CULTURA
La casa donde se declaró la Independencia
Por Walter R. Quinteros
Sepan ustedes, amigos lectores, que nuestra independencia contó con el aporte decisivo de cientos de mujeres que actuaron como espías y emisarias, que participaron en la organización de redes de información en las que actuaban como correos, proporcionando información muy valiosa al ejército patriota; en la propagación de las ideas patriotas y en la persuasión entre los ejércitos realistas, que colaboraron en todo cuanto estuvo a su alcance: transportaron alimentos, ropas y material bélico; cocinando, e incluso atendiendo a los heridos. Nos dice Marina Devita desde La Gaceta Comercial que: Estas compañeras de batalla no sólo no contaron con ningún tipo de homenaje, sino que ni siquiera fueron incorporadas en la historia, e incluso muchas de ellas aún hoy permanecen en el anonimato.
Y según la filósofa e investigadora Alba Carosio, "este olvido histórico tiene relación, con el papel subordinado y la discriminación del conjunto de las mujeres en la sociedad".
Y dada la fecha que hoy recordamos, hablaremos de Francisca Bazán de Laguna. Nacida hacia 1744, fue ella quien donó la casa para que el Congreso pudiera sesionar, y fue donde finalmente se declaró la independencia en 1816.
El caserón formó parte de su patrimonio en 1762, cuando se casó con el español Miguel de Laguna y Ontiveros, de quien quedó viuda en 1806.
En 1874, la casa fue adquirida por el Estado, y en 1941 se la declaró Monumento Histórico Nacional. Tras sucesivas refacciones, se reconstruyó su aspecto original. Hoy funciona en ella, el Museo Casa Histórica de la Independencia, que puede visitarse en la calle Congreso 141 de San Miguel de Tucumán.
La Casa de los sueños de Francisca Bazán de Laguna.
La Casa histórica fue construida durante la década de 1760, por el comerciante Diego Bazán y Figueroa, para ser otorgada como dote al matrimonio de su hija Francisca con el español peninsular Miguel Laguna. Este matrimonio tuvo extensa descendencia, y durante algún tiempo vivieron en ella más de quince personas.
Según un informe de INAR. Se trataba de una edificación de estilo señorial, con una entrada de tipo zaguán, flanqueada por dos habitaciones, que dan a un primer patio, rodeado de habitaciones por sus cuatro costados. A continuación se hallaban tres salones principales, luego un segundo patio, para seguir un tercer grupo de dependencias, destinadas al personal de servicio. Fuera de las decoraciones aplicadas a paredes y aberturas, el edificio carecía de todo ornamento, con la única excepción de las molduras ubicadas a ambos lados de la puerta principal, representando columnas salomónicas.
De la época de la Revolución de Mayo, no ha quedado registro de la fecha en que esta casa fue alquilada por el gobierno revolucionario, que la ocupó como cuartel para oficiales y tropa, por lo menos en los meses que siguieron a la Batalla de Tucumán.
Permanecía en manos del Estado, cuando fue asignada para las sesiones del Congreso de Tucumán, entre 1816 y 1817. Para la mayor comodidad de las sesiones, se derribó una de las paredes interiores que dividían dos de las tres salas ubicadas entre el primer y segundo patios; el salón así ampliado presenció la solemne declaración de la Independencia de la Argentina el 9 de julio de 1816.
Tras el traslado del Congreso a Buenos Aires, la casa fue destinada a diversos usos, y devuelta a sus propietarios en algún momento de la crisis conocida como la Anarquía del Año XX. Pasó a ser propiedad de la Flia. Zavalía. Su estado parece haber sido ruinoso, por lo que la Flia. demolió las construcciones del segundo patio, recontruyéndolas en un estilo más moderno.
Años más tarde, la casa albergaba a dos tataranietas de su primera propietaria. En el año 1869, con el objetivo de llamar la atención de las autoridades en la conservación del edificio, aprovecharon la presencia en Tucumán del fotógrafo Ángel Paganelli, para tomar algunas fotografías del mismo. Entre ellas, tuvo especial importancia una única fotografía del frente del edificio, que se muestra en estado bastante ruinoso, pero conservando en buen estado los detalles arquitectónicos.
En 1874, la casa fue definitivamente adquirida por el gobierno nacional, que la destinó a edificio de Correos, anexándole posteriormente el servicio de Telégrafo. El lugar fue sede de las primeras manifestaciones de conmemoración de la Declaración de la Independencia, que comenzaron durante los años 1880.
No obstante, el gobierno no realizó contribuciones al mantenimiento de la casa hasta el año 1903, en que se vio obligado a demolerla casi por completo, debido a su pésimo estado de conservación. Se edificó la sede de Correos de la Nación y la sede del Juzgado Federal de Tucumán, de estilo renacentista, y coronado con las imágenes de dos leones acostados.
La única parte del edificio que fue salvada de la demolición fue el Salón de la Jura de la Independencia. En el año 1904, por orden del gobierno nacional, éste fue cubierto por un pabellón de ladrillos, con abundantes estructuras de hierro y vidrio, de estilo Art Nouveau.
En 1941, la casa de los sueños de Francisca, fue declarada Monumento Histórico Nacional.
Una comisión especial estudió un proyecto de reconstruir la casa tal como era en los tiempos del Congreso de Tucumán. La obra fue aprobada y dirigida por el arquitecto Buschiazzo, quien se basó en las fotografías de Paganelli de 1869 y los planos levantados durante el proceso de su compra por el estado nacional.
Las obras comenzaron en 1942 y fueron inauguradas en la primavera del año 1943. La reconstrucción intentó ajustarse al máximo a cada detalle del edificio original, utilizando incluso los mismos tipos de ladrillos, tejas y baldosas.
El tercer patio de la casa fue reemplazado por un patio de inspiración más moderna. El fondo del patio, protegido por una alta reja ornada, da acceso a la Casa de la Independencia desde la calle, donde acceden frecuentemente los visitantes.
En la década del ´90 se realizaron algunas obras de mantenimiento importantes, especialmente la limpieza de casi todas las tejas y el reemplazo de las rotas; y se cambió el color de las aberturas de madera, de acuerdo con una investigación histórica que comprobó que el Congreso de Tucumán había ordenado la compra de pintura azul para todas las puertas y ventanas.
Cuando Juan Carlos Marinsalda integraba el equipo técnico del Distrito Noroeste de la Dirección Nacional de Arquitectura y desarrollaba una investigación sobre la teoría y la práctica de la conservación del patrimonio en el Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT, la pregunta acerca del devenir de la Casa de la Independencia se le impuso por peso propio. “Fue en ese año -1993- cuando realizamos la restauración de las cubiertas de tejas de la casa y formulé mis primeras preguntas de investigación. Sucede que el edificio reconstruido en 1943 no respondía a las características que debería haber tenido una casa virreinal de una familia de la elite tucumana, por lo que era necesario revisar tanto los fundamentos de la reconstrucción como la historiografía y la teoría arquitectónica”, le cuenta al diario La Gaceta.
El arquitecto Marinsalda, que vivió en Tucumán entre 1987 y 2002 (actualmente reside en Mendoza), y que se doctoró en la Universidad de Sevilla con su tesis sobre la Casa Histórica. Tesis que, como se verá en la investigación de Marinsalda, ratifica que la arquitectura es mucho más que ladrillos. La arquitectura nos puede contar la Historia.
Y nos dice Marinsalda que: Por ejemplo, no se encontraban reconstruidos los locales en los que debían haber vivido los esclavos; el segundo patio y la huerta no estaban separados, y la sala no tenía aberturas hacia el segundo patio para permitir el control visual de toda la casa desde allí, como sostenía la teoría arquitectónica. También era notorio que el portal carecía de los elementos decorativos que se observaban en la fotografía de 1869, pero la historiografía basada en la tradición familiar sostenía que la casa ruinosa de 1870 era exactamente la misma de 1816.
A partir del estudio de documentos y del edificio, que incluyó trabajos arqueológicos, pude realizar una reconstrucción hipotética de la casa construida en 1762 por el español Miguel Laguna, esposo de Francisca Bazán. Esta tenía bóvedas cubriendo el zaguán y las porterías; la sala contaba con una gran puerta de cuarterones hacia el segundo patio, que estaba rodeado de galerías y separado de la huerta por el pabellón de esclavos y criados; y las habitaciones de la familia estaban en el primer patio. Laguna integraba una red comercial y familiar que comerciaba entre Potosí y Buenos Aires y utilizaba los locales del frente para esta actividad. Cuando funcionó el Congreso las puertas fueron pintadas de azul y los muros de blanco; además de la Sala de Sesiones, hubo locales destinados a la secretaría y a las comisiones, una capilla, la sala de la guardia y las viviendas del portero, los sirvientes y los edecanes. El Estado compró 80 sillas y una gran mesa para la Sala de Sesiones, entre otros elementos.
Creo -agrega Marinsalda-, que la reconstrucción de 1943 realizada por Mario Buschiazzo estuvo condicionada por un debate teórico entre dos generaciones, específicamente entre los pioneros Kronfuss, Noel y Guido, quienes interpretaban que la fotografía de Paganelli mostraba restos de macetas con flores que eran manifestaciones de la mano de obra indígena. Esta hipótesis no era aceptada por Buschiazzo, quien eliminó todos los elementos significativos del portal, pero en esa operación lo que en realidad borró fueron los atributos nobiliarios de una familia castellana. Se trató de forzar una realidad histórica para adaptarla a una teoría, con lo que también se invisibilizó la presencia de criados y esclavos al no reconstruir sus espacios.
En el Archivo Histórico de Tucumán, se conservaban los comprobantes de compras de materiales de 1816, entre los que están el pigmento azul de prusia, el aceite de linaza y el albayalde para las puertas de la Casa del Soberano Congreso; la aplicación de este color la comprobamos en 1996 al restaurar las puertas del Salón, lo que permitió recuperarlo.
La cuestión del color tiene una fuerte impronta política, la elección del azul celeste en 1816 correspondía a una identificación del Congreso con el centralismo de Buenos Aires, mientras que la Unión de los Pueblos Libres, ausentes en el Congreso, se reconocía en el color rojo. En 1841, cuando ocupó la ciudad el ejército federal de Oribe, las puertas fueron pintadas de rojo, pero luego de la caída de Rosas, en Buenos Aires fueron repuestos los colores verde y celeste de los unitarios, como recordaba Sarmiento, aunque en las provincias el rojo continuó identificando a la Confederación hasta 1862. El origen de la conocida imagen de la casa con puertas verdes se encuentra en el cuadro que el cordobés Genaro Pérez realizó tomando como modelo la foto monocromática de Paganelli y que fue canonizado por Carranza al incorporarlo al Museo Histórico Nacional en 1894. Obviamente, a fines del siglo XIX las puertas de la casa de la Independencia no podían ser rojas. Esta es la imagen oficial con la que nos formamos muchas generaciones de argentinos mediante los textos y las revistas escolares, como la "Billiken".
En mi caso personal, yo recuerdo los viejos manuales del primario, recuerdo a mis maestras haciéndonos dibujar "La Casita de Tucumán" (Sin saber que era la casa de los sueños de Francisca) a través del Simulcop o calcándola y luego, a pintarla de amarillo y las aberturas de color verde.
Según Marinsalda, Levene (Escritor, historiador. Siempre que se trate de Ricardo Levene) en 1943, invitó a los descendientes de la elite tucumana de fines del siglo XIX a ingresar a la nueva historia nacional mediante la donación de muebles. Buscaba de ese modo recrear la tradición, pero en realidad la mayoría son posteriores a la época del congreso e incluso hay objetos que fueron realizados en 1973, como el crucifijo que hasta hoy preside el Salón histórico. Habría tres mesas en las que se firmó el Acta de la Independencia; la que donaron los descendientes de Bernabé Aráoz, la que conservan los franciscanos y la que compró el Estado en 1816.
A ver alumnos, saquen una hoja. Escriban todo lo que saben sobre el 9 de Julio de 1816. Agreguen la edad que tenía Francisca Bazán cuando alquiló la casa y el nombre completo de los señores congresales. El que termina primero, ayuda a su compañero.
(©Walter R. Quinteros / imagen: recrear / Nota publicada anteriormente en Quiénes & Porque año 2018)
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