NON OMNIS MORIAR

CULTURA / HISTORIAS

Hablemos de José Manuel Estrada



Por Walter R. Quinteros

¡Desgraciados los pueblos que olvidan! Aquellos de cuyo corazón desaparece la memoria de sus bienhechores, como inscripciones sepulcrales que borran los vivos al pasar; aquellos de cuya conciencia desaparece el odio hacia los grandes malvados, como el fuego de una antorcha apagada en la onda abominable! ¡Demos gracias al cielo, porque sabemos glorificar a San Martín; démosle gracias porque sabemos execrar a Rosas, y levantemos al pie del altar la plegaria cristiana por todos los que resistieron a la corrupción y cayeron bajo el puñal! [...]

¡Ah! Si me fuera dado infundir en vuestro espíritu esas verdades, como una luz para las horas congojosas de la incertidumbre, como una fuerza para las horas a ciegas de la tentación y de la lucha; si pudiera devolveros a la familia, y entregaros a la vida impregnados en estos sentimientos que empalidecen y se enfrían en mis labios, yo también exclamaría: non omnis moriar: ¡no, no moriré del todo!

José Manuel Estrada
(24 de abril de 1877)

Del comienzo y final de su discurso a los alumnos del Colegio Nacional con motivo de la muerte de Juan Manuel de Rosas y los funerales celebrados en Buenos Aires por las víctimas de la tiranía.

¡Estampad en vuestra alma dos nombres, divisa y enseña de las supremas victorias ¡Dios y la Patria!

José Manuel Estrada Nació en Buenos Aires, 13 de julio de 1842 y falleció en Asunción, Paraguay, 17 de septiembre de 1894 fue un profesor, escritor, político, intelectual y eminente orador argentino, representante del pensamiento católico.

Escribió numerosas obras sobre educación, historia y política de su país, fue diputado nacional por la Unión Católica y rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Se destacó por su firme oposición al laicismo y al liberalismo propios de la generación del 80, que gobernó entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. 

El 17 de septiembre, en conmemoración de su fallecimiento, se celebra en la Argentina el día del profesor.

Estrada fue bautizado con el nombre de su padre. Al morir su madre, Rosario Perichón en 1851,​ quedó junto a sus hermanos a cargo de su abuela, Carmen de Liniers, hija del conde de Buenos Aires. En esa casa fue educado por Manuel Pinto, muy rico e influyente, que había perdido la mayor parte de su fortuna en su vejez.​ A los 12 años, comenzó sus estudios secundarios en la escuela de los padres franciscanos, anexa al convento,​ donde asistió a las clases del fraile Buenaventura Hidalgo.

En 1858, con 16 años, publicó Al descubrimiento de América, con el que ganó un concurso organizado por el Liceo Literario de Buenos Aires.

Se inició en el periodismo: entre noviembre de ese año y marzo del siguiente dirigió, junto a su hermano Santiago, el semanario La Guirnalda, y colaboró en el semanario La Religión fundado por León Federico Aneiros y Olegario Correa.

En 1859 publicó Signum Foederis - efectos sociales y religiosos de la armonía, obra en la que, con 17 años, urgía al Estado de Buenos Aires a unirse a la Confederación Argentina para restablecer la armonía nacional.

En 1861 creó la Sociedad San Francisco Javier, para unir a los artesanos de Buenos Aires, y para difundir entre ellos la cultura católica. Esto fue un antecedente de los Círculos Católicos de Obreros, y un signo de la preocupación social de Estrada, en línea con lo que se conocería como Doctrina social de la Iglesia.

En 1862, desde el opúsculo Cristianismo y Democracia rebatió la tesis de Francisco Bilbao de que el cristianismo y la democracia eran incompatibles, y que el cristianismo era la causa de los males de América. Dijo Estrada: «somos republicanos y amamos la libertad, porque somos cristianos y amamos la dignidad del hombre». 

En El génesis de nuestra raza, una obra polémica,​ refutó a Gustavo Minelli, profesor de historia en la Universidad de Buenos Aires. En esta obra, Estrada aseveró que la raza humana es una sola.

En 1864, con 22 años, fundó junto a Lucio V. Mansilla el Círculo Literario,​ que se concentró en el estudio de la Historia argentina, temática propuesta por el presidente de la Nación, Bartolomé Mitre.

Ese año, Estrada publicó Ensayo histórico sobre la revolución de los comuneros del Paraguay en el siglo XVII

En octubre de 1865 el director de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, Luis José de la Peña, lo convocó para dictar un curso de Historia argentina en la nueva Escuela Normal de Profesores que funcionaba en una habitación de la Escuela de Catedral al Norte. 

Estrada diseñó un curso de 30 lecciones en dos conferencias nocturnas públicas por semana: inmediatamente captó el interés de los vecinos ilustrados ya que en ese momento no era común que se estudiara la Historia del país.

En 1868, dado el éxito de sus cursos, publicó el libro Lecciones de Historia argentina, en el que se incluyen 21 de las 30 lecciones, desde la conquista hasta el gobierno de Rosas: más de la mitad de ellas tratan el período anterior a la Revolución de Mayo.

El presidente Domingo Faustino Sarmiento tenía aprecio por Estrada, aun cuando discreparan en algunos aspectos ideológicos: «del joven Estrada he gustado mucho de sus lecturas sobre historia». Por eso, cuando en 1869 el presidente fundó una cátedra de Instrucción Cívica en el Colegio Nacional de Buenos Aires, lo designó titular. En ese año también Emilio Castro,​ gobernador de Buenos Aires, lo designó jefe del Departamento de Escuelas.

En esa época los maestros no tenían título ni se los evaluaba: Estrada organizó un ciclo de conferencias y cursos para su desarrollo profesional y propuso remover a quienes fueran menos competentes o tuvieran un injustificado ausentismo.​ 

En 1871 Estrada fue electo para la convención constituyente de la Provincia de Buenos Aires por la Quinta Sección de Campaña, que comprendía los partidos de Luján, Mercedes y Chivilcoy. La constitución provincial se había escrito en 1854 cuando todavía estaba separada del resto de la Confederación, y debía adecuarse al nuevo contexto. Estrada hizo su aporte en la regulación del derecho de enseñar, favoreciendo una redacción del artículo 33 que permitiese el funcionamiento de universidades con la facultad de otorgar grados académicos y poseer bienes. Además defendió el sistema electivo proporcional, pero no logró que se impusiera el voto secreto.​ En ese mismo año también publicó un artículo titulado La Iglesia y el Estado, que recibiría críticas por parte de otros católicos.

Ese fue el período más liberal de Estrada, en el que sostuvo la tesis de Montalambert: «Iglesia libre en el Estado libre».

En 1873 Estrada fue elegido diputado provincial. En tal carácter, participó activamente del debate sobre la ley de educación provincial y preparó un proyecto de ley sobre escuelas. Su pertenencia a la Cámara de diputados provincial se extendería hasta 1876. Se publicaron sus clases sobre Instrucción Cívica en el Colegio Nacional de Buenos Aires, que serían conocidas y leídas por varias generaciones de argentinos bajo el título La política liberal bajo la tiranía de Rosas, donde analizó la obra de Esteban Echeverría titulada Dogma socialista y construyó una filosofía social y política más elaborada.

En 1874 fue nombrado jefe de la Dirección General de Escuelas Normales, y en 1875, aunque no contaba con un título universitario, a pedido del presidente Nicolás Avellaneda tomó la cátedra de Derecho constitucional y administrativo en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

Estrada puso mucho empeño en su labor docente y escribió una serie de artículos sobre la materia, dado que no había manuales y se usaban libros de derecho estadounidense. Se destacan su artículos Sufragio y Representación de las minorías.

Estrada aceptó el ofrecimiento del presidente Avellaneda de ocupar el cargo de rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, fue designado el 16 de julio de 1876.

Como rector emprendió una serie de reformas en el currículo: agregó temas de Historia argentina para hacer brotar en los alumnos un sentimiento de sano patriotismo, e incorporó el estudio de las instituciones del federalismo.

Además impulsó un aumento en el salario de los profesores, ya que «la vocación del profesor no se confunde con la del mártir, ni con la del penitente».​

Entre sus muchos discursos —que mostraron su capacidad docente y su oratoria engalanada y apasionada— se conservan aquellos que tuvieron por audiencia a los alumnos del Colegio Nacional, entre ellos, el efectuado con motivo de la muerte del exgobernador Juan Manuel de Rosas, a quien presentó como «dos hombres: el caudillo y el tirano».​

Una de las locuciones del discurso, «¡Desgraciados los pueblos que olvidan!», se transformó en un pensamiento señero dentro de la Historia político-social y constitucional de Argentina.

Terminada la conferencia, los alumnos lo acompañaron en el camino a su casa vivándolo por la calle y ante la estatua de San Martín en Retiro, Adolfo Mitre improvisó un discurso en nombre de los alumnos.

En 1890, terminado ya su mandato como diputado, fue uno de los oradores en el célebre mitin del 13 de abril en el Frontón Buenos Aires donde se fundó la Unión Cívica de la Juventud, que se transformaría en la Unión Cívica Radical.

El día del acto, a la noche, Estrada sufrió un desmayo y vómitos, lo cual preocupó a sus médicos, quienes le recomendaron un tiempo de reposo. Desde entonces su participación en la vida política y periodística fue disminuyendo: la Unión Cívica llevó a cabo una revolución en julio de 1890, pero Estrada fue totalmente ajeno a los hechos porque se encontraba en la ciudad de Rosario de la Frontera reponiendo su estado físico. 

En octubre de 1893 el presidente electo Luis Sáenz Peña lo llamó para ocupar un lugar en su gabinete, pero Estrada rechazó el ofrecimiento. En cambio, aceptó ser designado ministro plenipotenciario ante el gobierno de Paraguay, donde pensaba encontrar un clima más adecuado para su salud.

La salud de Estrada no mejoró, y murió en la tarde del 17 de septiembre de 1894.

Sus restos llegaron a Buenos Aires a bordo de la fragata La Argentina. Por disposición presidencial fue velado en la Catedral Metropolitana con los honores de un general de división; y el canónigo Juan Nepomuceno Terrero, muy amigo de Estrada, pronunció la oración fúnebre. A su funeral asistieron miles de personas, incluyendo el presidente Luis Sáenz Peña. Sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta. 

LGL /

Comentarios