SANDECES ODIOSAS Y LA REPRESENTACIÓN ARGENTINA

OPINIÓN

Analicemos ese vómito de odio


Por Carlos Mira

Solo la clásica atracción de lo escénico y lo pendiente que está la sociedad para ver cada gesto del gobierno en estos momentos en que arrecian los inconvenientes y las divisiones, hicieron posible que lo más importante quedara a un lado.

Ya hablamos aquí el viernes del repugnante acto del Frente de Todes la semana pasada en Avellaneda.

Fueron tantos los pasajes de facturas vestidos con las ropas de las indirectas y de los mensajes encriptados, que no se le prestó la misma atención a los mensajes explícitos, a los que no era necesario interpretar sino que eran directos, muy claros, aunque, claro está, proviniendo de dónde provenían, cargados de resentimiento y de ignorancias.

Me refiero a lo que dijo la comandante de El Calafate cuando le sacó el micrófono al presidente.

Está claro que toda la atención se clavó en esa impostura (hecha a propósito, por supuesto, con toda la maldad del mundo) y así se absorbió toda la capacidad de analizar las odiosas sandeces que salieron de la boca de la vicepresidente.

Cristina Kirchner dijo que “sólo cuando gobiernan las grandes mayorías es que las minorías adquieren derechos, porque cuando gobiernan las minorías, las minorías, solo se reconocen a sí mismas”.

La frase es un compendio de mentiras, de inexactitudes, de ignorancias formativas y de desviaciones dogmáticas con las que se pretende seguir machacando sobre la idea de que las masas son la única fuente legitimante del poder.

Analicemos por un momento éste vómito de odio.

A ver, señora, en primer lugar, ¿cuándo una “gran mayoría” se convierte en una “pequeña mayoría”? ¿Qué otra cosa más que un formidable cliché es eso?¿Qué extraña institución establece la diferencia entre una “gran mayoría” y una “pequeña mayoría? ¿Usted? ¿Ganar por siete puntos es ganar por una “gran mayoría”?

En segundo lugar, usted dice que solo cuando gobiernan “las grandes mayorías” las minorías adquieren derechos.

¿Qué mentiroso galimatías es ese? No hay más que analizar los propios hechos de su gobierno para desmentirlo.

Desde que con una “pequeña mayoría” el FDT ganó las elecciones no hizo otras más que restringir los derechos de los individuos que ustedes suponen votaron en contra suyo.

En efecto, desde que se instalaron en el poder una interminable lista de libertades de las que disfrutaba ese sector social han sido abolidas o restringidas, desde simples movimientos físicos (justificados por el drama de la pandemia, pero que se proponían llevar adelante de todos modos como parte de su modelo y de su concepción del mundo) hasta impuestazos que gravaron los ahorros de esa gente, pasando por prohibiciones para acceder a mecanismos de protección del patrimonio propio y por abolir los programas que ampliaban la posibilidad de los argentinos para viajar, las “minorías” no han visto otra cosa más ver cómo se perdían sus derechos.

Si hay algo que confirma el gobierno del FDT es que cuando gobierna la masa, los individuos tiemblan. Eso es lo único que queda demostrado aquí; no lo contrario.

En tercer lugar, usted dice “cuando gobiernan las minorias…”Quizás en su fárrago de odio haya olvidado que para ganar el gobierno es necesario sacar más votos que el adversario, de modo que, técnicamente, es imposible que “gobierne una minoría”, salvo, claro está, que usted considere como “minoría” a todo lo que no sea usted misma.

En cuarto lugar, usted dice que las “minorías solo se reconocen a sí mismas”. Allí puede que tenga razón.

En efecto, si consideramos que ustedes aprovecharon el acceso al poder para construir una nomenklatura privilegiada compuesta, a lo sumo, por solo unos miles de personas, que, como lo demuestran los hechos de todos los días, tienen derecho a todo, acceso a lo que se le niega al resto, y privilegios que el pueblo solo ve en fotografías, es muy posible que la última parte de su frase sea la única cierta, aunque con una interpretación completamente contraria a la que usted pretendió darle.

Reitero: solo la tremenda fuerza escénica de un micrófono arrancado de las manos de un presidente en pleno uso de su palabra pudo evitar que se hiciera este análisis en cuanto usted abrió la boca.

La pregunta que cabe es si, aún cuando la escena del micrófono no hubiera absorbido la atención de todos, los argentinos habrían hecho un análisis parecido al que acabamos de hacer aquí.

Mi lamentable respuesta inicial es que me parece que no. Y me parece que no porque para hacer ese análisis partiendo de un lugar cercano al gobierno (es decir desde la mente de un individuo que haya votado por el kirchnerismo) se necesitaría que esa persona hiciera un análisis introspectivo de sus propias posturas y llegara al veredicto solitario e inapelable de que es el verdadero culpable de lo que está ocurriendo.

Solo cuando las mayorías que le dieron el triunfo al kirchnerismo se señalen a sí mismas como responsables de la decadencia argentina, como culpables de haber enviado al país al rincón de la miseria, a la vergüenza de la indigencia y a la impostura del embrutecimiento, podría comenzar un proceso inverso de resurgimiento desde las cenizas.

Mientras ese proceso volitivo de auto enjuiciamiento no se haga no habrá esperanzas.

El kirchnerismo está en el poder porque, entre otras cosas, es una máquina perfecta para echarle la culpa a otro de todo lo que pase.

Igual que los argentinos.

En ese sentido el país está representado por los mejores; no hay otro como ellos: el kirchnerismo siempre encuentra a alguien a quien señalar.

Hasta el presidente pretendió desembarazarse del balurdo del cumpleaños en Olivos, culpando a su pareja. Ni los pantalones para aceptar esa responsabilidad tuvo.

La gran mayoría de argentinos es igual: para ellos la suerte del país no está marcada por los comportamientos que ellos tienen, sino por los dardos de maleficio que les lanzan desde el FMI, desde los EEUU, desde los “poderes concentrados” y los “grupos hegemónicos”. Siempre “ellos”; nunca “nosotros”.

Esa es otra de las características que explican el triunfo kirchnerista: hay una identificación entre una mayoría de argentinos que no se siente responsable de nada de lo que les pasa y este grupo político que siempre tiene a alguien a mano para culpar por lo que no son otra cosa más que sus impericias y burradas.

La conclusión del análisis frio de las variables que tenemos delante para saber si habrá o no solución para la Argentina, no nos entrega un horizonte positivo. Quizás la presunción de esa extrapolación sea lo que convenza a miles de argentinos jóvenes a irse del país.

Muchos de ellos han votado al kirchnerismo. Pero prefieren el exilio antes de analizar, en silencio y soledad, lo que ellos hicieron para que ese drama se convierta en realidad.

(Carlos Mira / THE POST)

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