TRABAJAR

EDITORIAL

Todo comienza por ser buenas personas

Por Walter R. Quinteros

"Y vi a un hombre solo, sin hijos ni hermanos que lo sucedieran, y que no obstante nunca dejaba de trabajar ni se cansaba de contemplar sus riquezas, ni tampoco se preguntaba: Y yo, ¿para quién trabajo? ¿Para qué reprimo mi apetito por las cosas buenas? ¡Y esto también es vanidad, y un trabajo infructuoso!" (Eclesiastés 4:8)

"El síndrome del estatus" (Ed. Bloomsbury) es un estudio sobre cómo nuestra posición laboral determina la calidad y duración de nuestras vidas. El autor es el londinense Michael Marmot, que nos demuestra que: Primero, la satisfacción personal es el sentimiento de control que tengamos sobre nuestra propia existencia. Y segundo, nos dice que cuanto más dependes de los demás, más desgraciado te sientes. Atento con eso, reyes de los planes. 

En otro artículo, de  La Vanguardia, John Griffith que trabaja de "pacificador en conflictos de empresas", cita a Marmot cuando tiene que calibrar la higiene corporativa de una empresa: El tema pasa por saberles permitir a los empleados de menor jerarquía, desarrollar su propio talento, eso los deja más satisfechos y a la larga se siente su contribución en toda la empresa. Los de peor salud laboral anímica en cambio, son aquellos que tienen más jefes por encima, más los mandos intermedios, hace que no rinda como se desea.

Por eso Griffith señala que él siempre hace preguntas simples. A los jefes les pregunta cuándo fue la última vez que le dieron las gracias a alguien de su equipo. Y a sus subordinados cuál fue la última vez que agradecieron a su jefe su esfuerzo, paciencia, y esas cosas.

Tenemos entonces una mala y una buena noticia: La mala es que en la mayoría de las empresas, a través de sus jefes y empleados, ignoran las normas de salud corporativa tan simples y provechosas como: Dar las gracias, reconocer el esfuerzo de cada persona en el equipo, contar con cada uno para intentar mejorar juntos, implicar a todos en el esfuerzo colectivo, darles un objetivo común, reconocerles sus méritos siempre. La buena, es que mejorar ese ambiente laboral incrementa inmediatamente el bienestar y, por ende, la productividad del equipo de la empresa, y eso no cuesta nada.

Se justifica, Griffith, diciendo que debemos ser buenas personas, que ahí comienza todo, porque hay malos jefes y hay empleados que no cumplen con su tarea también. Entonces hay que corregirlos, es decir, incluirlos en la crítica y la corrección. No basta con decir "eso está mal", hay que enseñar cómo se hace bien y sin que nadie se sienta menospreciado, hay que dar un sentido a ese esfuerzo.

Si recordamos la película "Fury", ahí hay un claro ejemplo, ya que trata sobre la vida de la tripulación de un tanque en la Segunda Guerra Mundial. Son cinco hombres que viven y experimentan todos los horrores de la guerra juntos mientras luchan contra la Alemanes nazis. Al final de la película, la tripulación se enfrenta a una muerte casi segura. De hecho, todos menos uno mueren en la batalla. El comandante del tanque, era un tipo duro, un sargento, que les dice que estar con ellos es el mejor trabajo que ha tenido. El resto de la tripulación está de acuerdo, y repiten la frase. "El mejor trabajo".

Como ven, estos hombres tenían un vínculo muy especial entre ellos, muy cercano a la amistad, sin importar el grado de cada uno y daban literalmente su vida por el resto de sus compañeros del tanque. Muy pocas personas en muy pocas empresas forman parte de un equipo así. Cuando hay equipo, los peligros que a diario estos soldados enfrentaban, no les cambió para nada el concepto de que estaban haciendo el mejor trabajo del mundo. Sin ir más lejos, recordemos lo conmovedor que era ver a los suboficiales mecánicos de aeronave, y armamento, abrazar al solitario piloto que volvía de cumplir su misión contra las naves inglesas en la guerra de Malvinas en 1982.

¿Por qué ahí no era necesario un pacificador de empresas como John Grifith? Porque creo que primero hay que saber agradecer el solo hecho de tener trabajo, después viene el por qué y para quién se trabaja.

En el ámbito civil podemos decir que los hombres trabajamos por un sueldo y para cualquiera que nos pague por ello, todos, incluso el periodismo y con o sin familia que nos espere. En las guerras, los mercenarios deben pensar exactamente lo mismo y, como en Eclesiastés 4:8, posiblemente sean solos, sin hijos ni hermanos que los sucedan. Los soldados saben y aceptan que están por convicción y lo sienten como un claro deber hacia la Patria.

Lo que quería decirles es que hay hombres que han trabajado toda la vida. Que hay hombres que han invertido en bienes y que quizás ahora los disfrutan caras extrañas que él no conoció. Que hay hombres que seguimos trabajando porque otra cosa no sabemos hacer. Que algunos conocieron otro amor, otras tierras y, que hay hombres que todo lo perdieron por eso. Pero siempre tuvimos y tendremos jefes, los clientes por ejemplo, son nuestros jefes. 

Esto me recuerda a un inspector de línea del servicio urbano de pasajeros que, ubicado en la parada de la avenida Cabildo y Vedia en el barrio Saavedra, les decía a los choferes de ómnibus, "conduzca bien, con cuidado y a horario, porque de este plato comemos todos". 

Trabajar, es ser parte de este engranaje que mueve la máquina. Es así que en estos días un grupo de emprendedores y referentes del sector privado y el mundo de la producción estuvieron en la Cámara de Diputados de la Nación para presentar la campaña "1 millón por 1 millón", y que llamaron "Compromiso de Mayo" para crear 1 millón de nuevos empleos. Siempre que se aprueben las reformas planteadas por el Gobierno Nacional en la denominada Ley de Bases.

Esta es una campaña, liderada por la Asociación de Emprendedores de Argentina, que cuenta con el apoyo de más de 20 organizaciones del mundo de la producción y el trabajo, y que busca convocar a emprendedores, pymes, productores, monotributistas y empresas de todo el país a fin de impulsar en conjunto la creación de más empleo formal.

Y que la máquina empiece a funcionar. 





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