LA PELADA DE LA CAÑADA SIGUE VIGENTE

CULTURA

La eterna leyenda de Córdoba

Por Víctor Ramés

Subyace en el imaginario cordobés el deseo de dar una nueva vuelta de tuerca a esa sombra de personaje urbano que, parido por el comentario popular, andaba espantando a los transeúntes nocturnos por la zona de arroyo de la cañada. Cada tanto se leen recreaciones de la tradición sobre esa aparición llamada “La Pelada de la cañada”. Si el personaje alguna vez vivió en carne y hueso, antes de ser ascendido a leyenda, lo desconocemos. Lo único cierto es su figura nacida de la fantasía popular.

Su importancia es la que corresponde a ese patrimonio local intangible que proveen los seres colectivamente producidos por el comentario ingenuo, la sed de misterio, la construcción oral del relato. Hay una cuota de identidad cordobesa en su existencia sutil, aunque la leyenda se adecua más a la breve Córdoba del pasado, ingenua y pueblerina, que a las quimeras de la ciudad apresurada del siglo XXI. La “Pelada” ya no se aparece a los transeúntes noctámbulos sino al ingenio de los escribas, empeñados en fortalecer los mitos locales que aún poseen alguna sustancia literaria.

Con sinceridad, no abordaríamos la figura de la “Pelada” si se tratase de rizar el rizo imaginario a través de una variación más del tema. Tendríamos muy poco que agregar a la ilusión. Pero nos anima el hallazgo de una fuente muy próxima a la realidad del mito, a distancia de un siglo y dieciocho años de nuestro –efímero- presente. El autor cordobés Azor Grimaut, una de las fuentes más citadas de la leyenda, escribió sobre ella a mediados del siglo XX, en su libro Duendes de Córdoba de 1953. Allí señalaba que “las primeras ‘apariciones’ de este fantasma, parece que se registraron a fines del siglo pasado”. La exactitud de esa opinión, que Azor situaba medio siglo antes que él, se constata en nuestro modesto aporte de averiguadores.

No la “Pelada” sino su relato, al menos, se remonta en efecto a fines de los años noventa del siglo diecinueve. En 1897, el diario La Libertad se hace eco de la circulación del mismo, especie de tema de moda en las conversaciones sociales de aquel tiempo. La Libertad le dedica dos artículos a los comentarios que echaban a rodar a este personaje en el imaginario popular, que valen por sí solos el espacio que ocupamos.

A fines de julio de ese año, La Libertad publica el suelto titulado “Fantasmas”, donde comenta con decidido escepticismo una “narración espeluznante”, en la que “la fantasía y la superstición hacen el gasto por iguales partes”, a la que el cronista declara “recién puesta en circulación”. La nota da las siguientes señas sobre el caso:

“Entre la gente del pueblo y del barrio del Abrojal, es un artículo de fe, o poco menos, que después de las once de la noche se aparece a los transeúntes que se aventuran solos por el lecho de la Cañada, una bruja cuya edad representa unos doce años, la cabeza completamente rapada y que invoca con voz lastimera, la compasión de los trasnochadores de ese barrio.

Si alguno se niega, o se siente dominado por el miedo, el fantasma, que debe serlo la Pelada, empieza por crecer desmedidamente, y si el interpelado huye la joven bruja corre tras de él con increíble celeridad colocándose al lado del fugitivo transeúnte y no dejándole de perseguir si no ha entrado buscando refugio en algún domicilio.

Este cuento, que bien puede ser ideado para amedrentar niños timoratos, ha alcanzado en aquel apartado barrio tanta resonancia e inclinado la credulidad de tantas gentes que ya nadie piensa, después de oraciones, en salir de su casa de miedo de tropezar con la bruja de la Cañada”.

A comienzos de agosto el diario le hace espacio otra vez al tema, en una nota más extensa con la firma de José Ariza, bajo el título de “La Pelada” y un subtítulo de guiño francés “Le plat du jour” (El plato del día). Ariza nos aporta, entre otras cosas, el clima social en torno a la leyenda:

“Parece increíble, pero es el tema de todas las conversaciones en esta culta y doctoral ciudad. Chicos y grandes, pobres y ricos, la copetuda dama y la humilde mujer del pueblo, el elegante dandy y el modesto trabajador, tienen hoy absorbida su atención por ese dichoso fantasma que hace su aparición por los más opuestos puntos de la ciudad.”

El artículo de Ariza también incorpora un caso de “encuentro cercano del 3° tipo” con la Pelada, que circula en el anecdotario caliente de esos días:

“Y todos quieren saber a cuantos ha despachado al hospital durante la pasada noche, como ha sucedido con el pobre agente del orden público, que al contacto de su mano helada cae al suelo patitieso, felizmente no para no levantarse más, sino para volver en sí poco después y poder referir a sus contemporáneos los detalles de su curiosa aventura.”

También aporta el cronista un cuadro que se aproxima a algo más terrorífico aun que la propia “Pelada”: el clima de linchamiento suscitado por el cuento:

“Anoche y anteanoche parecía Córdoba una ciudad en pie de guerra; pues más de una expedición se formaba para ir a buscar a la Pelada en su guarida, que nadie conoce.

Y los Smith, y los Colt, y los Martini, los Mauser y los Robin Smith, salían de su tranquilidad y reposo para acompañar a sus dueños en la sin igual jornada.”

Ahorraremos imaginación sobre la posibilidad de que una expedición se cruzase con la Pelada, y resultase ésta ser no un fantasma sino –como sugiere la propia nota- “un simple mortal que ha tomado por ocupación aterrorizar a sus conciudadanos, o tal vez un excéntrico que ha querido romper la monotonía de estas horas cordobesas”.

Celeste Font Galdo, agrega a esta nota que Ariel Borda compuso una canción al respecto.

Hasta el corazón del Abrojal
Sube el turbio llanto de la orilla,
Triste como el alma de un sauzal,
Embebido en ciegas pesadillas.
Es la oscura dama
Que a la noche baja a llorar
Desde que este arroyo busca el mar.
Arde en la vereda un gris faquir,
Bajo una sonriente luz de plasma,
Y en este fangal del porvenir
Nadie siente pena de un fantasma.
El agua que pasa,
Aunque nadie quiere ver,
Trae un agrio llanto de mujer.
En los nodos de la oscuridad,
Donde la cañada entra en letargo
Llora la pelada en soledad,
Nadie ha oído nada más amargo.
Llora sobre el agua, que se va
Sin mirar atrás.
Llora sobre el agua, que se va
Sola.
Cubre su cabeza con un tul,
Se acurruca contra el calicanto,
Como un alma que no encuentra cruz
Vaga por la orilla con su llanto.
Si cierras los ojos,
Tu corazón podrá escuchar
A la triste dama sollozar.
En los bordes de la oscuridad,
Donde la ciudad se une al olvido,
Llora la pelada en soledad
Mojando en el barro su vestido.
Llora sobre el agua, que se va
Sin mirar atrás.
Llora sobre el agua, que se va,
Sola.

(Fuentes consultadas: http://cordobers.blogspot.com.ar / Fantasmas de Córdoba)

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