CULTURA /
Por todo lo que le debemos
Por Walter R. Quinteros
España celebra el centenario de su muerte, la autora de Los pazos de Ulloa, su novela más famosa, y por cuánto de notable tuvo la vida de esta singular señora a la que tanto le debemos.
Doña Emilia, nació en La Coruña el 16 de septiembre de 1851 y fue bautizada con el nombre de Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa. Pasa a la historia simplemente como Emilia Pardo Bazán (Madrid, 12 de mayo de 1921) o, condesa de Pardo Bazán, fue una noble y novelista, periodista, feminista, ensayista, crítica literaria, poetisa, dramaturga, traductora, editora, catedrática y conferenciante española introductora del naturalismo en España. Según nos indica el sitio Wikipedia.
Fue una precursora en sus ideas acerca de los derechos de las mujeres y el feminismo. Reivindicó la instrucción de las mujeres como algo fundamental y dedicó una parte importante de su actuación pública a defenderlo. Entre su obra literaria una de las más conocidas es la novela Los pazos de Ulloa (1886).
Entre sus obras destacadas está La cuestión palpitante una recopilación de artículos que la acreditan como una de las principales impulsoras del naturalismo en España movimiento que surge como reacción al romanticismo. También La Tribuna (1883) considerada la primera novela social y la primera novela naturalista española donde incorpora por primera vez en la novela española al proletariado y da voz y discurso propio a una mujer trabajadora, Amparo, la cigarrera.
Fue la primera mujer socia del Ateneo de Madrid, admitida el 9 de febrero de 1905.
Hablemos de Doña Emilia.
Su padre, José María Pardo-Bazán y Mosquera, convencido sobre los derechos de la mujer, le proporcionó la mejor educación posible, fomentando su amor por la literatura. A la edad de nueve años ya empezaba a mostrar un gran interés por la escritura. En la biblioteca paterna encontró acceso a una gran variedad de lecturas; declaró que sus libros preferidos entonces fueron Don Quijote de la Mancha, la Biblia y la Ilíada.
Durante las estancias familiares de invierno en Madrid, Emilia asistía a un colegio francés. A los doce años la familia decidió quedarse en La Coruña durante los inviernos y allí Emilia estudió con instructores privados. Se negó a seguir las modas que limitaban a las mujeres al aprendizaje de la música y la economía doméstica. Recibió una formación sobre todo tipo de materias con atención especial a las humanidades y a los idiomas, llegando a manejar con soltura el francés, el inglés y el alemán. No pudo acudir a la universidad, vetada para las mujeres por lo que los avances científicos y filosóficos los siguió a través de los amigos de su padre y de los libros.
Se casó a los 16 años con José Quiroga y Pérez Deza, también de familia hidalga; él tenía 19 años y todavía era estudiante de derecho. La relación era bien vista por los padres de ambos. La boda se celebró en 1868 en Meirás y después de la misma, la pareja recorrió España. El matrimonio no se separó de su familia y durante años vivieron con sus padres y viajaron por Europa.
Según los documentos de la época, su marido José Quiroga era tranquilo y reservado. El matrimonio mantenía una buena armonía, ella lo apoyaba en sus estudios de abogacía y él valoraba los intereses intelectuales de su esposa. Pasaron ocho años de matrimonio hasta tener su primer hijo, Jaime (1876); después nacieron Blanca (1879) y Carmen (1881). En los años siguientes la relación matrimonial se resintió, más a causa de los trabajos intelectuales y literarios de ella que por causas personales, aseguran los cronistas.
Cecilia Ansaldo Briones, nos dice que su marido –luego de un enlace tempranero y de triple maternidad–, la acorraló con un “o tu matrimonio o la literatura”, porque se entregó con pasión a la escritura y a la vida intelectual, desde su natal Galicia con visitas constantes a Madrid y matizando su actividad con viajes por Europa.
Ella eligió la literatura. Favorecida por título y fortuna propia, tuvo la visión para denunciar el cacicazgo, la hipocresía clerical, el analfabetismo que campeaba por los campos españoles.
Solo por sus convicciones emprendió luchas que hoy las mujeres le agradecen: ser catedrática universitaria a inicios del siglo XX, aunque un solo alumno se inscribiera en sus cursos, persistiendo en la tarea para demostrar que era posible.
Doña Emilia se reconoció feminista porque creyó que todos los derechos que tenía el hombre debía tenerlos también la mujer y escribió montones de artículos para visualizar los caminos por donde iba a transitar el sexo femenino. Antes de los conceptos de violencia de género, percibió que a las mujeres las mataban sus parejas amparadas en la pasión amorosa y que ese argumento dejaba libres a los asesinos.
Tuvo con Benito Pérez Galdós un vehemente amorío secreto del que hoy queda nutrido carteo. Los dos escritores ya famosos y muy leídos a finales del siglo XIX, en plena madurez, supieron ocultar su relación pero la dejaron por escrito, intercambiado juramentos de amor y conceptos literarios. Hoy toda esa correspondencia está recogida en un libro que nos permite espiar la intimidad y vulnerabilidad de esos dos grandes de la escena literaria española.
Esta admirable mujer, esta intelectual de fuste que quiso ingresar a la Real Academia de la Lengua y que fue rechazada, simplemente por ser mujer. Falleció el 12 de mayo de 1921.
(La Gaceta Liberal / C. Ansaldo Briones / Wikipedia)
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