DEL ACUERDO CON EL FONDO, CAMERÚN Y EINSTEIN

OPINIÓN

¿Cuál es la ruta, el objetivo, la meta, la ambición argentina?

Por Carlos Mira

En África se está jugando la Copa Africana de Fútbol. La sede del certamen es Camerún, un país de pasado tumultuoso que fue ocupado por Portugal primero, fue colonia alemana luego y finalmente -luego de la Primera Guerra Mundial- pasó a estar controlado por Gran Bretaña y Francia hasta los ‘60.

Su economía es frágil y la enorme mayoría de su población se encuentra por debajo de la línea de la pobreza.

Su PIB per cápita apenas alcanza los U$S 3000 y rankea 96 entre los países del mundo, obviamente en la parte más baja de la tabla de posiciones de los niveles de vida.

Sin embargo, entre la publicidad estática de los estadios apareció una desde todo punto de vista sorprendente: “Invierta en Cameroon” esto es, una invitación oficial a los capitales del mundo a afincarse en Camerún.

El país tiene 1.8% de inflación anual. Quizás eso explique parte del fenómeno. Del mismo modo, el hecho de que la meta nacional sea convertirse en país emergente en 2035.

Esos datos dan cuenta de una hoja de ruta, de un norte, de un horizonte, de una ambición.

¿Cuál es la ruta, el objetivo, la meta, la ambición argentina? Nadie la conoce. ¿Cómo esperar encontrarse, en esas condiciones, con un hipotético “Invierta en Argentina”?

¿Hay una voluntad nacional de que alguien invierta aquí? ¿Hay una pasión por la inversión? ¿Hay una decisión de convertirse en algo mejor?

En este punto recordé a un viejo profesor de Metodología del Derecho, Marcelo Warat, que nos explicaba en la facultad que todo en este mundo es una cuestión de definiciones.

Warat decía que si no se define lo que es una “conmoción interior” en los términos del artículo 22 de la Constitución, esa mención bien podría interpretarse como un estornudo (obviamente, con las ironías del caso).

Me acordé de Warat por aquello de “estar mejor”, porque a lo mejor, en la Argentina peronista, “estar mejor” es seguir profundizando el modelo de pobreza igualitaria en la que ese proyecto nos ha metido.

No en vano, en la municipalidad de San Martín, hay una muestra de “arte” reivindicando la vida de los cartoneros, de la gente que duerme en la calle y de la que busca comida en la basura: a lo mejor ese es el desiderátum peronista.

Si es así resulta lógico que nadie esté preocupado por la inflación, por llamar al mundo a invertir en la Argentina y por darle un rumbo, un norte a la economía del país.

La baja inflación, las inversiones, la racionalidad económica están en directa contraposición con un país que le rinde culto artístico a la gente que vive de juntar cartones o que busca sobras de comida en la basura.

En ese sentido, resulta llamativo que en el acuerdo con el FMI el que aparece preocupado porque el país tenga menos inflación, menos emisión, menos déficit y menos pobreza es el Fondo (al que se quiere vender como el malo de la película) y no el gobierno (el inmaculado santo defensor de los pobres) cuando en cualquier lugar del mundo más o menos normal debería ser al revés.

Al contrario, con un increíble complejo de culpa, el presidente y el ministro de economía salieron apurados a aclarar que el país no tendría que hacer nada diferente de lo que viene haciendo como consecuencia de haber llegado a ese acuerdo.

Con alarde orgulloso salieron a decir que “no habrá reforma laboral, ni privatización de empresas públicas ni reforma previsional” (los típicos fundamentals de los partidarios de un cambio de rumbo al rancio estatismo) como si eso constituyera una victoria que asegura la continuidad del rumbo que llevamos.

Las declaraciones del ministro Guzmán al “explicar”’ el acuerdo con el FMI, implican retrucar a Einstein y pretender convencernos de que podemos seguir haciendo lo mismo, obteniendo, esta vez, resultados diferentes.

Guzmán se congratula diciendo que no habrá reforma laboral, que no habrá privatización de empresas públicas, que no habrá reforma previsional.

Le faltó decir “vamos a seguir introduciendo más regulaciones a los empleadores de resultas de lo cual les sea más difícil emplear gente, solo que esta vez -a pesar de eso- les será más fácil. Vamos a crear más empresas públicas con más empleados y vamos a tomar más personal en las empresas que ya son del Estado, solo que esta vez eso no generará déficit sino que mejorará la productividad. Vamos a seguir estafando a los jubilados, solo que esta vez, como fruto de esa estafa los jubilados estarán mejor y no peor”

Conclusión: están locos.

La veneración del pobrismo -uno de cuyos éxtasis parece ser esa muestra “artística” del intendente Fernando Moreira- petrifica al país en el derrotero que lleva desde hace años e incluso acelera su velocidad hacia un mayor deterioro. (“Deterioro”, claro está -acordándonos otra vez de Warat- en los términos de los que creemos que la pobreza no es una condición social de pureza, superioridad moral ni de inocente virginidad, sino que, en realidad, la pobreza es una mierda y que ser pobre es una desgracia).

A lo mejor esas ausencias, que notoriamente aparecen en la Argentina -ausencia de preocupación por la inflación, total desaprensión por las Inversiones, total falta de interés en establecer una meta a alcanzar-, no son casuales sino consecuencias lógicas de lo que expresamente se quiere: hacer del país un enorme villorrio pobre y completamente igual en su miseria.

El peronismo debería hacerse cargo de esta enorme responsabilidad: la de haber trazado un perfil de país mendicante, aislado en su escasez, sin norte, sin ansías, sin ambiciones, cuyos ciudadanos aparecen completamente vencidos por una avalancha de valores miserables que han terminado por convertirlos en una sombra de lo que fueron.

Si San Martín, el padre de la Patria que le dio nombre al partido cuya intendencia exhibe con orgullo una muestra de arte cartonera, se levantara de su tumba, no podría creer, literalmente, en que se convirtió el país que tanto soñó con ver libre. Su desazón sería de tal magnitud que su corazón volvería a dejar de latir, avergonzado de ver tanto desperdicio inútil.

(The Post)

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