LA MUERTE DEL CABO OLGUÍN

 HISTORIAS /

Se llamaba Fernando Olguín Figueroa y había llegado a Río Gallegos como cabo de la Fuerza Aérea Argentina.


Por Mario Novack

Cruelmente este destino asignado sería su final luego de protagonizar episodios nunca aclarados por las autoridades militares de entonces.

El joven cabo miraba el río que se escurre manso iniciando el recorrido final desde la precordillera hasta entregar sus aguas al Mar Argentino. Se fue familiarizando con la toponimia local aprendiendo que las instalaciones de la fuerza, estaban camino a Güer Aike.

Y trataba de encontrar algo que lo asimilara a Mendoza, donde había quedado su madre tras conocer el destino asignado en la Base Aérea Militar Río Gallegos. Transcurría el año mil novecientos ochenta y uno, con una dictadura que gobernaba el país con menor ferocidad en la represión ilegal, pero siempre dispuesta al zarpazo.

En Santa Cruz gobernaba un hombre de la Fuerza Aérea, el brigadier Antonio Diego López, un salteño ya retirado de la actividad, que había poblado su gabinete con coterráneos y camaradas de la fuerza.

Río Gallegos del viento y el frío que ya comenzaba a aparecer como una postal cotidiana en la vida de Fernando Olguín Figueroa. Habían pasado los primeros días de ese mes de mayo que siempre inicia el ciclo del previo invierno, aunque el almanaque indique que es otoño.

La Fuerza Aérea Argentina se nutrió en sus filas de efectivos venidos del norte del país, con una preeminencia casi exclusiva de la provincia de Córdoba. Y allí estaba Fernando Olguín Figueroa que tomaría una decisión inesperada para autoridades y efectivos de la fuerza: desertar.

No se conocen las causas, si estaban fundadas en la debilidad de la lejanía de sus seres queridos o algo interno de la institución. Lo cierto es que junto con otro compañero, también suboficial, Omar Juárez Gómez deciden abandonar la Base Aérea Militar.

Ese acontecimiento registrado en la primera semana del mes de mayo de 1981 no tuvo difusión pública y menos aún en los ámbitos donde se mueven los efectivos de la fuerza.

Aún cuando el conflicto no alcanzó a desencadenarse, las tensiones con el vecino Chile perduraban. Había una coincidencia: también del otro lado de la frontera gobernaba la dictadura. Allí se había entronizado Augusto Pinochet Ugarte, mientras que en nuestro país lo hacía el general Roberto Eduardo Viola.

Del otro lado de la cordillera, se encuentra Puerto Natales, por entonces una humilde localidad que dependía laboralmente de Río Turbio, donde prestaban servicios una importantísima cantidad de mineros chilenos.

El destino elegido por Fernando fue la vecina Natales, donde tenía familiares, algo que seguramente habrá resultado imperdonable para las autoridades de la fuerza. No solo la decisión de desertar, sino hacerlo hacia el vecino país, cuando aún no se habían distendido las tensiones de un conflicto reciente.

Ambos países continuaban con su particular política de espionaje y se prohibían fotografías y filmaciones en zonas de aeropuertos e instalaciones civiles y militares. El origen trasandino de Fernando Olguín Figueroa también habría sido un elemento perturbador.

Lo cierto es que ambos jóvenes estuvieron por espacio de diez días en Puerto Natales, hasta el momento en que las autoridades chilenas adoptaran la decisión de entregarlos a funcionarios militares argentinos, rechazando el pedido de asilo político.

Luego de eso, un 22 de mayo se produce la muerte de Fernando Olguín Figueroa en Río Gallegos, sin que se conozcan las causas. El retorno a Mendoza en un ataúd cerrado, sellado, y con la orden de ser sepultado en forma inmediata. Demasiado misterio para una muerte nunca aclarada.

Las informaciones a veces nos suelen llegar cuando en nuestra labor periodística estamos en la búsqueda de acontecimientos históricos y en este caso la primer referencia provino de un informe histórico realizado por el escritor chileno Eugenio Hojman en su obra Memorial de la dictadura 1973/89, página 148, donde literalmente se habla de la ejecución del suboficial.

Y otra impactante referencia está escrita en el informe del Centro de Estudios Legales en un informe desclasificado por el Departamento de Estado norteamericano, donde se da a concer la situación de los Derechos Humanos en el país, en el período 1980/82.

El informe indica que la familia recibió el cadáver con la orden de no abrir el ataúd y de enterrarlo inmediatamente. El informe agrega que no fueron dadas a conocer las causas del deceso.

“Se trata, añade el informe, de una muerte sumamente dudosa y resulta extraña y violatoria de principios elementales, en total hermetismo de la Fuerza Aérea Argentina. Consigna finalmente que “nada se sabe de la causa abierta a Olguín, ni de la sanción aplicada a Omar Juárez Gómez.

Hay muchos enigmas y preguntas nunca respondidas. Hubo otro intento de fuga…? Fue víctima de apremios ilegales…? O entregado a otra fuerza militar, tal como cita Eugenio Hojman cuando escribe “Olguín, de 20 años, había llegado hace dos semanas hasta Puerto Natales pidiendo asilo a las autoridades chilenas. Estas optaron por devolverlo a efectivos del ejército argentino en Río Gallegos.”

Los diarios de entonces recuerdan que el 25 de mayo se iniciaba formalmente la construcción del acueducto Palermo Aike Río Gallegos, una obra considerada fundamental para la ciudad. Y también en ese mes del mismo año se reunió la Conferencia Episcopal Argentina, con la presencia del entonces Obispo de Río Gallegos, monseñor Miguel Angel Alemán.

Fue quien junto al titular de la diócesis de Mar del Plata, Rómulo García, se encargaron de recibir a la comisión de familiares de Detenidos y Desaparecidos, que había ido a tratar de reunirse con la Comisión Plenaria que finalmente no aprobó recibirlas.

Las divisiones se patentizaban en el seno de la propia Iglesia, ya que 31 obispos votaron por recibir a las Madres y otros 38 se opusieron, según indica el informe contenido en la reunión plenaria de la Comisión Episcopal, año 1981.

Finalmente llegarían los episodios de la deserción de ambos suboficiales y el destino fatal del joven Fernando, con el traslado de sus restos.

Ese día, 23 de mayo de 1981, se recordaban cincuenta y dos años del peor terremoto que devastó a Mendoza, igual sensación tuvo la madre de Fernando Olguín Figueroa, muerto un día anterior en Río Gallegos.

(Nuevo Día / Historias de la Patagonia)

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