemos dónde está.

(NORTE Chaco)


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