HISTORIAS / EDITORIAL
Hace 448 años el capitán Don Jerónimo Luis de Cabrera Zúñiga y Toledo, muy cerca de las Ponce, fundaba la ciudad de Córdoba
Por Walter R. Quinteros
Nos dice Pedro García Luaces: El 6 de julio de 1573 el conquistador español Jerónimo Luis de Cabrera fundaba la ciudad de Córdoba, en Argentina, una de las últimas ciudades levantadas en torno al Río de la Plata. Este conquistador sevillano, de noble familia, se trasladó al Perú con sólo quince años llevando ya a cuestas una notable experiencia como precoz militar. Establecido en la ciudad de Cuzco, participó en las campañas de conquista de los valles de Ica y Pisco, al sur de la ciudad de Lima, con el rango de maestre de campo. Cabrera concluiría la conquista de esta franja del litoral del Pacífico con la fundación de algunos asentamientos, como San Jerónimo de Valverde.
Jerónimo Luis Cabrera se casó con la viuda del capitán Garcilaso de la Vega, madrastra del célebre cronista Inca Garcilaso. Tras ocupar el cargo de justicia menor en Charcas y Potosí, sería nombrado gobernador de Tucumán, sustituyendo a Francisco de Aguirre, en 1571. En esta región trató de buscar una salida al mar explorando el este hasta el Río de la Plata, donde fundaría en 1573 la ciudad de Córdoba. Aún continuaría la expedición y, junto al río Paraná, levantará el fuerte de San Luis de Córdoba. La intención de Cabrera era la de seguir fundando asentamientos hasta unir el Alto Perú con el océano Atlántico pero en su intento se cruzó con el conquistador Juan de Garay, fundador de la última de las grandes ciudades argentinas, la de Santa Fe, en noviembre de 1573.
El caso es que Cabrera y Garay no quisieron enfrentarse por las tierras y dejaron que el Consejo de Indias resolviera el conflicto. Mientras tanto, el sevillano regresaría a Córdoba, donde se encontraría con una triste sorpresa, el virrey de Perú le había reemplazado por haber desobedecido una orden real al sacar mercancías por el Atlántico, lo cual estaba expresamente prohibido desde la habilitación de convoyes por el istmo de Panamá. Lo cierto es que el nuevo gobernador, Gonzalo de Abreu, tenía orden de apresarle, cometido que cumplió con más gusto del preciso, siendo condenado a muerte y ejecutado el 17 de agosto de 1574.
Pero leyendo a Luis R. Carranza Torres, este nos cuenta que: Don Jerónimo Luis de Cabrera Zúñiga y Toledo ha pasado al bronce como fundador de la ciudad de Córdoba. Como es usual, la almidonada historia oficial disimula los verdaderos alcances de lo sucedido en la historia real, repetida hasta el cansancio de un don Jerónimo Luis de Cabrera, gobernador del Tucumán y anexos, fundador de Córdoba por puro acto de desobediencia y que paga con su vida tal arrebato, está más que “floja de papeles”.
Es que apenas fundada nuestra ciudad, de improviso aparece como el malo de la película Gonzalo de Abreu y Figueroa, designado nuevo gobernador por el propio rey. Su primera medida de gobierno es encarcelar a Cabrera y mandarlo a Santiago del Estero, en donde tras una farsa de juicio -según algunos- se lo decapita, (Que es la versión que tengo) en tanto otros hablan de estrangulamiento. Sea del modo que fuere, la pena se cumple a las escondidas: en el camastro de su prisión.
Como nos dice Vicente Sierra en su Historia Argentina (Tomo I) Respecto a tal proceso efectuado: "con más afanes de venganza que propósitos de justicia”, que era "evidente que los cargos del proceso no justificaban una sentencia de tal índole, siendo algunos tan notoriamente falsos como el de haber fundado Córdoba sin autorización, pues la tenía para fundar dos ciudades donde lo creyera conveniente. Para justificar el crimen se enredó a Cabrera en una falsa denuncia de conspiración contra el Virrey Toledo, que carecía igualmente de asidero”.
Pues Cabrera, entonces corregidor de Potosí, había sido elegido por el virrey Toledo un 20 de septiembre de 1571 para el gobierno del Tucumán, con instrucciones especiales para fundar una ciudad en el valle de Salta. Sierra reproduce tal documento en su obra, las que le daban la libertad de “en las partes y lugares que le pareciere que más conviene pueda poblar y fundar un pueblo de españoles o dos o más, lo que quisiere y le pareciere que convienen”.
Más allá de que ello deja sin asidero el lugar común de que Córdoba se fundó por un acto de desobediencia, muestra que las razones de la farsa judicial y su muerte a escondidas fueron otras. Se ha hablado de enemistades personales, de pleitos de familias. Poco y nada de eso se corrobora en los datos del pasado. Dejadas de lado, dos teorías quedan en pie.
La primera, dada por Levillier, explica el presuroso proceder de Abreu en despenar a su antecesor por la superposición de los títulos de gobernador dados a ambos. El virrey del Perú, don Francisco de Toledo, en uso de sus facultades, había designado gobernador del Tucumán a don Jerónimo Luis de Cabrera, cuando Gonzalo de Abreu se apareció de la nada con el mismo título firmado por el rey. Abreu se maliciaba que el Consejo de Indias confirmaría a don Jerónimo, y no a él, en el mando gubernativo del Tucumán. De ahí que urgía sacar de carrera a un competidor que podía presentar mejor historial que el suyo.
A vuelta de correo en galeón, la contestación de Su Católica Majestad sobre el doble nombramiento fue confirmar a Cabrera como gobernador. La resolución estaba fechada a fines de marzo de 1573, pero para cuando tal orden llegó a destino, era más que tarde para acatarla: Cabrera ya no existía.
La segunda tesis, dada por el sacerdote jesuita José Guevara, en su Historia del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán: Imputa la causa del asesinato a la conducta de dos Oidores de la Audiencia de Charcas que “maquinaban deservicios a la Real Majestad”, en lo cual buscaron, sin éxito, la complicidad de Cabrera, por lo que recelosos de que los pusiera en evidencia y a fin de conservar el cuello, al pasar Gonzalo de Abreu por Chuquisaca rumbo a hacerse cargo de la gobernación del Tucumán, “trataron de ganarle la voluntad, y ganada, le inspiraron tales especies contra Cabrera, que resolvió matarle”.
Es que en las instrucciones dadas por el virrey a Cabrera estaba la orden de que «Componga y concierte los pleitos y diferencias que en aquellas provincias hubiere sobre indios quitados por los gobernadores pasados, que antes estaban dados por otros, por excusar la vejación y molestias de seguir los dichos pleitos en estos reinos y en España». Pleitos que habían llegado hasta la Audiencia de Charcas y tenía enquistados a los vecinos feudatarios de su gobernación contra la real autoridad.
Dicha versión es apoyada por el propio Deán Funes en su obra Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, en la cual sin ambages nos planta frente a la idea de la conspiración por dineros públicos, en los siguientes términos: “Discurriendo los escritores sobre el origen de este odio tan envenenado de Abreu para Cabrera, no se le encuentra otro que la sugestión de dos oidores de Charcas. Habían éstos tentado inútilmente la lealtad de Cabrera en asuntos del real servicio. Su suerte pendía ya de sus manos. El medio de conservarla era sacrificarlo a su seguridad”.
Siguiendo esta línea, a Cabrera, como se diría en el presente, lo mató la corrupción. Lo sacaron del medio para que no investigara la corrupción de otros, en la repartija de indios. Por todo lo dicho, nuestro buen fundador no fue sólo eso. También se erigió en la primera víctima de la injusticia por estas tierras. Aun cuando se nos olvide.
Y Genaro Francisco Chanco Mendoza, desde su "Historia de Ica" nos dice que: “Luisa nació en Panamá, posiblemente en 1537, aunque natural de Córdoba”, declara en su testamento su hijo Pedro Luis, como escribe el Padre Lozano. Hija de Gonzalo Martel de la Puente y Guzmán, nacido en Córdoba, Andalucía, Señor de Almonaster, Regidor de Panamá, Gobernador y Capitán de Tierra Firme, además de propietario rural y dedicado al comercio de lanas; y por parte de madre hija de Francisca Lasso de Mendoza de los Ríos.
Era apenas una niña de catorce años, cuando sus padres, según lo acostumbrado, afirma Lozano, “maridaron a Luisa con el conquistador Capitán Sebastián Garcilaso de la Vega, que frisaba en cincuenta largas anualidades”. Éste, con la ñusta o princesa inca, Isabel Chimpu Ocllo, nieta del último soberano Inca, tenía un hijo bastardo apodado “el Inca”. En efecto, en el año 1539, nació Gómez Suárez de Figueroa, que fue bautizado por su padre con nombres de algunos de sus antepasados. Tiempo después, Sebastián de la Vega se ve obligado a abandonar a Isabel, a causa de la presión de las autoridades de la península, que exigían que los conquistadores españoles se casasen con damas nobles de España; reteniendo, no obstante, a su hijo de diez años y casándose finalmente con Luisa Martel de los Ríos y Mendoza. Este hecho convierte a Luisa en madrastra del famoso Inca Garcilaso de la Vega. Nace luego Blanca de Sotomayor, hija del Capitán de la Vega y Luisa, pero muere muy pequeña. Más tarde muere también el esposo de Luisa. El Inca Garcilaso parte de Cuzco rumbo a España, en 1560, donde adopta el nombre con que pasó a la eternidad.
Luisa Martel de los Ríos, con tan solo 20 años debió soportar la muerte de su esposo, la de su pequeña hijita y la partida de su hijastro, con quien, se sabe, tuvo gran acercamiento, y quizás por tristeza, o el hecho de quedar tan sola, muy pronto Luisa se casó con Jerónimo Luis de Cabrera. y cierra el informe diciendo que: En el año 1571, el virrey Francisco de Toledo, nombra a Jerónimo Luis de Cabrera “Gobernador de la Provincia del Tucumán, Juries y Diaguitas”, por ser Cabrera “hombre de noble casta y buena opinión en este Reyno…”. Dicho nombramiento expresa “poblar una ciudad en el valle de Salta, de camino y como entrare a la gobernación…”; pero además lo facultaba para que “dentro de las provincias de Tucumán, Juríes y Diaguitas, y en la parte y lugar que ‘le pareciere que conviene’, pueda poblar y fundar un pueblo…”
Yo tengo mi historia, a modo de homenaje: Jerónimo, era Gobernador del Tucumán, designado por el Virrey Toledo, que estaba durmiendo la siesta en Cuzco, entonces Jerónimo se vino para acá, con sus soldados y sus cosas. Entre el gentío de la mudanza, contó uno por uno sus cinco hijos, tres varones y dos nenas, no vaya a ser cosa que le falte uno, y su señora esposa, Doña Luisa Martel de los Ríos. Parece ser que entraron por Quisquizacate y ella le dijo:
—Oh, mira este paisaje, cariño mío, me recuerda a Córdoba de Andalucía, la tierra de mis padres (porque ella había nacido en Panamá).
Entonces Jerónimo, ni lerdo ni perezoso, le regaló a su queridísima mujer, aún vestida con deshabillé y viuda de Don Garcilazo de la Vega, la Ciudad de Córdoba, a la que llamó de la Nueva Andalucía, el seis de Julio de mil quinientos setenta y tres. Que por eso fue decapitado en Santiago del Estero un diecisiete de Agosto de mil quinientos setenta y cuatro.
O sea que, desde esa fecha los hombres pierden la cabeza por una mujer.
A ver querido Jerónimo Luis de Cabrera, que fundaste Córdoba a escasos metros de “Las Ponce”,(*) si yo te digo que me gusta caminar por las calles de tu ciudad. Si te digo que me encanta el aroma de sus árboles. Si te digo que me encanta el murmullo de su gente. Si te digo que me apasiona el ruido que producen las medias de nylon, de las mujeres más lindas del mundo cuando caminan por estas peatonales. Si te digo que me encanta tomar un café en las veredas de los bares. Y si te digo, que una vez, después de trabajar en el Palacio Seis de Julio, crucé la Cañada para saludarte y, que vos estabas haciéndote el distraído, como leyendo un diario y, que yo me acerqué y te dije despacito, para que nadie me oyera, que ése día había hecho las cosas, lo mejor que pude por tu ciudad, Jerónimo y, que te pedí disculpas por alguna macana, de eso vos te acordás, ¿no?
©Walter R. Quinteros / https://quienesyporque.blogspot.com
(*)"Las Ponce": Antigua y famosa casa de citas donde para algunos hombres era "la primera vez".
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