MANDEN FRUTA

OPINIÓN

Bueno, hay un futuro y puede ser este mismo presente

Por Osvaldo Bazán

Desde mucho más abajo, por todo lo que sabemos y no vamos a repetir porque hoy no tengo ganas de arruinarle el día a nadie, Argentina tiene miles de posibilidades de despegue.

No estamos condenados al éxito.

Pero tampoco al fracaso.

No creo que la única salida sea Ezeiza, sin embargo no tengo una sola crítica que hacer a quienes tomen Ezeiza.

El plan de la vida de cada uno, mientras no moleste a nadie, es respetable.

Suerte a los que se van.

Los que nos quedamos, ¿vamos a llorar mucho tiempo más? ¿Vamos a insultar a esta murga hasta empequeñecernos tanto que ellos sean nuestro único tema de conversación? ¿Cuánto más aire vamos a gastar en estos lagartos?

Vamos a pensar en después, porque éstos ya son pasado.

Claro, con un ojo abierto, sabemos bien que la libertad y la democracia no se ganan para siempre. Es una batalla permanente, más aún mientras esta banda facinerosa y mentirosa que nos robó años de vida siga en pie. Y uno ya sabe de qué lado está parado.

Pero propongo respirar unos minutos y mirar para adelante. Si nos quedamos es porque pensamos que se soluciona. Y si se soluciona es porque vamos a ser parte de la solución.

Bajemos a la calle.

Vamos a problemas reales, concretos.

Vamos a demandar soluciones para esos problemas.

Lo bueno de estar en el fondo es que cualquier escalón es hacia arriba.

Frente a la nada o te lamentás eternamente de tu suerte o agradecés tener tanto vacío a ser llenado.

¿Y si pensando los pequeños problemas descubrimos las grandes soluciones?

Si algo está claro es que no será magia.

Hablemos de frutas.

¿Qué solución ofrece la ensalada de frutas a una Argentina cascoteada?

Hace 17 años, sólo la provincia de San Juan exportaba casi 50 millones de kilos de uva a Europa y Brasil según contó la colega Elizabeth Pérez en el Diario de Cuyo. En la temporada ‘19/’20 se exportaron 3.9 millones de kilos; en el ‘20/’21, 3,8; en el ‘21/’22, 5.4 millones. En esta temporada, no se sabe aún.

¿Se pueden volver a exportar 50 millones? Sí, y más, dicen los expertos.

¿Qué hay que hacer?

El problema principal es la brecha cambiaria, la diferencia que hay entre el dólar en el que el productor debe pagar casi todos sus insumos -cercano a 400- y el oficial en el que cobra su producción -cercano a 200-. Queda claro que este intríngulis es de las primeras cosas que tiene que resolver quien se siente el 10/12/’23 en el sillón de Rivadavia. Quizás sea lo primero que haya que preguntarle a los candidatos, cuando los haya.

Otro problema es encontrar mano de obra especializada. Y acá habrá que ser políticamente incorrectos.

Hay que animarse a decirlo a pesar de la cara que pongan.

Sí, los planes sociales son un problema.

Lo que nació como un justo paliativo ante situaciones extremas porque un país no puede dejar que sus habitantes se mueran de hambre, terminó creando problemas mayores.

Hoy hay abuso, clientelismo, robo.

Además, pasar tu tiempo en un trabajo que no es el de tus sueños por el mismo dinero que te puede dar un plan, no es seductor. Más aún si venís de años y años de exclusión y nadie te asegura que allá adelante existe un futuro mejor.

Pero es el plan el que no permite, por su costo omnipresente, que el Estado se dedique a fomentar trabajos mejor pagos, en el ámbito privado.

Por lo demás, si el Estado intenta atar con alambre el tema de la desocupación convirtiéndose en una agencia laboral, a la que se suma el clientelismo, termina dedicándole a esa solución provisoria los recursos que deberían ser asignados al fomento del trabajo privado de calidad. Y vuelta la burra al trigo.

Círculo vicioso descendente.

Sigue sin haber puestos de calidad, entonces se hace permanente lo provisorio y todos perdemos.

Queda claro que este intríngulis es de las primeras cosas que tiene que resolver quien se siente el 12/10/’23 en el sillón de Rivadavia. Quizás sea lo primero que haya que preguntarle a los candidatos, cuando los haya.

Las enfermedades, las plagas y los insectos como la Lobesia botrana son otro problema grave para la uva. Despartidización, concursos serios y mayor presupuesto e interés puestos en Senasa e INTA será un intrígulis de los primeros que… etc.

Otro problema -siempre según la excelente nota de Elizabet Pérez- es la desaparición de Expofrut y Patagonian, los principales frigoríficos exportadores. Ahora dependen del frigorífico estatal 25 de Mayo. Revertir esto, incentivar el desarrollo privado de frigoríficos exportadores -con leyes de fomento o alguna fórmula creativa- es un intríngulis de los primeros que…

De 5 millones a 50 millones de kilos de uvas, hay todo un espacio por recorrer.

Cada kilo que se sume será más trabajo, más divisas que entren, menos dinero que deberá gastar el Estado.

Decime soñador, si querés.

Sé que no soy el único.

¿Es la solución definitiva para el país? No. Para mucha gente, sí.

De la uva pasemos al kiwi.

Hoy Argentina produce el doble de los kiwis que producía hace 10 años. Aún así, el 60% de la fruta que se consume en el país es importada. ¿Podría producirse más acá e incluso exportar?

Sí.

Pero.

En 2013 Elizabeth Muñoz y su marido compraron 40 hectáreas en Mar del Plata con una idea: producir Kiwis. Hoy tienen 30 hectáreas de la fruta con los cuales consiguieron exportar por 400.000 dólares a España, Brasil y Uruguay y abrir el mercado de Emiratos Árabes para sus productos, según le contaron al colega Lionel Paredes de “La Nación”.

Uno piensa: “Genial, producen en Mar del Plata, tienen el puerto ahí nomás”.

No.

Tienen que usar los puertos de Buenos Aires y de Zárate en un recorrido kafkiano. Deben hacer 500 kilómetros, teniendo un puerto a 9 kilómetros.

Las navieras no garantizan los días de tránsito de los contenedores ni la disponibilidad de 25 contenedores refrigerados.

Así que los contenedores refrigerados tienen que viajar de Zárate a Mar del Plata, eso sí, por avión, porque el puerto no tiene las instalaciones preparadas. En la planta en Mar del Plata se carga la fruta y después pasan por la aduana. Una vez cargada, retornan los contenedores -ahora en camiones, con el riesgo de que falte gasoil, aparezcan piratas del asfalto y el estado de las rutas- hacia Buenos Aires o Zárate.

A todo el costo anterior, se le agregan U$ 1000 por camión. Todos estos fletes hacen que el producto, de gran calidad, con sello de indicación geográfica “Kiwi Mar y Sierras del sudeste de Buenos Aires”, sea menos competitivos.

Y hablamos de una sola empresa productora, hay más.

En todo el país hay unas 800 hectáreas de kiwi, la mitad en el sudeste de la provincia de Buenos Aires. Queda mucha tierra para esta producción aún.

¿Es la solución definitiva para el país?

No. Pero es la solución para mucha gente. Queda claro que el intríngulis de vías de comunicación -puertos, rutas, trenes- más la seguridad vial y la provisión de energía son de las primeras cosas que tiene que resolver quien se siente el 12/10/’23 en el sillón de Rivadavia. Quizás sea lo primero que haya que preguntarle a los candidatos, cuando los haya.

Soluciones hay, y los pasos parecen ser identificar los problemas concretos, cortar curros, invertir en lo que sea productivo. Nada de esto puede convivir con la corrupción y la ineficiencia estatal. Seamos serios.

De la uva y el kiwi, vamos a la banana.

¿Qué habrá pasado en el país para que de las 12.000 hectáreas de bananos que había sólo en Formosa entre las décadas del ’60 y el ’80 hoy queden nada más que unas 3.780 hectáreas en todo el país, sumando Salta, Jujuy, Formosa y Misiones?

Los productores culpan a los bajos precios de la banana ecuatoriana y piden protecciones especiales. ¿Cómo es que Ecuador consigue que su producto puesto en una verdulería de Salta sea más seductor que uno salteño? ¿Ellos hacen todo bien y nosotros todo mal? Bueno, dejemos de llorar y aprendamos.

Los datos no son claros.

Según la Federación Agraria Argentina Filial Laguna quedan 2.000 hectáreas en Formosa; según el ingeniero Gerardo Tenaglia del INTA de Formosa, unas 1.000 o 1.200. Sin dudas, esta falta de información clara es parte del problema. ¿Será la solución un censo no hecho por Marcos Lavagna, con cierta precisión?

La falta de datos es un dato no menor

Según el diario “El Territorio”, 100 productores formoseños tomaron en el ’22 la decisión de destruir o abandonar totalmente su producción de banana, pasándole con el disco del arado a plantas que pueden dar frutos durante 25, 30 años. La tristeza de esa gente, destruyendo su fuente de vida histórica, es inconmensurable.

Mientras tanto, se van del país 400 millones de dólares en importación de bananas, más de lo que ingresa por ejemplo, por la venta de limones. Massa hasta inventó el “dólar banana”, mirá qué banana

Acá se producen 84.050 toneladas para un consumo anual que es 500 mil.

¿Podemos producir más bananas?

Sí.

En principio, para eso, debería importarnos. Quien quiera ser presidente, ¿qué piensa de la banana?

Un estudio del INTA comprobó que con una exacta combinación de fósforo, nitrógeno y potasio es posible duplicar la producción de bananas. Diferencias entre dólares oficial y blue, falta de vías de comunicación, mano de obra, tecnificación, incentivos fiscales, todo eso permitiría trabajo de calidad, asentamiento de las familias -que después de destrozar los bananales por falta de rentabilidad, se van a trabajar “de cualquier cosa” a los grandes centros urbanos- y menor dependencia de gobiernos feudales, como los del NOA y el NEA.

¿Es la solución definitiva para el país? No. Pero es la solución para mucha gente.

¿Quién para imaginar un país con rutas, trenes, investigación en producción, menos planes y más trabajo privado?

¿Quién para imaginar una Formosa que no dependa de la dádiva de Gildo, dueño de almas y tierras y voluntades de formoseños?

¿Quién para pensar que esta tierra todavía vale la pena?

Para eso habrá que desmontar un pensamiento mágico, como el que intentó imponer la ex diputada cuándo no peronista Fernanda Vallejos quien dijo alguna vez, muy de cuerpito gentil, “tenemos la maldición de exportar alimentos, de modo que los precios internos son tensionados por la dinámica internacional”. Es un pensamiento bastante extendido en gran parte del empresariado nacional. Ni vender afuera ni comprar afuera. El mundo es un lugar que crearon especialmente para joder a los argentinos, que está obligado a comprarnos cosas, pero a los que no le tenemos que comprar nada.

Para eso, para pensar en futuro, habrá que desmontar el miedo al peronismo que nos tiene de rehenes desde hace décadas. “Ojo lo que hagan los sindicatos peronistas”; “ojo con lo que digan de vos los medios peronistas”; “ojo con lo que te pueda hacer el establishment peronista de la academia, las artes, la industria”. “Ojo lo que te pueda hacer la secretaría de comercio peronista”.

El mal del ojo peronista está en la raíz de los problemas.

De la uva, el kiwi y la banana, vamos a la palta.

¿Qué cosa era una planta de palta al fondo del patio hace unos años? Nada, una molestia que cada tanto, si debajo tenía una chapa, hacía unos ruidos infernales.

Hoy se consumen en Argentina 0,45 kilos por persona por año. Lejísimo aún de los entre 2.5 y 3 que se consumen en Chile y Perú por persona por año. La mayor cantidad de paltas se produce en Tucumán, con 2/3 de toda la producción, que se complementa con Jujuy, Salta y en menor medida, Corrientes. Por cuestiones estacionales en otoño e invierno, la palta que consumimos es argentina; en primavera y verano, viene de Chile y en menor medida, de Perú, México, Colombia o Brasil. Los especialistas se asombran del 448% en que aumentó la superficie implantada en los últimos tiempos y anuncian que esto es solamente el principio. Chile compra a la Argentina en otoño e invierno y puede comprar mucho más, porque allá se usa como manteca.

En 2015 se exportaron 84 toneladas de palta.

En 2018, 382 toneladas de palta.

Hay espacio para mucho, mucho más.

De la uva, el kiwi, la banana y la palta, pasemos al pistacho.

Viene muy bien en zonas secas, ahí donde crecen los olivos.

En el 2008 fue la primera exportación de pistacho argentino. Fue a Brasil.

En el 2012 las hectáreas sembradas eran 800, entre San Juan y La Rioja.

En marzo del ’19, la Secretaría de Gobierno de Agroindustria de la Nación evaluó la posibilidad de desarrollar la iniciativa del Cluster “Pistachos de San Juan”. En ese momento había 1.008,5 hectáreas sembradas con pistachos.

Hoy hay 5. 000 hectáreas productivas de pistacho y ya se extendió a Córdoba y Mendoza. Sí, en medio de todo lo que pasó en el país entre 2008 y hoy, las hectáreas productivas crecieron más de 3 veces. Cada hectárea, puede producir 5000 kilos de pistacho. La sequía es un problema, pero el consumo mundial parece no tener techo. La oportunidad está ahí nomás.

Y siempre en la cocina pero ya no con las frutas, ahí están las trufas negras del Perigord, una exquisitez gourmet conocida como “el diamante negro” que pocos países pueden producir y nosotros, sí. El kilo se paga U$ 1800 dólares. Hay 15 emprendimientos en Argentina y con la asistencia del INTI la empresa Trufas del Nuevo Mundo, en la provincia de Buenos Aires, hizo su primera exportación a España y Francia. Se están estudiando ahora otras zonas del país que podrían servir para su producción, por ejemplo, la Patagonia.

¿Es menor todo esto?

Depende.

Al país no lo va a salvar la cereza, el pistacho, el arándano, la trufa negra o el mango.

Pero a muchos argentinos sí.

Esos gastos de la política y el Estado que siempre se dice “no hace falta suprimirlos porque al final no suman”, si los bajás y los dedicás a que alguien produzca unas pocas hectáreas de algo, marcás un cambio. Al menos para diez familias. Veinte. Cien. Y se multiplica.

Imaginemos todo ese dinero que va a cócteles autocelebratorios, observatorios autoritarios, seminarios masturbatorios, viajes insustanciales, autos con chofer, custodios aburridos, está dedicado a crear condiciones de trabajo productivo. Toda esa publicidad estatal en los medios para asegurarse la ausencia de crítica, también.

¿Dónde está el líder que hable de esto, ya?

Los grandes enunciados ideológicos quedan lindos en los discursos.

Pero ya estamos grandes.

Hay un país en serio y queda acá mismo.

Mucho más cerca que esas discusiones que consumen horas y horas de televisión autocomplaciente.

Más autopistas y menos fiestas del moncholo que no están pensadas para el disfrute de los habitantes sino para el ego del gobernante.

Bajar la brecha cambiaria, poner el énfasis en vías de comunicación, desburocratización, capacitación, créditos, leyes laborales lógicas que no desprotejan al trabajador ni fundan al empresario, libertad para pensar, ayuda para accionar.

No, fácil no es. Pero tampoco imposible.

El campo de batalla ya fue arrasado.

Estamos heridos y sangrantes.

Los cañones humean allá a lo lejos.

Es hora de levantarse, porque es ahora o nunca.

Hola arándanos, hola pistachos, hola mangos.

Si sólo pensando en frutas podemos intentar un país mejor, imaginate sumarle energía, cereales, tecnología, diseño, lo que se te ocurra.

Basta del lamento.

Es ahora.

Somos nosotros.

Empecemos a mandar fruta.

(© Osvaldo Bazán / El Sol) 


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