OPINIÓN
¿Qué otros parámetros podrían medir más el éxito o el fracaso de una gestión política que simplemente saber si la población vive mejor o peor que antes?
Por Sergio Schneider
Si se acepta eso se podrá entender por qué el 60,3% de pobreza estampado por el Indec sobre el Gran Resistencia hizo tanto ruido: simplemente porque es casi una certificación de ineptitud para toda la dirigencia, pero principalmente para la que tuvo la posibilidad de torcer la marcha de la degradación sin haberlo hecho. ¿Qué otros parámetros podrían medir más el éxito o el fracaso de una gestión política que simplemente saber si la población vive mejor o peor que antes?
NÚMERO RUIDOSO
Cuando se conocieron los datos en cuestión, nadie se sorprendió demasiado. Se sabía que en el período relevado (el primer semestre de este año) era imposible que la situación social de la Argentina apareciera con una mejoría. La economía siguió tanto o más estancada que en los años anteriores y la inflación se aceleró, concentrando los presupuestos familiares cada vez más en los gastos de subsistencia, que principalmente son los de la canasta alimentaria. Justo los que mayor variación de precios vienen mostrando. Al lado de eso, ninguna transformación, reforma o boom productivo que lo compensara. Es decir, era imposible no estar peor.
En el caso del Chaco, el índice difundido días atrás es el peor de los últimos 18 años. Desde 2005 no hubo un registro tan alto. Un año antes, en 2004, la pobreza había llegado al 62,7%, como parte de los picos que levantó el estallido de 2001-2002, que tuvo su punto más alto en el ’02, cuando la tasa arañó el 70% (la medición dio 69,7%).
AL CRUCE
Cuando los anuncios del Indec aterrizaban en lo más alto de la agenda periodística y volvían a situar a Resistencia como el conglomerado más pobre de todos los que se monitorean (son las 24 capitales de provincia más otras siete ciudades), en el gobierno provincial se decidió salir al cruce. El principal argumento fue comparar a Chaco y Corrientes en categorías como población, empleo, ingresos y otras, en casi todas ellas con datos muy similares. El razonamiento era simple: ¿Cómo dos jurisdicciones de condiciones tan similares podían tener realidades sociales tan dramáticamente distintas? Porque en la información del Indec la provincia vecina no solo aparecía con una tasa de pobreza de casi la mitad que la chaqueña (36,4%), sino que además mostraba un fuerte descenso (había sido de 45,2% en la medición previa).
En verdad, esa comparación entre lo medido a uno y otro lado del Paraná es el indicio más fuerte de que algo falla en el trabajo del organismo nacional de estadísticas y censos. Con salarios casi tan bajos como los del Chaco y niveles de ocupación y de desempleo próximos, cuesta hallar un motivo para semejante brecha social. Mucho más para comprender por qué mientras una sube seis puntos porcentuales su proporción de población pobre, la otra desciende nueve.
Al día siguiente, la administración Capitanich sacó a la cancha al director del instituto provincial de estadísticas, Alejandro San José, quien oficializó el malestar provincial y habló de las inconsistencias del informe nacional. El punto parece estar en el diminuto tamaño de la muestra que toma Indec para su relevamiento, apenas unas 300 personas para áreas metropolitanas de aproximadamente 400.000 personas.
La discusión técnica quedó abierta, y además el planteo chaqueño no resuelve otra duda ligada a él, que es si -en caso de que sea cierto que hubo fallas- el Indec se equivocó al medir tan arriba la población del Chaco que no llega a cubrir ni siquiera sus gastos básicos o si en realidad la pifiada está en haber mostrado un panorama de progreso en Corrientes. Dos cosas que no son para nada lo mismo.
VISITA OPORTUNA
En medio de esa polémica, la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz trajo a Resistencia al sociólogo e investigador Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social, un órgano de mucho prestigio creado en el seno de la Universidad Católica Argentina. Fue una visita programada mucho antes, pero que con el contexto de la discusión local instalada en la semana adquirió mayor interés.
Salvia, en una entrevista concedida a NORTE en la charla brindada en el Colegio Don Bosco (titulada "Cuarenta años de democracia: fortalezas y debilidades"), expuso los dolorosos números del atraso argentino y del que padece el Chaco en particular, pero no se quedó en las cifras. Las mostró, en todo caso, para dejar claramente expuesto que si algo mostraron hasta aquí quienes nos gobernaron es que no estaban preparados para esa responsabilidad.
No faltaron las comparaciones entre 2001 y el presente. Salvia cree que la diferencia a favor es que hoy no existe el nivel de desempleo de dos décadas atrás y que hay una red estatal de contención social muchísimo más amplia. Lo negativo es que creció y se consolidó una población estructuralmente pobre, que no solo tiene ingresos insuficientes para una vida digna sino que además carece de las herramientas suficientes como para insertarse en el mercado laboral como no sea desde la precariedad. Y que, además, tener empleo en blanco no garantiza salir del pozo.
"Hay una parte estructural de la pobreza, pobres crónicos que son del 25 al 30% de la población del país, unas 12 millones de personas", dijo, y apuntó que a ellos "se suman familias de trabajadores que van cayendo en la pobreza porque su esfuerzo, su trabajo, no les sirve para salir adelante". Es una de las grandes diferencias con 2001. En aquella etapa, para quien había perdido su trabajo volver a tener un empleo significaba escapar de la zona de pobreza a la que la situación del país lo había empujado.
Eso, analizó, va acompañado de "un debilitamiento de las instituciones democráticas. Hay un debilitamiento de la democracia, de su capacidad para dar respuestas a las expectativas de progreso de la sociedad. Los que nos gobernaron demostraron mucha impericia".
"En ningún momento de la historia hemos tenido esta pobreza estructural, y eso marca el proceso de una dirigencia política que no supo usar la caja de herramientas de una democracia para el acuerdo, el diálogo, la construcción de políticas de Estado", lamentó, y fue contundente en una sentencia que siempre encuentra oídos cerrados allá arriba: "Nadie puede escaparle a la responsabilidad política de este fracaso".
"No se puede gobernar generando un bienestar superfluo para ganar una elección. La buena noticia es que esto está agotándose y que claramente lo que viene tiene que ser distinto", dijo sobre el presente nacional. Y admitió su sorpresa porque "aun arriba del Titanic hundiéndose no hay diálogo político". Sucede mucho cuando quienes deberían preocuparse ya tienen asegurado su lugar en los botes.
(DIARIO NORTE CHACO)
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